jueves, 29 de abril de 2010

LA PASTORAL ES COSA DE TODOS

Nos encontramos ya muy adentrados en el s. XXI y los cambios que se han originado en la vida han sido grandes y muy vertiginosos. A nivel científico, político, económico, pero sobre todo a nivel social. Y puesto que en el tejido social es donde más cambios se han producido, pienso que deberíamos enfocar correctamente la visión que debemos tener sobre la pastoral porque, a estas alturas donde nos encontramos y sin haber dedicado tiempo a plantearnos si nuestra pastoral es o no eficaz, pienso que posiblemente pueda estar algo desenfocada. Hemos estado mucho tiempo conviviendo con unos esquemas acerca de la pastoral, y se hace necesario, debido a los tiempos en que vivimos, a las herramientas de que disponemos y por la edad que ya tenemos, que seamos más críticos, no destructivos, con algunos planteamientos al respecto de dichos esquemas.

El primer planteamiento que me gustaría realizar tiene que ver con el concepto en sí: "pastoral".
La propia definición de "pastoral" nos dice que tiene que ver con todo lo relativo al pastor, y en este caso sería correcto el sentido que se le da a dicho concepto, ya que dentro del campo evangélico hemos entendido desde siempre que es el pastor quien debe encargarse de dicha función. Aunque existen puertas traseras que utilizan otros para realizar esta tarea, bien por que se creen maduros o bien porque les interesa el protagonismo, oficialmente el responsable ante la congregación de realizar la pastoral, es el pastor. El es la representación de la madurez delante de la congregación. Y así las cosas, todos contentos. Porque a todos nos gusta que haya alguien que se ocupe de realizar esta tarea, ya sea porque le pagamos o bien porque sienta esta necesidad.
Sin embargo, cuando leemos el N.T. nos encontramos con una realidad bien distinta. Y es que en ningún caso se menciona el hecho de que el pastor debe realizar "la pastoral" (salvo casos concretos en que debe visitar a los enfermos y a las viudas). Los autores de las cartas ni mencionan el concepto "pastoral" y mucho menos que sea algo que deben hacer los pastores. Por lo tanto, tenemos un serio problema de praxis comunitaria, ya que, nos guste o no, todos los miembros debemos ser responsables de preocuparnos los unos por los otros. Y esto no puede estar delegado en un asalariado o en alguien elegido para hacerlo. Esto sí que se encuentra bien detallado por los escritores de las cartas, ya que el concepto "los unos por los otros" está a flor de piel en todos los escritos. En esto consiste la verdadera pastoral comunitaria: en que sintamos vocación de preocupación los unos por los otros. Fuera de esto, la pastoral no es ni más ni menos que una mera asignatura en un seminario. Porque son los miembros de la comunidad los que deben tener este sentimiento de pasión por las vidas de aquellos que conforman el pueblo de Dios. Por supuesto esto no es óbice para que el pastor sea el primero en hacerlo y nos motive a realizar este ejercicio tan sano y enriquecedor para la vida de la comunidad.


Para llevar a cabo este planteamiento, se hace necesario que prestemos atención a un concepto que, a veces, parece más mundano que espiritual, y se trata del concepto amistad. Y digo esto porque, desde que nos convertimos el énfasis recae siempre en la hermandad que hemos recibido en Cristo. Somos hermanos y eso es indiscutible. Y esta idea que se repite una y otra vez tal vez haya asfixiado un poco el término amistad. Y a eso nosotros mismos hemos contribuido algo, ya que incluso a veces se nos exhorta a dejar la amistad que tenemos con aquellos que no son creyentes. El concepto amistad, a veces está más ligado al mal que al bien: amistad con el mundo, amistad con el dinero, con la fama, con el pecado. Y eso no es verdad, ya que la amistad es un concepto hermoso, digno de ser compartido con los demás.
Es por ello, que para realizar una buena pastoral, deberíamos recuperar la amistad que debe existir entre nosotros. Solo así podríamos conocernos los unos a los otros y saber cuáles son nuestras necesidades y aquellas cosas que nos agobian. Pero esto no puede llevarse a cabo mientras no entendamos que no podemos conocernos por vernos dos horas a la semana, y eso si es que llegamos a vernos. ¿Qué amistad puede existir con unos planteamientos así?. Es por ello que debemos entender la importancia de la amistad, porque solo así podremos ser estimulados a ejercer la pastoral los unos con los otros. Entendiendo que la pastoral no debe abarcar solamente a la comunidad, sino también a aquellos que nos rodean en nuestro día a día. Personas que están a nuestro lado y no les prestamos la más mínima atención y a las que tenemos el gran privilegio de poder echarles una mano en sus problemas.

