lunes, 18 de octubre de 2010

SI QUIERES GANAR TU VIDA, LA PERDERAS

No sé a cuento de qué, pero un buen dia comencé a pensar en la cantidad de personas que han habido y hay, que han alcanzado la fama y la gloria gracias al evangelio. Por supuesto no me refiero a aquellas que han sido reconocidas por su buen hacer en su vida dedicada a los demás, sino más bien mi reflexión fué para aquellos que por su buena palabra en la comunicación permitieron que la luz cegadora de la fama y del reconocimiento hizo que se desviaran por atajos que solo conducen a las palabras de Jesús en los evangelios: "puesto que recibísteis honra y fama aqui abajo, no la espereis arriba".
Me encantaría ser un experto en lenguaje para poder enumerar todos los encantos de la persona de Jesús y de su servicio y entrega al ser humano, pero como no lo soy, mi pobre reflexión quiero dedicarla a cómo él gestionó en su vida el reconocimiento y la gloria. De cómo él supo administrar la trayectoria de su vida para no dejarse cegar por las luces de neón que la mayoría de las veces llegan a fascinar a aquellos que, por una razón u otra, tienen seguidores.
Lo primero que me llama la atención de Jesús es la forma en la que supo vivir dentro del anonimato; de tal forma que lo que conocían de él es que era el "hijo del carpintero". Jesús es ese mesías oculto que con tanta frecuencia nos presenta el evangelio, pero no porque no mereciera el reconocimiento o la honra por parte del pueblo, y de ésto dan fe los varios relatos en los que la gente quiso honrarle, sino que sale de él el retirarse de las masas para llevar una vida en el más completo anonimato. Por sus milagros, por su enseñanza, sus palabras, sus enfrentamientos con los líderes religiosos, podría haberse aprovechado, con toda legitimidad, del ansia de las masas de proclamarle su lider indiscutible. Pero ese no era el camino de Jesús. Su camino era el del anonimato. Esta fue su opción.
Desde esta perspectiva del anonimato, fue normal que Jesús tuviera que soportar el peso de vivir desde la marginalidad. El no quiso entrar en el juego social de la popularidad y, por lo tanto, el pueblo lo relegó a la marginación. ¿Quién quiere saber algo de alguien que no le apetece ser honrado, que desprecia la fama y la gloria?. Son pocos los que se atreven a contactar con él, y si lo hacen, es a escondidas o de noche, para no soportar el crítica popular por juntarse con alguien que no acepta los esquemas sociales establecidos. ¿Quién es éste que se atreve a hablar en el nombre de Dios, que echa a los demonios o que perdona los pecados? se pregunta la gente pero no con el afán de saber, sino de forma despectiva. Si Jesús no acepta las normas establecidas, tampoco ellos aceptan su autoridad. El precio a pagar por aquellos que contrarían a la sociedad es el de la más absoluta marginación.
Si la opción de Jesús es vivir en el anonimato y eso lleva consigo el tener que soportar el peso de la marginalidad, la pregunta es: ¿Cómo un hombre puede convivir con esta realidad? ¿Qué es lo que hace que un hombre como Jesús soporte esta situación y siga adelante con su vocación de entrega y servicio?. La única respuesta que se me ocurre es que hay que tener una conciencia muy clara y firme de quién es uno. Es fundamental, en estos casos, tener una identidad fuerte. En este sentido podemos decir que Jesús debió tener una conciencia muy clara de quién era él y cuál era el sentido de su vida. Es por ello que Jesús debió prepararse muy bien mental y psicológicamente para llevar a cabo su misión, ya que su vocación llevaba implícito vivir en el anonimato y la marginalidad para no depender de nada ni de nadie (salvo su Dios). Desde esta posición se pudo enfrentar a los esquemas establecidos, a los líderes religiosos, a los políticos, a la riqueza, porque Jesús no tenía nada que perder, solo su vida y eso fué lo que le costó llevar a cabo su ministerio. Desde esta posición la verdad nos hace exclusivamente libres.
Así las cosas, deberíamos plantearnos si es necesario en nuestra existencia cristiana seguir teniendo como modelo el liderazgo de Jesús. Si soy sincero, yo no necesito que un lider así me dé lecciones de cómo ejercer mi liderazgo frente a los demás, ya sea una comunidad, entidad u organización cristiana. De acuerdo con los esquemas evaluables de cómo ejercer un buen liderazgo, Jesús no tiene nada que hacer. Por lo tanto, no entiendo cómo en todos los manuales de liderazgo, en todos los seminarios o escuelas bíblicas, se nos pone a Jesús como el referente de cómo ejercer un liderazgo correcto. !!!Esto es inaudito!!! Cómo va a competir Jesús con los grandes oradores, con los grandes maestros, con aquellos que son reconocidos públicamente y que gracias a su gestión y a su buen hacer cuentan con un sinfín de seguidores. Qué tiene que decirnos a nosotros Jesús, que solo tuvo doce seguidores. Qué tiene que enseñarnos a nosotros Jesús, que como mucho consiguió que solo las prostitutas, los pobres, los marginados, los leprosos, los deshauciados, todos los que son despreciados por la sociedad, oyeran sus palabras y fueran consolados.
Por lo que a mi respecta, espero que tú, Jesús, sigas siendo mi gran maestro, para que día a día vaya aprendiendo en qué consiste aquello que fue el lema de tu existencia: perder la vida para ganar la vida.

jueves, 14 de octubre de 2010

CARTAS A DIOS - 4 -

Esta tarde me he indignado. Y como todo bicho viviente que se precia de ser humano, me he indignado porque tengo toda la razón del mundo. La persona con la que hablaba se empeñaba férreamente en convencerme de que cuando alguien pasa por situaciones que nosotros catalogamos como "de crisis" tenemos que esperar siempre de Tí un "para qué". Como Tú tienes siempre un propósito con las pruebas que nos mandas, pues tenemos que preguntarte para qué, qué propósito tienes Tú, qué es lo que quieres que aprendamos. Esta "declaración de fe" es lo que me ha confundido y provocado la indignación, porque la verdad, Dios, es que cuando estoy bastante apuradillo, de mi no sale preguntarte "para qué" estoy pasando esta situación y, en cambio, sí que sale de mis entrañas preguntarte "por qué" me está pasando esto a mi y no a otro.
Desde los tiempos antiguos, siempre que tus siervos han pasado por experiencias de conflicto interno o externo, no solo sus corazones se han quebrado sino también sus gargantas al preguntarte "por qué". A diferencia de cómo nosotros percibimos y gestionamos la espiritualidad, tus siervos supieron entender que no pasaba nada si abrían sus corazones a Ti y dejaban aflorar sus sentimientos, incluidos los de rabia y resignación. La verdad, Dios, es que ni tu mismo Hijo pudo sustraerse a esta muestra de sinceridad cuando en medio del drama de la cruz te preguntó "por qué me has abandonado".
En nuestro contexto evangélico, por la educación que hemos recibido, parece ser Dios que puede resultar una osadía muy grande hacerte esta pregunta. Esto podría parecer cierto si lo hago desde la soberbia, pero no es así en el caso de tus siervos y muy especialmente en el de tu Hijo, ya que si él abre su corazón delante de Ti, lo hace desde el más profundo respeto a tu voluntad. Este sometimiento a tu palabra desde la libertad de poder expresar sus más profundos sentimientos de incomprensión, soledad y abandono, es lo que más me provoca a emplazarme a mí mismo a ser capaz de sentir el mismo respeto hacia tu palabra.
Es posible, Dios, que la pregunta adecuada sea "para qué" y algún dia tenga que hacertela, pero mientras sea humano, por descontado que te preguntaré "por qué" tratando que sea desde el respeto a tu voluntad.

martes, 28 de septiembre de 2010

CARTAS A DIOS - 3 -

Ha pasado el verano y como ocurre últimamente, el otoño no sabe dónde encajar. La verdad, Dios, es que nos estamos cargando esta preciosa estación. Solo nos damos cuenta de su aparición cuando vemos a los árboles tímidamente desnudarse.
A diferencia del otoño, que comprobamos que permanece entre nosotros cuando cada año vemos las calles llenas de hojas, me satisface poder observar cada domingo que tu iglesia continúa existiendo, porque la comunidad donde asisto continúa congregandose. La verdad Dios, es que resulta triste, por no decir patético, llegar a la apreciación de que la Iglesia existe porque me congrego en una comunidad.Pero las cosas son así.
Aunque hay otros que lo tienen peor, porque, supongo que te habrás enterado, van diciendo por ahí que son creyentes pero que no tienen iglesia (y supongo que no querrán hacer nada por tenerla, aunque el hecho de formar un colectivo, un grupo, diría yo que casi ya han formado una). Vamos Dios, que ahora resulta que con los tiempos modernos que corren, ha aparecido un nuevo concepto de creyente: el creyente autónomo. Entre tu Iglesia que no hace nada por expresar su presencia en este mundo y que no se reunen en una comunidad, no sé cómo van a saber si la Iglesia continúa estando aqui si a Ti te da por quitarla de enmedio.
Vivimos en un mundo donde los detractores de la Iglesia son cada vez más abundantes, donde la mofa y la indiferencia hacia tu persona es cada vez más frecuente. Pero Tú te ríes de todos ellos, y yo juntamente contigo. Pero a mi, desde la realidad que vivo de ser hijo tuyo, los que más me preocupan, por el daño espiritual que pueden hacer, son los detractores que están dentro de tu Iglesia. Aquellos lobos vestidos de ovejas que se ceban confundiendo las mentes y los corazones de la gente sencilla. Contra éstos solo cabe esperar que Tu obres. Puedo pasar de las calumnias en las que el mundo se ejercita contra tu Iglesia, puedo no hacer caso de sus difamaciones, de sus burlas grotescas; pero lo que más me llena de indignación es la labor silenciosa de destrucción que están llevando a cabo aquellos que hablan en tu nombre y manejan a la perfección tu palabra como instrumento disuasor. Hombres y mujeres que, en nombre de su propio dios, maquinan contínuamente cómo confundir a la comunidad, haciéndole creer que el status generado por ellos se corresponde con tu voluntad. Contra éstos no puedo, Dios, porque saben trabajar tan bien con las mentes, que cualquier conato de rebeldía contra ellos, es reflejo de ir en contra de lo que Tu tienes establecido.
Así las cosas Dios, no me extraña que hayan hijos tuyos que tomen la decisión de dejar la comunidad y denominarse así mismos como "creyentes sin iglesia". Son como ovejas sin pastor, pero en este caso, es el pastor el que se ha encargado de echarlas del rebaño sin importarle el daño que esto podría representar para sus vidas. Espero y confío Dios, que a todos estos creyentes autónomos les hagas reflexionar sobre la necesidad de luchar activamente en contra de todos estos "guardianes de la fe" por amor de todos aquellos que permanecen confundidos dentro de la comunidad. En cada momento de necesidad, has levantado a alguien para mostrar el verdadero valor de tu mensaje expresado en la vida de tu Hijo, y en estos tiempos en que vivimos nos toca a nosotros, y no a otros, hacer valer este precioso mensaje.

martes, 21 de septiembre de 2010

CARTAS A DIOS - 2 -

En algunas ocasiones pienso que la felicidad es un estado que no alcanzaré a disfrutar hasta que no ocupe la morada que tu Hijo fué a preparar para mi. Mientras tanto, Dios, es evidente que la infelicidad será lo que más abultará en mi maleta de viaje. Una maleta de la que estoy muy cansado de llevar, porque encima tengo que aguantar a los que insinúan que si soy hijo tuyo, tengo que ser feliz. Y para ello usan conceptos como fe, confianza, esperanza.... Qué pena me dan Dios aquellos que manipulan la espiritualidad para que su ceguera esté fundamentada en tu palabra.
Como te decía, Dios, me desespera mucho tener que estar en la cola de los infelices esperando mi turno. ¿No crees que llevo ya demasiado tiempo?. De todas maneras, y a pesar de lo que me toque vivir, tengo que decirte Dios que si viviera siempre feliz, tal vez no pensaría tanto en tu persona, porque en cierto sentido la reflexión es el alimento de los desalentados. Es patrimonio de los que parecen estar fuera de "la órbita espiritual". Porque qué reflexíón pueden tener aquellos que no necesitan nada. Aquellos que se sienten "bendecidos".
Y aunque parezca un contrasentido, te confieso Dios que este sentimiento de infelicidad me produce un estado de felicidad, porque al reflexionar en tu persona, te abro mi corazón y mi mente, y de esta manera llego a conocerte de manera mucho más cercana. Algún día, Dios, algún día, sabré valorar lo cerca que estás de mí.

jueves, 26 de agosto de 2010

SE MARCHO LA FLOR

En el jardín se preguntan dónde está esa preciosa flor
que las noches de verano alegraba con su olor.
Dónde estará ese jazmín de la vida apasionado.
Qué trono adornará con su hermoso legado.

Dicen haberla visto paseando con su amor de la mano.
Si la veis decidle que vuelva, que las fuentes se han secado,
que la luna ya no juega y el rocío dejó de hablarnos.
Dónde está esa preciosa flor que alegraba las noches de verano.

De gritar su nombre los labios se secaron,
de otear el horizonte los ojos se cegaron.
Qué daría yo porque al jardín volviera
por compartir su sonrisa, la vida entera.

Dónde está esa preciosa flor que alegraba las noches de verano.
Dónde estará ese jazmín de la vida apasionado.

sábado, 21 de agosto de 2010

SUMISION

Nadie me anunció tu llegada,
ninguno me supo qué decir.
Llegaste a mi vida sin previo aviso,
sin opción a poder elegir.

Desde la lejanía te observaba
sin darme cuenta que me rondabas,
y cual ladrón que acecha en la noche
recibí, sin piedad, tu golpe helado.

Qué terrible fué tu humillación,
qué insoportable tu vejación,
cuán grande fué tu pasión
por saciar tu sed con mi dolor.

El tiempo se hizo arena
y tus olas con él jugaron.
El presente se transformó en futuro,
el futuro se hizo pasado.

Cuánta rabia acumulada
por los sueños robados.
Espejos quebrados sin rostro,
deseos contrariados.

Tú que habitas en la altivez,
tú que de soberbia te has alimentado,
podrás quedarte mi presente y pasado,
pero mi futuro, nunca quedará destronado.

jueves, 19 de agosto de 2010

CARTAS A DIOS

El peso de la ingratitud de la vida sobre mi pobre fe es cada vez más agobiante. Las cotidianas preguntas que afectan a la vida y a la muerte asaltan mi mente como el chirrido de un grillo en la noche, y como siempre sin respuestas.

No sé si mi fe se está debilitando por estar expuesta a tantos conflictos interiores, o más bien está dando el salto a otra concepción de la existencia y la corriente me está llevando a tener una visión totalmente diferente a la que tenía de ti. Te veo distinto, diferente. Ya no eres el mismo de cuando era joven. Ahora todo ha cambiado.

Cuando era joven, hablaba como joven, pensaba como joven, vivía como joven. Porque la vida era joven. Cada acontecimiento poseía su propio olor y el amor estaba lleno de pasión. Me siento agradecido de ser descendiente de una vida tierna, pletórica de inocencia, donde cada cosa tenía su canción. Una vida sencilla de vivir. Y en medio de esa vida estabas tú. Tú eras el Dios de la inocencia, de la fiesta, de la alegría, del juego. Te recuerdo como el Dios compañero al que se le cuentan todos los secretos. El Dios de mi juventud, de mi primer amor, de mi primer trabajo. Venías conmigo cuando salía de excursión y te sentabas a la hoguera en aquellas noches largas que duraban hasta el amanecer. ¿Te acuerdas lo que llegábamos a hablar?. Mientras te escribo, recuerdo el tiempo pasado y me invade un sentimiento de gratitud y cariño hacia ti porque tú también fuíste joven en mi juventud. Sin embargo, ahora todo ha cambiado. Te veo distinto, diferente.

Han pasado muchos años desde que mis mejillas se ruborizaban por la mirada furtiva de la chica de al lado. Y en el transcurrir de esos años, han habido muchos cambios en mi vida. Unos para bien y otros para mal, pero todos ellos en su conjunto, me han conducido a tener una visión totalmente diferente de ti. Será que ahora te veo desde el sufrimiento, desde el dolor, desde la frustración, el desengaño. Los años han pasado y también las percepciones, los sentimientos. Aunque también he de decirte que la educación cristiana que he recibido ha contribuido bastante a tener otra visión de ti. No es que fuera buena o mala, es la que había y las personas que la impartían, lo hacían tan buenamente como podían. Pero ahora, ahora todo ha cambiado.

Las lentes que la vida ha ido poniendo sobre mis gastadas pupilas, al principio me produjeron mucho escozor, pero poco a poco fueron aclarando mi visión sobre ti y me han conducido a tener una visión de ti mucho más libre, más espontánea, más viva, alejada de los esquemas establecidos. Y la verdad, me gusta más esta visión. Porque te veo mucho más cercano a los problemas reales que la vida, y yo mismo, me traen. No obstante, tengo que confesarte que esta nueva vivión sobre ti, me crea problemas porque a veces me confunde debido a que hay personas a mi alrededor, y a las que quiero, que parece que esta forma de verte no es la correcta.
Se escandalizan cuando oyen hablar de dolor, de sufrimiento, de crisis de fe, de abandono. Parece ser que el que cree en ti debe estar firme en ti, confiado, y sobre todo alegre. Esto es lo que dice lo que nosotros hemos llamado Biblia, tu palabra escrita, y cualquier coma o punto que se salga de estos esquemas no es bienvenido. Perdoname Dios si peco de ser pretensioso, pero al margen de estos esquemas, me encanta pensar en ti y llegar incluso a la herejía por lo grande que eres. Me encanta conocerte también a través de mis experiencias personales y de la gente que me rodea. Me encanta sentirte en mis emociones, mis sentimientos, mis errores; porque para eso te hiciste humano, para que te sintiera más cerca. El hecho de poder escribirte así lo demuestra. Gracias. Hasta pronto. Tengo más cosas que contarte.



martes, 13 de julio de 2010

EPITAFIO DE UNA NOCHE

Mientras el día vacía ya sus alforjas,
la noche se comienza a desnudar,
el silencio reina en la habitación
y da paso a las reflexiones del corazón.

Entre el cielo y la tierra, recostadas en la cama,
el amor y la esperanza, con una fe en común.
Juntas de la mano hablan las dos,
la una mira al pasado, la otra al presente feroz.

Entre risas y lágrimas a punto de brotar,
las dos disfrutan de ese momento de paz
dejándose embriagar de la felicidad
que hace tiempo la vida les negó.

Silencios, paz, felicidad, en medio del dolor.
Cielos abiertos que vislumbran separación.
Aferradas a ese instante, muy quietas están las dos,
dejando que el tiempo pase entonando su canción.

Bosteza la noche y el dia despunta ya,
el silencio se quiebra como el cristal.
Juntas de la mano salen las dos,
la una preparada para dar amor,
la otra esperando en Dios, roto el corazón.

lunes, 5 de julio de 2010

PONGAMOS UN NIÑO EN NUESTRA VIDA

A los pocos meses de nacer, existen dos de los estímulos más gratificantes para el niño: contemplar el rostro de su madre y que este acto venga acompañado de palabras dirigidas hacia él. Frente a estos dos actos, el niño siente una gran satisfacción, de tal manera que empieza a balbucear y a mover las piernas y los brazos como signos de alegría. No sé lo que deben sentir, tampoco yo me acuerdo, pero debe representar toda una fiesta para ellos. Una fiesta de alegría.
Cuando tengo el privilegio de poder contemplar una escena como ésta, la visión secuestra de tal manera mi mente que me lleva a recordar, a pesar de que ésto a algunos les pueda parecer pueril, que aquellos que relacionamos el nombre de Dios con el concepto de padre, estamos muy lejos de manifestar nuestro cariño hacia Él como lo hace el niño ante la contemplación del rostro de su madre. Es bien cierto que necesitamos recuperar, en este sentido, nuestra niñez, nuestra pequeñez infantil. Porque la verdad, estamos tan estresados con las cargas que nos trae el devenir diario, estamos tan agobiados con las crisis, con las gripes A, con los enfados y desenfados entre naciones, con el uso indebido de la energía nuclear, con el cambio climático etc., que tenemos nuestros sentimientos caducados porque se han agriado, se han secado. Nos hemos vuelto fríos, opacos, y el color de nuestra vida ha desaparecido. Antes nos costaba un poco, pero ahora es que somos incapaces hasta de susurrarle al oído a nuestra pareja un "te quiero". Eso lo dejamos para los enamorados, para los que se encuentran todavía dentro del período romántico. Y esto ni puede ni deber ser así, porque el amor debe ser expresado en miradas y palabras, como la madre hace con su hijo y éste se lo agradece. Pero a pesar de que somos incapaces de dejar aflorar nuestros sentimientos por la sequedad de nuestra vida, estoy convencido de que el Padre sale a nuestro encuentro personal para expresarnos su cariño en su mirada y su palabra.
El profeta Elías, estando en pleno apogeo de su ministerio, sintiéndose fuerte y seguro de sí mismo, tuvo que aprender lo refrescante y enriquecedor que resulta la mirada y la palabra de Dios sobre la persona. Como ya sabemos, Elías acaba de celebrar un duro combate con los dioses extranjeros que se habían afincado en el pueblo de Israel, por mano de Jezabel y Acab. Los había ridiculizado de tal manera, que más tarde se llega a enterar de que Jezabel había dado orden de matarlo. Elías sale huyendo para salvar su vida, y en su huída le acompaña el resentimiento y rencor que guarda hacia Dios por lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo es posible que esto me ocurra a mí? Si yo muero, la fe desaparece. ¿Es que Dios no se ha enterado de que sólo quedo yo? ¿Acaso Dios está durmiendo, como los otros dioses? Si me quitan la vida, el último justo desaparecerá de Israel.
La terapia de Dios con respecto a Elías es dejarlo dormir. Ya habrá tiempo para hablar y de cruzar miradas. Y es por esto que, al cabo de los días, estando ya más tranquilo, Jehová se muestra ante él en el monte Horeb. Y al hacerlo, no utiliza los mismos medios que años antes había utiliado con Moisés, en ese mismo monte, al entregarle las tablas. Podría haber hablado con rayos y truenos, con fuego y viento huracanado, con temblores de tierra, o con cualquier otra cosa que demostrara su terrible poder, y así Elías quedara petrificado ante la contemplación del poderío de Jehová, y al mismo tiempo un sentiemiento de seguridad invadiría su persona al comprobar lo grande y terrible que es su Dios. Para sorpresa de Elías, Jehová no está en ninguna de esas manifestaciones. Hasta que al escuchar "un silbido apacible" se estremece, porque al oirlo, reconoce que Jehová está delante de él, mirándole y hablándole. Jehová puede estar en lo grande, en lo majestuoso, pero en esta ocasión prefiere estar en la pequeñez, en la insignificancia, en lo que no llama la atención. Porque la grandeza de Dios no se mide por su manifestación, su sola presencia basta. Elías debía aprender a poner su atención en la sola mirada y palabra de Jehová, y no tanto en la contemplación de su poder. Frente al "silbido apacible" todo lo que Elías es y representa, se desploma. Su profetismo, su autoridad como profeta, su conocimiento de Jehová, su celo por la gloria de Jehová, su soledad en su guerra contra los dioses, todo queda relegado a un segundo plano ante la novedosa visión que él tiene de su Dios. Frente al "silbido apacible" solo queda la madre frente a su hijo, para que éste quede confortado en su sola mirada y palabra.
Llegados a este punto, permitidme la licencia de creer en la necesidad de volvernos como niños para poder contemplar de forma diferente las expresiones de cariño por parte de nuestro Padre. Y al hacerlo, nos daremos cuenta de que nuestras alforjas están vacías. Vacías de títulos, de autosuficiencia, de prepotencia, de aparente conocimiento de Dios, de esquemas religiosos adheridos a nuestra vida. Al hacerlo, tal vez nos demos cuenta de que nuestros sentimientos están a flor de piel y de que seremos capaces de proferir un "te quiero" a Dios sin importarnos mostrar nuestra sensibilidad espiritual.


jueves, 24 de junio de 2010

RECUERDOS EN SOLEDAD

Mañana hará un año que nos dejó,
recogió su capa y el sombrero
y sin un triste y corto adiós,
se fué al país de nunca jamás.

Mordí mis labios para no gritar,
endurecí mi corazón para no amar,
congelé mi sangre para no correr
y mi mente para no pensar.

Mi triste mirada, en lágrimas bañada,
acompañaba sus torpes y cortos pasos,
hasta que cruzó el umbral
para verlo partir sin mirar atrás.

En la soledad su vida viajaba con él,
su mirada triste y apagada
anunciaba que ya no quedaban
horizontes por contemplar.

Mañana hará un año que nos dejó
y aún conservo la cicatriz de su adiós.
Qué sola me dejó el día que no me reconoció
por culpa de su maldita enfermedad
que con un cruel zarpazo su mente le arrebató.

martes, 22 de junio de 2010

EL CAMINO HACIA LA PAZ

Dicen que después de la tormenta viene la calma. Y cuánta razón tiene el dicho popular, porque toda situación crítica viene acompañada de un espacio donde se puede respirar. Este proverbio, que curiosamente parece no ser chino, resulta bien aplicable a la práctica cristiana, aunque con un pequeño matiz. Y es que en la existencia cristiana se da un fenómeno curioso que apunta al hecho de que para que la calma pueda ser experimentada, se hace necesario apostar, en primer lugar, por saborear la tormenta. Y no me refiero al hecho de pasar por las dificultades que la vida nos regala casi cada día, sino a la tormenta que representa para nuestras vidas seguir el principio divino de confiar en Dios, porque en el cumplimiento de ese principio está el origen de la rotura de nuestros esquemas. Y cuando aprendemos, en la cotidianidad de nuestra vida, a echar toda nuestra ansiedad sobre Dios, El se convierte en nuestra paz. Y esto es un acto de fe basado en datos.
Cuando afirmamos que Dios es nuestra paz porque hemos aprendido a confiar en El, esto es un acto de fe basado en testimonios reales de personas que así nos lo han confirmado. Y entre todas estas personas, el testimonio más destacable es el de Jesús. El es nuestro mejor referente porque nos puede ofrecer un testimonio auténtico basado en su vida. ¿ Y qué es lo que hace que este acto de fe sea algo especial si está basado en datos?. El acto de fe brota de la individualidad, es uno mismo el que tiene que tomar la decisión, el que se arriesga poniendo a Dios como depositario de su existencia a pesar de que no le ve. Es uno mismo el que tiene que ejercer su propia toma de decisión de apropiarse de la experiencia del otro y creer que Dios también le sostendrá a él en la conflictividad.
Si prestamos atención a la interpretación que los evangelistas hacen de la vida de Jesús, a la luz de la experiencia de su resurrección, podemos apreciar que la dependencia de Jesús hacia el Padre fue un ejercicio constante en su vida. En medio de la incomprensión, del rechazo, del fracaso, de su soledad, de la presión, de la violencia, de la hipocresía, y de tantas otras cosas a las que se vió sometido, Jesús confía en su Padre. Y esta confianza le lleva a aceptar el paso más terrible que tuvo que dar: someterse al drama de la cruz. Ante la contemplación de la cruz, Jesús se rompe por dentro, la presión a la que se ve sometido le hace sudar sangre, pero es tal el grado de confianza que él tiene en su Padre, que le hace decir: "Hágase tu voluntad". En esas palabras, la muerte es absorbida en victoria y la consumación de la redención del ser humano se lleva a cabo. La cruz se convierte así en la expresión de esa declaración de confianza.
Y después de la tempestad vino la calma. Jesús ha finalizado con éxito el largo camino de su aprendizaje y es proclamado Señor y Cristo. Ante tal testimonio, se hace necesario que abramos un serio debate en nuestra interioridad que nos lleve a reflexionar de que el camino de la autosuficiencia solo conduce a la frustración y a la ansiedad. Ante esto, no caben excusas, solo roturas. Rotura de nuestro orgullo, de nuestra prepotencia, de nuestra seguridad, de nuestra soberbia. Contra tales cosas siempre estamos en guerra, una guerra que tenemos que ganar para que El sea nuestra paz, porque habremos aprendido a confiar plenamente en El.

sábado, 19 de junio de 2010

EN RECUERDO DE UN NOMBRE

En mi pueblo han inaugurado un parque que, aunque un poco austero, está bien ubicado para poder pasear y estar tranquilo, a parte de que los niños pueden quemar sus energías en las instalaciones que les han puesto. Y en ese parque no podía faltar la placa conmemorativa del ayuntamiento, nombre del alcalde en su momento incluido, donde se nos indica que gracias a él ese parque ha visto la luz. Y como decía, el nombre del alcalde está bien marcado para que en generaciones futuras se recuerde que fué ese alcalde, y no otro, el que contribuyó a que ese parque se hiciera realidad para beneficio de la comunidad. Y mientras contemplaba esa minúscula placa, pensaba en lo difícil que se nos hace a los seres humanos que, pasados los años o incluso a veces tan solo días, se nos olvide. Pero, sinceramente, encuentro que es mucho más patético que se nos recuerde solo por el nombre, porque ese nombre se encuentra vacío de contenido, que no es referente de nada. Resulta bien triste y frustrante que al final del camino, echemos la vista atrás y la única estela de recuerdo con respecto a nosotros, sea el recuerdo del nombre. Y esa es mi mayor pena. Que después de toda una vida repleta de oportunidades para dejar recuerdos, de una vida llena de aventuras por vivir, de poder liberar pasiones para enriquecer a otros, se marcha uno teniendo al silencio como testigo de la partida y dejando un único recuerdo: el nombre.

Cuando el antiguo Israel, el Israel del Antiguo Testamento, era amonestado por Yahvé a recordar y tener presente su nombre, encontramos que ese acto llevaba implícito el recuerdo de todos los actos que Yahvé había llevado en favor del pueblo. Su nombre se encontraba unido a todas las grandes gestas que habían acontecido en la historia del pueblo. Decir Yahvé llevaba a pensar en la grandiosa liberación de Egipto, de cómo El había luchado y vencido a todos sus dioses; era pensar en el cruce del Mar Rojo, de cómo se había partido en dos para que ellos pasaran; de cómo un tropel de esclavos se había convertido en una nación temible y grandiosa porque en el nombre de Yahvé luchaban contra sus enemigos y los sometían.

A lo largo de la historia, recordamos nombres, unos más lejanos y otros más cercanos; unos más relacionados con la creencia en Dios y otros más con la laicidad, pero en definitiva todos tienen en común que han formado parte de nuestra sociedad y junto con su nombre nos han dejado el legado de su autodonación, de su entrega al ser humano. Recordamos sus nombres, pero esos nombres están llenos de riqueza, tienen un contenido excepcional, y el recuerdo de sus actos es lo que hace que su nombre llegue a nuestro presente de manera muy especial.
Estoy en las postrimerías de los 55 años, y comienzo a vislumbrar la cumbre de la montaña que me ha tocado escalar, y mucho me temo que, salvo mi familia y unos cuantos amigos, nadie recordará ni siquiera mi nombre. Este pensamiento me entristece. Espero que vuestros nombres no sean recordados por una placa conmemorativa, sino por vuestra entrega al otro.

VIDA EN MEDIO DE LA MUERTE

Cuando la muerte viene a hurtadillas produce resignación, cuando se anuncia provoca indignación. Pero tanto en un caso como en otro, enciende la rebelión, Rebeldía porque una vida se apaga; rebeldía ante la impotencia de no poder hacer valer nuestra condición privilegiada de ser humano, con nuestros conocimientos, nuestra fortaleza, nuestra grandeza. A todos y a cada uno, nos llega el fatídico momento en que tenemos que mirar a la muerte cara a cara y tutearla como se tutea al amigo más cercano, porque todos nacemos con una fecha de caducidad. Y cuando esto ocurre sabemos que todo se ha acabado, que el final ha llegado.

Si atendemos a las palabras del sabio predicador en Eclesiates, cuando dice que "Dios ha puesto eternidad en el corazón del hombre", entendemos que sea normal el drama que la muerte produce en el corazón del ser humano, y de una manera u otra luchemos desesperadamente contra ese monstruo que nos acecha desde que nacemos; aunque para qué luchar, si como decía José Saramago, la muerte siempre gana. Lamentablemente, la muerte es parte vital de la vida, y así tenemos que asumirla, pero en este acto no debemos perder nunca la visión de que la eternidad continúa existiendo. De ningún modo ha sido declarada obsoleta por la entrada de la muerte. Tal vez oriente ha sabido mantener con más claridad el concepto muerte/eternidad, que en occidente. La cultura oriental hacia la visión de la muerte es distinta a la cultura occidental. Mientras oriente prepara al muerto de cara a la eternidad y acepta la muerte como parte del ciclo de la vida, para occidente la muerte es el final del ciclo y se preocupa más de la estancia del muerto, de cómo van a estar los restos aqui en la tierra, y para eso no tienen reparos en gastarse grandes cantidades de dinero en buenos ataúdes. Y es que occidente tiene algo personal en contra de la idea de la eternidad. Le cuesta, aunque mantiene un cierto estupor, reconocer que puede existir un más allá, y por eso prefiere que el fallecido esté bien dentro del ataud porque esa será su estancia. Y cuando vaya, de vez en cuando, al cementerio para ver a su ser querido, su idea de la muerte quedará confirmada al comprobar que el nicho, con los restos de la persona, contiúa estando en el mismo sitio.
Frente a esta idea tan limitada de la muerte que tiene occidente, qué respuesta pueden dar aquellos que aceptan la muerte como el último paso de una vida hacia otra vida transformada. Aquellos que creen que la muerte no es un punto final, sino un punto y seguido, porque nuestra estancia corporal se verá proyectada en una estancia espiritual en la eternidad. Nuestra respuesta no debería ser de catecismo. No podemos formular una respuesta conciliar basada en argumentos teológicos, donde el conocimiento supera la vivencia. Si bien es cierto que la razón y la reflexión deben ocupar un espacio en nuestra respuesta, ésta debe darse en el marco existencial de la persona. Porque es el sujeto quien, dentro de su propio entramado social, debe reflejar en sus actitudes y comportamientos que acepta la idea de eternidad como parte de su vida. Y al hacerlo, transmite eternidad en su mirada, sus palabras estarán cuajadas de esperanza y sus pies caminarán firmes en el sendero que conduce hacia la vida eterna. Si existe algo que nos puede diferenciar de los que nos rodean, no puede ser nuestra ética, sino que la diferencia debe estar marcada por encontrarnos en posesión de la esperanza; una esperanza que está fundamentada en el mismo discurso de Dios.

domingo, 13 de junio de 2010

DESENCANTOS

Desde la noche de los tiempos, el ser humano ha asistido impasible a la presencia de los dos grandes bloques que se encuentran bien establecidos dentro de la sociedad: el bloque dominante y el bloque dominado.

El bloque dominante, formado por los tres grandes poderes, la política, la religión y la riqueza, es el que hace posible que todo el entramado social piense y actúe de acuerdo con los propósitos establecidos por ellos. Es el bloque que está conformado por todos aquellos que ejercen el poder controlando todos los sistemas establecidos por ellos con el fin de alcanzar sus objetivos: someter a la sociedad global. La política, controlando las actuaciones mediante la manipulación del miedo a que el peso de la ley, establecida por ellos, recaiga sobre todos aquellos que pretendan vivir o pensar de forma diferente. La religión, controlando las emociones mediante la manipulación mental, manteniendo cautivas nuestras mentes dentro del espacio religioso, so pena de ser castigados con el fuego del infierno a los que pretendan emanciparse y vivir en libertad. La riqueza, controlando los flujos económicos mediante el establecimiento de períodos de prosperidad y de crisis, manteniéndonos así en una inestabilidad constante donde nuestra única preocupación es cómo llegar a final de mes y si podremos tener una vejez tranquila.

El bloque dominado, formado por todos los seres que vivimos sometidos, es del que se nutre y hace que tenga sentido el bloque dominante. Aqui no hay señores ni vasallos, santos o pecadores, rangos o escalas sociales, porque todos somos iguales: marionetas en el gran circo montado por el bloque dominante.

Con el paso del tiempo, han aparecido en la historia algunas luces de San Telmo con el propósito de salir del sometimiento al que nos tienen acostumbrado, pero que, muy sutilmente, el bloque dominante ha sabido sofocar haciendo que todo cambie para no cambiar nada.

Por un lado, las grandes revoluciones, y muy especialmente la francesa, trajo consigo la posibilidad de librarnos del poder político a través de la implantación de la democracia, donde el poder reside en el pueblo y todos se encuentran sometidos al imperio de la ley. A partir de ahí, el poder político quedó fragmentado en tres sectores (el ejecutivo, el legislativo y el judicial), para que nadie tuviera la posibilidad de actuar de forma absolutista con el pueblo.

Por otro lado, la reforma nos trajo una bocanada de aire fresco al acabar con la religión monocolor y frenar su apetito de poder. A partir de los principios reformistas la religión fué adquiriendo matices bien diferentes, y el ser humano comenzó a sentirse más libre frente a las imposiciones eclesiales.

Por último, la revolución industrial supuso un cambio esencial para la vida de todos aquellos que estaban sometidos a largas jornadas de trabajo y con salarios que no les permitían salir de la penuria en que vivían. A partir de este hecho histórico, al trabajador se le abrían las puertas a la posibilidad de mejoras en su condición social y económica, y con ello llegó el invento mejor urguido por la riqueza: la clase media. El referente para el pobre ya no se sitúa en la riqueza, sino alcanzar, porque estaba en sus posibilidades, el pertenecer a la clase media, y de ahí tratar de alcanzar la riqueza. Ya no habráin más disturbios entre la pobreza y la riqueza.

Llegados a este punto, el bloque dominante ha hecho uso de su sagacidad y astucia creando, con el tiempo, una situación que llevará al bloque dominado a estar dentro de los límites de su condición: el desencanto.

Desencanto de la política porque a la democracia le ha sido usurpado su sentido original y ha sido usada como herramienta para imponer situaciones absolutistas. Porque en nombre de la democracia se han generado estados feudales donde los estados más fuertes imponen sus normas sobre los más débiles. Porque el imperio de la ley, donde se reconoce que todos somos iguales, hace recaer su peso sobre los más débiles. Como ya nos advertía Alexis de Tocqueville: "Llegará el día en que todos tendremos que soportar el peso de la dictadura de la democracia". La manipulación continúa existiendo, solo han cambiado los conceptos.

Desencanto de la religión porque desde que el hombre fué capaz de enfrentarse a la religión y mirarle cara a cara, comenzó a acercarse a ella no ya desde el miedo sino desde la libertad, para darse cuenta de que todo lo que ella representaba era una pura manipulación en favor de la política y la riqueza. Por lo tanto, era de esperar que el bloque dominante proveyera de recursos para hacer que este desencanto no les afectara en lo más mínimo. La idea de que la religión es el camino por el cual poder acercarse a Dios, pronto es sustituida por la aparición de otros caminos; lo que va a provocar que cada camino conduzca a un dios diferente, hasta llegar a un gran sincretismo en el que todos los dioses y caminos tienen cabida. La manipulación continúa existiendo, solo han cambiado los conceptos.

Desencanto de la riqueza porque la idea pregonada de que el hombre puede alcanzar ascensos en la escala social a través del trabajo y del ahorro, no tardó en ser puesta en tela de juicio, puesto que ésto era inalcanzable. Y para sofocar posibles situaciones de riesgo, era necesario mantener al bloque dominado, mediante los flujos económicos, en un estadio de expectativas constantes, de tal forma, que su preocupación fuera no tanto alcanzar la riqueza, sino de conformarse con llegar a final de mes y tener un trabajo más o menos estable que le permita vivir bien dentro de la sociedad del bienestar. Y esa es la estrategia: no darle mucho para que pueda aspirar a otras escalas, ni darle poco para que se dé cuenta de su realidad y se amargue. Lo importante ya no va a ser si se pertenece a la clase media o baja, sino de tener o no trabajo. La manipulación continúa existiendo, solo han cambiado los conceptos.
Con esta breve exposición ( y no llego a más porque soy muy limitado) lo único que pretendo es reflexionar sobre la gran manipulación y mentira que soportamos los seres humanos. Creyéndonos ser libres, vivimos bajo el sometimiento de aquellos poderosos que ejercen el control: el bloque dominante. Y desde esta reflexión, me pregunto: ¿qué hace alguien como yo, en un mundo como éste?. El último que apague la luz, nos vamos. Sin embargo, ésto no debería ser así, puesto que a través de los tiempos siempre han existido personas que han alzado su voz, y muchos han dado sus vidas, en contra del bloque dominante y el mundo que quieren configurar. Empezaron los profetas, les siguió el mismo Jesús, continuaron los cristianos de la iglesia primitiva y muchos más a través de la historia. Demasiados son los que nos observan mientras nosotros, con el testigo en las manos, nos preguntamos todavía qué hacemos. ¿No es hora de que dejemos de predicar en el desierto y levantemos nuestra voz en medio de la ciudad?. El mensaje continúa siendo el mismo y los conceptos no han cambiado. Tal vez nosotros los hayamos alterado inventando otros nuevos, pero con esta osadía, también hemos alterado nuestros comportamientos.

miércoles, 9 de junio de 2010

SILENCIOS

Dime cómo te llamas

y no escondas de mí tu nombre

ni te ocultes trás los grandes gestos del pasado.

Dime cómo eres

y no escondas de mí tu rostro

ni te ocultes trás las experiencias de otros.

Cuéntame el secreto de lo que guarda tu nombre

y muéstrame tu mirada clara.

Porque mi lucha es con gigantes

pero yo nunca estuve en el valle de Elah;

mi fe se debilita en medio de los conflictos

pero mi pies nunca estuvieron en el monte Moria;

la oscuridad me asalta en mitad del camino

pero mis ojos no han visto tu amanecer.

El día alcanza su monótono ocaso

y las respuestas guardan silencio,

mientras la impotencia se adueña de mí

esperando alcanzar el paraiso perdido.

domingo, 30 de mayo de 2010

LA SEDUCCION DE LOS SUEÑOS

"Los sueños, sueños son". Esta es la categoría donde debemos ubicar los sueños. Sin embargo, a los seres humanos nos resulta harto difícil tener que recorrer el camino de nuestra existencia si ésta no se encuentra ligada a los sueños. Vivir, sí, pero soñando. Soñar con una vida mejor, con un trabajo mejor, con un piso mejor, con un mundo mejor. Los sueños forman parte tan estrecha de nuestra vida, que no podemos concebirla sin ellos. Con los sueños nos aventuramos a vivir, con ellos nos atrevemos a ganar las grandes batallas con las que nos enfrentamos en la vida, ellos son los que nos dan fuerzas cuando nos sentimos desvalidos. Soñar es el gran legítimo derecho del ser humano.
Pero tenemos que aprender que soñar conlleva el peligro de no saber despertar, despertar a la realidad, porque en ocasiones es muy fina la línea que separa lo que es de lo que nos gustaría que fuese. Y es que cuando la fascinación del sueño deseado es grande, nos podemos dejar seducir por el.

Cuando Jeremías le dice a Jehová "Me sedujiste, oh Jehová, y fuí seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día"(Jer. 20:7-8), pienso que Jeremías por quien se ha dejado seducir es por la gran fascinación que tenía porque su sueño se cumpliese: que Israel se arrepintiera de sus pecados y volviera a Jehová. Más la realidad con la que se enfrenta el profeta es bien distinta a la del sueño deseado: Israel va a ser reducido a cenizas y su gente será deportada por no hacer caso a la palabra de Jehóvá. Para Jeremías la carga de la culpa recae sobre Jehová, pero su seducción proviene de su sueño, de su fascinación porque su palabra fuera escuchada y la nación fuera sensible al arrepentimiento. Nada más lejos de la realidad.

Han pasado muchos siglos y han cambiado mucho las cosas, pero la fascinación porque nuestros sueños se hagan realidad dentro del pueblo de Dios, sigue seduciéndonos. Y cuando echo una mirada al retrovisor de la vida, me doy cuenta de cuántas personas he conocido que por dejarse seducir por el sueño que tenían de la iglesia, han dejado de congregarse porque la realidad los ha devorado. No han entendido que la iglesia no se alimenta de sueños, sino de realidades; y que éstas están conformadas por hombres y mujeres de carne y hueso, cada uno con su idiosincracia, sus caracteres, sus miedos, sus traumas, sus buenas y malas intenciones, pero que luchan cada día por engrandecer la nueva humanidad que han recibido en Cristo. Y es que cuando somos seducidos por nuestros sueños, dejamos de percibir la realidad eclesial y comenzamos a entender la comunidad en base a nuestro ideal humano, sin darnos cuenta de que la comunidad es una realidad dada por Dios y que, como tal, su verdadero valor se encuentra en la esencia de lo que es: Cuerpo de Cristo.
A todos los que soñais, soñad, teniendo en cuenta que "debemos persuadirnos de que nuestros sueños de comunión humana, introducidos en la comunidad, son un auténtico peligro y deben ser destruidos so pena de muerte para la comunidad. Quien prefiere el propio sueño a la realidad se convierte en un destructor de la comunidad, por más honestas, serias y sinceras que sean sus intenciones personales" (Dietrich Bonhoeffer).

viernes, 14 de mayo de 2010

COMO OVEJAS EN MEDIO DE LOBOS

Desgraciadamente, vivimos en una sociedad donde impera la filosofía de que "todo tiene su precio". Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos en un contínuo proceso de "compra-venta". Vivimos en una constante vorágine de relaciones contractuales. Yo de doy y tú me das. Yo te vendo y tú me vendes. El alcance de la sociedad del bienestar ha tenido sus grandes logros en la vida del ser humano, en lo que a occidente se refiere, pero con su venida también han llegado sus desventajas: vivir en una sociedad de consumo donde contínuamente nos estimulan el cerebro para que respondamos a la orden de intercambiar, mediante el precio estipulado, aquello que poseemos, aunque sean nuestros bienes más preciados como pueden ser la vida o la ibertad.

Queramos o no, este pensamiento afecta a nuestras relaciones interpersonales, puesto que todo lo que conforma nuestra interioridad, queda afectado por este pensamiento, de tal manera que si yo te hago algún favor, espero que pagues el precio que vale. Respondemos, con generosidad, ante situaciones de necesidad esperando algo a cambio. Permitimos que nuestros sentimientos afloren ante el problema ajeno, pero cuando la ocasión se nos presenta, pretendemos que se nos pague la factura. Y es que, la filofosía de que "todo tiene su precio" ha entrado de tal manera a través de nuestros tuétanos, que se ha quedado formando parte, como si de un okupa se tratara, de nuestra existencia.

Sin embargo, entre tantas voces que claman porque se les pague el favor realizado, reina el silencio de todos aquellos que buscan el bien del otro motivados únicamente por amor. Personas que entienden que hacer bien al prójimo no es algo que está a la venta ni necesita recompensa alguna, y que por tanto, se entregan a los demás sin esperar nada a cambio. Y es que, ante situaciones de necesidad, ni siquiera se plantean el coste de su participación. Personas que conocen muy bien cuál es el sentido de la vida y se entregan de lleno a alcanzar su plenitud, tratando de agradar al otro hasta en las cosas más insignificantes, porque solo saben vivir en clave de gratuidad.

Ante la generosidad de estas personas, solo caben dos respuestas posibles: Por un lado, nuestra respuesta es pensar que gozan de un grado elevado de estupidez, porque quién en su sano juicio es capaz de actuar desinteresadamente ante la miseria del otro, cuando lo normal es aprovecharse de su situación. Pero la realidad es que en este tipo de personas, lo que impera no es tanto la claridad de juicio, sino el grado de libertad que poseen. Libertad de ellos mismos, de su propio egoismo; libertad de los esquemas religiosos, políticos o sociales; libertad de lo que puedan pensar los demás. Libertad para darse al otro y enriquecerlo con su generosidad.

Por otro lado, nuestra respuesta puede y debe ser de gratitud. Gratitud por su autodonación, por su generosidad, por su fuerza y valentía al haber optado vivir para el otro en medio del silencio. Gratitud por recordarme que la misericordia y la gracia no están en peligro de extinción. Gratitud porque su ejemplo me sirve de espejo para ver mis miserias.

A todos ellos, y a título personal, desde aquí quiero entonar un cántico en su honor, por recordarme que amar al otro no tiene ningún precio, sino que es gratuito.


jueves, 29 de abril de 2010

LA PASTORAL ES COSA DE TODOS

Nos encontramos ya muy adentrados en el s. XXI y los cambios que se han originado en la vida han sido grandes y muy vertiginosos. A nivel científico, político, económico, pero sobre todo a nivel social. Y puesto que en el tejido social es donde más cambios se han producido, pienso que deberíamos enfocar correctamente la visión que debemos tener sobre la pastoral porque, a estas alturas donde nos encontramos y sin haber dedicado tiempo a plantearnos si nuestra pastoral es o no eficaz, pienso que posiblemente pueda estar algo desenfocada. Hemos estado mucho tiempo conviviendo con unos esquemas acerca de la pastoral, y se hace necesario, debido a los tiempos en que vivimos, a las herramientas de que disponemos y por la edad que ya tenemos, que seamos más críticos, no destructivos, con algunos planteamientos al respecto de dichos esquemas.

El primer planteamiento que me gustaría realizar tiene que ver con el concepto en sí: "pastoral".
La propia definición de "pastoral" nos dice que tiene que ver con todo lo relativo al pastor, y en este caso sería correcto el sentido que se le da a dicho concepto, ya que dentro del campo evangélico hemos entendido desde siempre que es el pastor quien debe encargarse de dicha función. Aunque existen puertas traseras que utilizan otros para realizar esta tarea, bien por que se creen maduros o bien porque les interesa el protagonismo, oficialmente el responsable ante la congregación de realizar la pastoral, es el pastor. El es la representación de la madurez delante de la congregación. Y así las cosas, todos contentos. Porque a todos nos gusta que haya alguien que se ocupe de realizar esta tarea, ya sea porque le pagamos o bien porque sienta esta necesidad.
Sin embargo, cuando leemos el N.T. nos encontramos con una realidad bien distinta. Y es que en ningún caso se menciona el hecho de que el pastor debe realizar "la pastoral" (salvo casos concretos en que debe visitar a los enfermos y a las viudas). Los autores de las cartas ni mencionan el concepto "pastoral" y mucho menos que sea algo que deben hacer los pastores. Por lo tanto, tenemos un serio problema de praxis comunitaria, ya que, nos guste o no, todos los miembros debemos ser responsables de preocuparnos los unos por los otros. Y esto no puede estar delegado en un asalariado o en alguien elegido para hacerlo. Esto sí que se encuentra bien detallado por los escritores de las cartas, ya que el concepto "los unos por los otros" está a flor de piel en todos los escritos. En esto consiste la verdadera pastoral comunitaria: en que sintamos vocación de preocupación los unos por los otros. Fuera de esto, la pastoral no es ni más ni menos que una mera asignatura en un seminario. Porque son los miembros de la comunidad los que deben tener este sentimiento de pasión por las vidas de aquellos que conforman el pueblo de Dios. Por supuesto esto no es óbice para que el pastor sea el primero en hacerlo y nos motive a realizar este ejercicio tan sano y enriquecedor para la vida de la comunidad.


Para llevar a cabo este planteamiento, se hace necesario que prestemos atención a un concepto que, a veces, parece más mundano que espiritual, y se trata del concepto amistad. Y digo esto porque, desde que nos convertimos el énfasis recae siempre en la hermandad que hemos recibido en Cristo. Somos hermanos y eso es indiscutible. Y esta idea que se repite una y otra vez tal vez haya asfixiado un poco el término amistad. Y a eso nosotros mismos hemos contribuido algo, ya que incluso a veces se nos exhorta a dejar la amistad que tenemos con aquellos que no son creyentes. El concepto amistad, a veces está más ligado al mal que al bien: amistad con el mundo, amistad con el dinero, con la fama, con el pecado. Y eso no es verdad, ya que la amistad es un concepto hermoso, digno de ser compartido con los demás.
Es por ello, que para realizar una buena pastoral, deberíamos recuperar la amistad que debe existir entre nosotros. Solo así podríamos conocernos los unos a los otros y saber cuáles son nuestras necesidades y aquellas cosas que nos agobian. Pero esto no puede llevarse a cabo mientras no entendamos que no podemos conocernos por vernos dos horas a la semana, y eso si es que llegamos a vernos. ¿Qué amistad puede existir con unos planteamientos así?. Es por ello que debemos entender la importancia de la amistad, porque solo así podremos ser estimulados a ejercer la pastoral los unos con los otros. Entendiendo que la pastoral no debe abarcar solamente a la comunidad, sino también a aquellos que nos rodean en nuestro día a día. Personas que están a nuestro lado y no les prestamos la más mínima atención y a las que tenemos el gran privilegio de poder echarles una mano en sus problemas.

Con la llegada de la Reforma, se abrió un nuevo mundo para el creyente al dársele la importancia que cada uno tiene, como indivíduo, dentro del pueblo de Dios. Es por ello que, en el sentido de la pastoral, si obviamos dicho descubrimiento, estaremos permitiendo que nuestra existencia comunitaria vaya empobreciéndose cada vez más, porque no existe nada más enriquecedor que nuestra vida se abra al otro. Y esto es tarea tuya y mía.




miércoles, 28 de abril de 2010

MAS REFLEXION Y MENOS DEVOCION

Tengo un amigo que cuando le comento alguna reflexión, de aquellas que suelen surgir cuando el alma está en ese punto de rotura, me dice que las neuronas se me han subido a la parra. Lógicamente yo le digo lo mismo cuando le pasa a él. Y la verdad es que cuando alguien trata de reflexionar en aquellas cosas que no entendemos, nuestra reacción inmediata frente a él es de rechazar, por norma, su reflexión. Así nos mantenemos firmes en la doctrina que nos han enseñado y creemos firmemente.

Mucho me temo que la educación evangélica que hemos recibido, nos ha conducido, sin habernos dado cuenta, a un punto de aceptación sumisa en el que cuesta dar marcha atrás. Nos han enseñado las cosas como son y así hemos de aceptarlas. Y como esto no es negociable, nosotros hacemos lo mismo con aquellos que se integran en nuestras iglesias. Y no es que tenga nada en contra de este sistema educativo, porque es muy necesario que tengamos un conocimeinto claro de las doctrinas que afectan a nuestra vida cristiana y que, sobre todo, nos mantienen unido a nuestras raíces. Pero otra cosa es que hayamos llegado a un punto en el que no se pueda cuestionar nada de lo que hay establecido y que cualquier reflexión sobre Dios y su encuentro con el hombre, puede resultar un atentado terrorísta contra la fe.

Se hace necesario, pues, que hagamos un alto en el camino y que, de la misma manera que hubieron hombres que reflexionaron sobre la fe y que, gracias a ellos, tenemos hoy día un formidable cuerpo doctrinal, nosotros sepamos recoger el testigo y seamos capaces de hacer lo mismo para poner cosas que, muy posiblemente, estén fuera de su lugar. Y esto, muy a pesar de que a algunos les tenga que doler los oídos por las cosas que oigan. Pero esto no es solo trabajo de líderes, sino de todos. Porque la reflexión debe ser patrimonio de toda la comunidad eclesial.

A lo largo de la historia bíblica, encontramos hombres y mujeres que fueron capaces de colocar su reflexión por encima de su devoción con respecto a Dios y su actuación (Elías, Jeremías, Habacuc, David, etc., etc.). Personajes que no tuvieron inconveniente en pensar sobre Dios de forma diferente a como lo hacían sus contemporáneos e incluso mostrar su humanidad a través de sus dudas con respecto a la actuación de Dios. Eran personas muy devotas a la ley y a los esquemas religiosos de su tiempo, pero que mostraron no tener ningún miedo en presentar a un Dios muy diferente del que tenían aquellos que les rodeaban e incluso para ellos mismos, ya que también ellos habían sido educados en la ley y en las tradiciones del pueblo de Dios. Y es que, cuando la reflexión se antepone a la devoción, siempre se produce tensión.

Y tensión tuvo que ser lo que debió predominar en la vida de Jesús. No olvidemos que él mismo fué educado, desde pequeño, en la ley y las sagradas tradiciones de su pueblo. Y romper con esta educación, a causa de su reflexión, debió provocar en él tremendas tensiones. Pero su reflexión sobre Dios pudo más que su devoción. Y como consecuencia de ello, Jesús se enfrenta a los esquemas religiosos de su tiempo, hasta tal punto que muere en la cruz por causa de ellos. Porque el Dios de Jesús es diferente. Es otro. Y esta novedosa presentación de Dios ante el pueblo, no es fruto del hecho de que Jesús nace con este conocimiento, sino que desde muy joven ya debió empezar a contrastar su reflexión sobre Dios y el Dios que le presentaba la religión del pueblo. Y no es que el Dios de Jesús fuera diferente al Dios que mostraban los líderes religiosos, y que se mostraba revelado en el A.T., sino que la forma de entender a Dios y su actuación, era totalmente diferente. Mientras que los líderes se acercaban a las tradiciones y a la letra de la ley, Jesús reflexionaba en la interioridad de la persona de Dios. Y mientras crecía en esa reflexión, crecía en sabiduría y poder de Dios. Hasta que, llegado el momento, tuvo que decidir en su vida enfrentarse a todo lo que había establecido y presentar al Dios que estaba velado entre tanta devoción.
Y como Jesús, a nosotros se nos ofrece la posibilidad de no quedarnos con la letra de la sana doctrina y los esquemas establecidos, sino que tenemos la oportunidad y responsabilidad de presentar la verdadera imagen del Dios de Jesús. Una oportunidad que solo se nos brinda desde la reflexión. Por supuesto nos tendremos que enfrentar con muchos molinos de viento que trataran, en el nombre de Dios y la devoción que le tienen, hacernos cobardes. Pero la cobardía es patrimonio de los valientes.


lunes, 26 de abril de 2010

¿CÓMO HEMOS DE VIVIR?

¿Cómo tenemos que vivir? ¿De qué forma tenemos que comportarnos para ser socialmente aceptables y, sin embargo, no ofender a Dios? ¿Cómo debemos actuar en medio de nuestra sociedad para no ser rechazados por ella y, al mismo tiempo, nuestra conciencia no se vea salpicada con sentimientos de culpa porque no estamos actuando correctamente?. La contestación a estas preguntas y a otras más que nos hacemos, se encuentra estrechamente relacionadas a cómo nos enfrentamos a un tema, tan abstracto como la vida misma, y que sin embargo es de vital importancia ya que afecta a toda nuestra existencia en relación con Dios y con la sociedad. Y este concepto no es otro que el de la ética.
La Real Academia Española define el concepto ética como: "la parte de la filosofía que trata de la moral y de las disciplinas del hombre", y si acudimos a que nos explique qué es la moral nos dice: "que no pertenece al campo de los sentidos, por ser de apreciación del entendimiento o de la conciencia". En definitiva, que la ética pertenece a nuestra interioridad. Cómo pues, se puede estudiar algo que pertenece a la interioridad humana, siendo que cada ser humano tendría derecho a tener su propia concepción de lo que es ético o no, y nadie le podría reprochar nada. Por lo tanto, para hablar correctamente del concepto ético, tenemos que acudir, no al propio término, sino a cómo tiende expresarse en la existencia humana. Y por ello, hemos de acudir a las tres grandes áeras donde el concepto de la ética halla su máxima expresión: la ética del estado, la ética social y la ética de Dios.
La ética del estado
Si tuviéramos que definir en qué consiste la ética del estado, lo podríamos expresar en una corta frase: Ser garante de la propiedad privada. Porque es bien cierto de que toda la normativa existente, está dirigida a que se respete la propiedad privada frente a una posible agresión de otro. Desde el bien más preciado por el ser humano, como es la vida, hasta los derechos más sublimes o más pequeños, se encuentran bien atrincherados para soportar cualquier ataque de alguien que pretenda usurpar el bien del otro, so pena de castigo para aquellos que lo intentan.
La ética del estado lo que pretende es que, frente al caos que reinaría si no existiesen trabas al hecho de poder apropiarse de los bienes del otro, haya armonía social. Que la sociedad se sienta segura frente a los ataques, sabiendo que existe un ordenamiento jurídico que no permitirá, bajo ningún concepto, que la propiedad privada se sienta amenazada.
El problema es que los que originan y promueven el cumplimiento de esta ética, son tan humanos como aquellos hacia los que va dirigida. Es por ello que, dentro de la esfera del cumplimiento de esta ética, se encuentran unos y otros, porque todos estamos expuestos a desear el bien del prójimo. Por lo cual, de todo este proceso se origina una cuestión: ¿De quién podemos fiarnos?. Quién es la persona que, no deseando el bien del otro, tiene autoridad moral para decirnos cómo debemos actuar. Quién es nuestro referente para guiarnos en una ética tan politizada y tan mezquina que lo único que hace es beneficiar a unos y desposeer de sus derechos a otros.
La ética social
Lo que se pretende con la ética social es formar e informar al indivíduo de cómo ha de comportarse para poder ser aceptado socialmente, de tal forma que si éste no se aviene a lo establecido, será considerado como un antisocial, un contestatario, que lo único que pretende es romper el orden establecido a través de los esquemas sociales y que por ello será cuestionado en todo lo que haga y diga, aunque su modus vivendi sea mucho más enriquecedor que el existente.
Cuando hablamos de ética social, no nos estamos refiriendo a un ordenamiento escrito donde poder consultar para que nos guíe en las ambigüedades de cómo hemos de vivir. Tal y como su nombre indica, es la sociedad la que establece lo que es aceptable y lo que no, lo que es repudiable y lo que no. De tal manera que, hasta que no llegue el momento en que la sociedad vea tal o cual comportamiento como aceptable, será considerado como comportamiento no ético. Sin lugar a dudas, la historia está preñada de actos no éticos que, con el paso del tiempo, se han considerado como éticos.
Aquí, como en la ética del estado, rige la misma cuestión: ¿Quién tiene autoridad para decidir cómo se ha de vivir?. Porque si bien una promulgaba el vivir como quieras, siempre y cuando no molestes al otro, aqui el mensaje es el mismo: vive como quieras mientras no rompas los esquemas sociales. Tanto en una como en otra, el sujeto de la ética es el indivíduo.
La ética de Dios
Para hablar de la ética de Dios necesitaríamos escribir muchísimas páginas para poder adentrarnos algo en ella, y la verdad yo no estoy preparado para acometer tal estudio. Eso sin contar con un problema insalvable, que aquí el sujeto de la ética no es otro que Dios, y a Dios no se le puede introducir en una probeta de ensayo para analizar todo su pensamiento.
Por ello, me gustaría sintetizar el tema partiendo de unas palabras del profeta Miqueas que, según mi opinión, nos pueden ayudar a entender cuál es el concepto de ética para Dios: "oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de tí: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8).
La mayor parte de nuestra vida la pasamos dando golpes de ciego tratando de alcanzar aquello que responda a cómo hemos de vivir. En cambio Miqueas nos informa que se nos ha declarado lo que es bueno y que esta bondad se encuentra expresada en hacer justicia, amar la misericordia y humillarse ante Dios. Estas palabras de Miqueas recuerdan a las palabras dichas por Jesús al joven rico en Lucas 18:18-23: Puesto que dices que conoces la ley y que la cumples, ahora expresa este conocimiento dando lo que tienes a los demás. Se nos ha declarado lo que es bueno, pero ahora nos falta expresar este conocimiento en el otro.
Si queremos entender de forma sintetizada cuál es el significado vital de la ética de Dios, tenemos que saber abrir nuestra interioridad a la existencia del otro. Porque es en nuestra entrega al otro donde se encuentra resuelto el misterio de la ética de Dios. Y cuando alcanzamos a desvelar este miestrio, nos damos cuenta de que la ética no corresponde a la esfera privada, sino a nuestra oferta de vida al otro. Una oferta que nos invita a cruzar la línea que separa nuestro egoísmo de la alteridad, y al hacerlo comenzamos a disfrutar de una vida que respira y se alimenta de la libertad. Libres de mala conciencia, libres de interrogantes, de inquietudes, de angustias. Porque la ética de Dios es nuestra ética: vivir por y para el otro.
A diferencia de la ética del estado y la ética social, la ética de Dios no está sujeta a ordenamientos escritos ni a comportamientos sociales. Aquí el génesis de la ética es Dios mismo y se encuentra sujeta a su propio comportamiento. Por eso, el que quiera comprender y admirar la ética de Dios, debe prestar atención a cómo Dios se ha comportado con el ser humano. Un comportamiento que, desde el primer instante en que Dios decide, con la creación, abrirse a su creatura, ha ido en una constante evolución en cuanto a darse a conocer. Un darse a conocer que alcanza su clímax en la encarnación. Es por ello que el hilo conductor del comportamiento de Dios para con su creatura, ha sido de contínua entrega, de un ofrecimiento completo al otro.
En este sentido, la ética de Dios es contraria a las dos expuestas anteriormente, porque ésta no persigue la protección de la propiedad privada, sino que se opone a ella por cuanto todo lo que tengo, hasta mi propia vida, pertenece a Dios y tal y como El ha hecho, debo saber estar abierto para el beneficio del otro. Mi libertad, mis derechos, mis bienes, todo lo que soy y tengo, debe estar expuesto al servicio del otro.
¿Cómo hemos de vivir? El comportamiento de Dios debe ser nuestro referente, y no todas aquellas reglas de conducta que conforman lo que alguien, en un momento dado, se inventó y le puso por nombre "ética cristiana". Sólo así conseguiremos que la ética no se convierta en un legalismo que nos esclaviza, sino que nos enseñará a vivir en libertad y a disfrutar de la vida.

jueves, 22 de abril de 2010

CUIDADO CON LOS CONSEJOS

Si alguien no ha visto la película "Brothers" (hermanos, para los que como yo no saben inglés) le aconsejo que la vea porque, desde mi punto de vista, es una gran película. Y desde mis cortas luces, creo que hay una frase en el diálogo del protagonista, narrador de la historia, que es el hilo conductor del tema del film: "Nuestras huellas dactilares quedan impresas en las vidas que tocamos". Y esta frase me dió que pensar en mí y en otros, porque es una gran verdad que, queramos o no, vamos tocando vidas siempre que podemos. Algunos lo hacen porque es su deporte favorito, otros lo hacen porque es su oficio, otros lo hacen porque les apasiona, otros...... y un largo etcétera que haría que esto pareciera el anuncio de Coca Cola. Porque la verdad, ¿ a quién no le gusta aconsejar al otro?, ilustrar a los demás, enseñar el camino correcto, guiar al ciego a la luz, ensanchar la mente de los estrechos, alimentar al débil para que se fortalezca..... y un sinfín de motivos que tenemos con tal de procurar imprimir nuestras huellas dactilares en los demás.
A todos ellos, y a mi mismo, porque también a mi me gusta contar mis batallitas, hemos de aprender a reflexionar sobre el cuidado que se debe tener cuando decidimos poner nuestras huellas en el otro. Porque son vidas humanas lo que estamos tocando. Y a no ser que por nuestros poros transpire solo miseria, antes que nada, hemos de partir de nuestra propia realidad, de cuáles son nuestras limitaciones y hasta dónde podemos llegar. Porque el hecho de que seamos líderes en una iglesia o tengamos alguna responsabilidad docente, o incluso que llevemos veinte lustros de apasionada conversión, no nos convierte en profesionales de ninguna materia. No será la primera vez ni la última (aunque espero que sí) que por el hecho se ser quienes somos, nos creemos que somos médicos, psicólogos o consejeros matrimoniales, capaces de curar a todo bicho viviente y poner orden dentro del caos que se ha originado. Precisamente, lo que más nos capacita para poder ayudar a alguien es el reconocimiento de cuáles son los límites de nuestro territorio. Y en algunas ocasiones, tenemos que darnos cuenta que existen temas muy delicados y sensibles que deben ser tratados por personas más cualificadas.
Antes de abrir nuestra boca, reflexionemos seriamente qué vamos a decir a la persona que acude a nosotros a pedir consejo, porque no lo olvidemos: "Nuestras huellas quedarán impresas en su vida".

miércoles, 21 de abril de 2010

REFORMAR NUESTRA ECLESIOLOGÍA

Que duda cabe de que la iglesia tiene muchas asignaturas pendientes. Y es por ello que, como todos sabemos y aplaudimos, la iglesia tiene que estar en un contínuo proceso de reforma. Y la verdad es que han habido bastantes. Por lo menos desde que empecé a asistir a una iglesia, han habido muchos cambios. Sin embargo, tengo la sensación de que la mayoría de reformas que se han operado en la iglesia, han sido forzadas, en alguna manera, porque la vida nos ha empujado con tanta violencia que hemos tenido que cambiar. Y en algunas ocasiones, incluso ni nos hemos parado a sopesar si los cambios podrían pasarnos factura en algún momento.
Han habido muchos cambios, es verdad, pero con mucho pesar ninguno de ellos ha afectado seriamente a nuestra eclesiología. Y si en algo tenemos que cambiar, si existe algo en lo que tenemos que acometer una seria y profunda reforma: es en nuestra eclesiología. Y la tenemos que acometer porque la iglesia es un instrumento, no un fín en sí misma. Y ese instrumento se está quedando caduco, vacío de contenido y sin proyectos, porque la iglesia se ha quedado como un mamut fosilizado en la época glaciar, que se encuentra entero, intacto, pero no se puede mover porque es un fósil.
Corrían los tiempos de la resurrección de Jesús, y aquellos que le habían conocido y seguido, tuvieron que hacer un gran esfuerzo, con la acción del Espíritu, por entender todo lo que había acontecido.Y ese entendimiento les llevó a tener que trastocar su teología, su concepción del Templo, de los cultos, en definitiva de todo el judaísmo que le corría por sus venas. Y para añadir más tensión a su cambio, tuvieron que entender que los gentiles también formaban parte del proyecto de Jesús.
Fue pasando el tiempo, y esa reforma que tuvieron que acometer los primeros cristianos, se fue asentando en las comunidades nacientes. Pero no sin antes tener que pasar por momentos de indecisión, por situaciones de tensión, por circunstancias muy adversas al cambio que se estaba imponiendo. No solo con los ajenos a las comunidades, sino sobre todo con aquellos que se íban añadiendo a las comunidades y querían imponer lo viejo sobre lo nuevo ( Cf. Hechos 15). Al final, y a duras penas, se consiguió conformar una interpretación teológica de lo que había acontecido con el hecho Jesús, y esa interpretación caló tan de lleno en las entrañas de la comunidad, que ésta pudo expresar con toda naturalidad, en su espacio y su tiempo, lo novedoso de este mensaje tanto intra-comunitariamente como extra-comunitariamente.
Han pasado 20 siglos y muy mal hemos tenido que hacer las cosas, para que continuemos teniendo la misma eclesiología que tuvieron los primeros creyentes, e incluso hasta en muchas cosas peor que la que tenían ellos. No es que esté mal copiar aquellas cosas que van bien, pero ellos tuvieron su propia eclesiología para su tiempo y espacio, y nosotros tenemos la obligación de hacer lo mismo para nuestro tiempo y espacio. Las bases continúan siendo las mismas que la de ellos, y eso no podemos cambiarlo, ya que parten de la resurrección de Jesús y la acción del Espíritu, pero las formas sí tenemos que cambiarlas porque los signos de nuestro tiempo son diferentes a los de ellos.
La concepción de nuestra eclesiología debe cambiar, tiene que cambiar, a pesar de que a muchos no les interese, tal vez porque viven de ella o bien porque se realizan en ella. Pero que esto tiene que cambiar no es negociable, porque la acción del Espíritu no puede ser frenada por actitudes mediocres.
Llega la hora de que el vino nuevo rompa los odres viejos y la concepción de una eclesiología vertical deje paso a la de una eclesiología horizontal.
Hace ya mucho tiempo que la iglesia viene padeciendo los males que trae consigo el hecho de tener una eclesiología vertical. Una eclesiología en la que el énfasis recae en el hecho de que Cristo es la Cabeza de la iglesia, el dueño y señor de la misma, y esto es tan cierto como que Dios juzgará a toda criatura; pero a esta concepción hay que añadirle el hecho de que Cristo está representado por todos aquellos que han sido designados como líderes para pastorear el rebaño. Y como tales, en el nombre del Señor hablan, escriben, dictan normas, y lo más grave, interpretan las Escrituras. Y esto lo hacen siguiendo esquemas novotestamentarios que fueron establecidos para unas necesidades muy concretas, con unos problemas muy específicos, y porque había que dar respuestas en una cultura y una cosmovisión de aquellos tiempos. No obstante, como a la iglesia primitiva les fue bien, y a ellos también, por qué cambiar el enfoque de la eclesiología.
Gracias a Dios, dentro de su pueblo se da el caso de que no todo es orégano, porque existen creyentes que entienden que la eclesiología debe partir desde una concepción horizontal, donde Cristo es la Cabeza del cuerpo, y todo el cuerpo responde a la Cabeza. Un cuerpo que está formado por hombres y mujeres libres, donde todos son responsables ante el Señor. Un cuerpo donde cada miembro, según el don que se le ha otorgado, es responsable ante el otro de su edificación. Un cuerpo donde todos vamos construyendo hasta llegar a la perfección. Un cuerpo que se entiende a sí mismo como instrumento de Dios, y como tal, debe buscar contínuamente la renovación y transformación en el Espíritu.

viernes, 16 de abril de 2010

ACCION DEL ESPIRITU EN JESUS

Es evidente que cuando hablamos del Espíritu Santo, tenemos que hacerlo sin perder su relación con la cristología, porque la experiencia del Espíritu es una referencia a Cristo. Al estar la pneumatología en correlación con la cristología, hemos de reconocer la necesidad de ver ésta relación desde un doble enfoque: desde una cristología descendente y desde una cristología ascendente, ya que el método a seguir es ver la experiencia del Espíritu desde una cristología ascendente, en detrimento de la descendente.
En la vida de Jesús existen tres momentos en los que es exaltado como Hijo de Dios y en los que el Espíritu es mencionado como agente o instrumento de esta exaltación.
1.- En el relato de la anunciación, se nos muestra que Jesús, desde su primer comienzo era ya Hijo de Dios, el Santo por excelencia. Desde el principio Jesús va a ser constituido por el Espíritu como el Hombre Nuevo, el Hijo de Dios. El Espíritu está aquí no solo para realizar el milagro de la concepción virginal, sino sobre todo para dar la dignidad y poder de Hijo de Dios al que ha de ser concebido.
2.- En el relato del bautismo, se nos muestra cómo Jesús recibe el don del Espíritu desde los inicios de su misión, cumpliéndose así las palabras del profeta: "sobre él reposa el Espíritu de Yahvé" ( Is.11:2). Y Pedro va a relacionar así el Espíritu y el poder de Dios en su discurso ante Cornelio (Hch. 10:37-38).
3.- Con la resurrección se produce la exaltación de Cristo y su entronización, por la cual recibe no solo el nombre de Señor, sino el de Hijo de Dios. Y este hecho glorioso tiene lugar como obra del Espíritu Santo (Rm. 1:4). El Espíritu es visto como el instrumento del poder de Dios que resucita a Jesús y que comunica este mismo poder al resucitado.
En los tres relatos, el Espíritu aparece siempre en relación con el poder divino. El es el instrumento o agente del poder de Dios. Así pues el Espíritu se nos presenta como el poder de Dios comunicado al Hijo. Y siendo el poder de Dios como constitutivo esencial de su divinidad, decir que el Espíritu otorga a Jesús el poder de Dios es lo mismo que decir que le otorga su divinidad.
Veamos ahora el Espíritu en el marco de lo que se llama cristología descendente. Si la cristología ascendente se encuentra formulada en la introducción a la carta a los romanos, la cristología descendente podría hallarse resumida en el prólogo del evangelio de Juan: Jesús es el verbo eterno y preexistente de Dios, descendido y hecho carne entre nosotros.
El Espíritu Santo va a ser el instrumento o agente para que se lleve a cabo la mayor expresión de Dios en cuanto a transmitir su palabra al ser humano con el propósito de establecer de forma permanente un diálogo en el que Dios toma la iniciativa de abrirse de par en par al ser humano, con miras a la posibilidad de iniciar una amistad, una comunión de vida, y así poder restablecer la armonía en el caos que se produjo en la creación. En Jesús, por la acción del Espíritu, podemos ver la máxima expresión de autodonación de Dios, desgarrándose a sí mismo para mostrarnos su interioridad.
La relación entre la actuación de Jesús y la acción del Espíritu no pueden ser distintos. Lo que sucede es que a veces se llega a esquematizar de manera diferente según nos acojamos a un esquema de cristología descendente o a uno ascendente. Pero los dos esquemas forman parte de uno solo y no podemos separarlos, ya que la acción del Espíritu es única en los dos.

Hace ya más de 20 siglos que Jesús dijo que volvería y no ha vuelto. Pero de hecho el retorno y la presencia de Jesús ya tuvo lugar de alguna manera con la venida del Espíritu con el propósito de mantener a la comunidad en contacto con Cristo. A través del Espíritu se extiende la personalidad de Cristo en medio de su comunidad, haciéndose presente en su ausencia glorificada.
Así pues, estando presente Cristo en su comunidad, por la acción del Espíritu, nuestra existencia comunitaria debe ser de continuidad. Una continuidad que nos lleve a una práctica comunitaria dentro de los dos esquemas cristológicos.
Desde el esquema descendente. desarrollar nuestra existencia comunitaria dentro de los valores y principios que impulsaron a Jesús enfrentarse a los esquemas religiosos, políticos y sociales. No podemos vivir como Jesús vivió, ni podemos seguir a Jesús en sus pisadas, pero sí podemos alimentarnos de su pasión por el prójimo, endurecer nuestro rostro ante las injusticias, levantar nuestra voz al denuncuar la explotación del pobre, en un mundo distinto al que él vivió pero con el mismo mensaje.
Desde el esquema ascendente, alimentar nuestra experiencia comunitaria con el sentimiento que produce la visión del Resucitado. No desde la cruz, porque la cruz nos invita a la contemplación, sino desde la resurrección que nos invita a la acción. Una comunidad que vive por y para el Resucitado por la acción del Espíritu.

jueves, 15 de abril de 2010

PREPARADOS!!! LISTOS!!!! YA!!!!!!

Tenía 18 años y Dios vino a mi vida, cuando todo era más sencillo. No había responsabilidades ni decisiones que tomar. Las suelas de mis zapatos estaban enteras, sin gastar, y podía caminar fuerte, rápido. Mis pasos eran firmes. Pero cuando ya te encuentras en el atardecer de la vida te das cuenta de que las luces de neón se han ido apagando poco a poco y te arriegas a seguir el camino en medio de la penumbra. Es en ese estadio de la carrera cuando comenzamos a plantearnos si vale la pena seguir, porque las dudas, cada vez más bien alimentadas, nos asaltan en el camino.
En ese torbellino de dudas que nos conducen a la incertidumbre sobre la existencia de Dios, es cuando nuestra capacidad de reflexionar debe llevarnos a la certeza de que Dios no cabe dentro del concepto idea, sino que es una realidad en la vida de todos aquellos que comenzaron un dia la carrera de la fe. Cuando vivimos en la inseguridad de los caminos, cuando en nuestra vida escasean proyectos de futuro y las llagas en nuestros pies nos impiden continuar, apela a tu capacidad de reflexionar. Solo en la reflexión, tu debilitada fe se fortalecerá en medio de la incertidumbre. En la reflexión sabrás que hay luz al final del túnel a pesar de que no la veas.