Con la llegada de la Reforma, se abrió un nuevo mundo para el creyente al dársele la importancia que cada uno tiene, como indivíduo, dentro del pueblo de Dios. Es por ello que, en el sentido de la pastoral, si obviamos dicho descubrimiento, estaremos permitiendo que nuestra existencia comunitaria vaya empobreciéndose cada vez más, porque no existe nada más enriquecedor que nuestra vida se abra al otro. Y esto es tarea tuya y mía.




miércoles, 28 de abril de 2010

MAS REFLEXION Y MENOS DEVOCION

Tengo un amigo que cuando le comento alguna reflexión, de aquellas que suelen surgir cuando el alma está en ese punto de rotura, me dice que las neuronas se me han subido a la parra. Lógicamente yo le digo lo mismo cuando le pasa a él. Y la verdad es que cuando alguien trata de reflexionar en aquellas cosas que no entendemos, nuestra reacción inmediata frente a él es de rechazar, por norma, su reflexión. Así nos mantenemos firmes en la doctrina que nos han enseñado y creemos firmemente.

Mucho me temo que la educación evangélica que hemos recibido, nos ha conducido, sin habernos dado cuenta, a un punto de aceptación sumisa en el que cuesta dar marcha atrás. Nos han enseñado las cosas como son y así hemos de aceptarlas. Y como esto no es negociable, nosotros hacemos lo mismo con aquellos que se integran en nuestras iglesias. Y no es que tenga nada en contra de este sistema educativo, porque es muy necesario que tengamos un conocimeinto claro de las doctrinas que afectan a nuestra vida cristiana y que, sobre todo, nos mantienen unido a nuestras raíces. Pero otra cosa es que hayamos llegado a un punto en el que no se pueda cuestionar nada de lo que hay establecido y que cualquier reflexión sobre Dios y su encuentro con el hombre, puede resultar un atentado terrorísta contra la fe.

Se hace necesario, pues, que hagamos un alto en el camino y que, de la misma manera que hubieron hombres que reflexionaron sobre la fe y que, gracias a ellos, tenemos hoy día un formidable cuerpo doctrinal, nosotros sepamos recoger el testigo y seamos capaces de hacer lo mismo para poner cosas que, muy posiblemente, estén fuera de su lugar. Y esto, muy a pesar de que a algunos les tenga que doler los oídos por las cosas que oigan. Pero esto no es solo trabajo de líderes, sino de todos. Porque la reflexión debe ser patrimonio de toda la comunidad eclesial.

A lo largo de la historia bíblica, encontramos hombres y mujeres que fueron capaces de colocar su reflexión por encima de su devoción con respecto a Dios y su actuación (Elías, Jeremías, Habacuc, David, etc., etc.). Personajes que no tuvieron inconveniente en pensar sobre Dios de forma diferente a como lo hacían sus contemporáneos e incluso mostrar su humanidad a través de sus dudas con respecto a la actuación de Dios. Eran personas muy devotas a la ley y a los esquemas religiosos de su tiempo, pero que mostraron no tener ningún miedo en presentar a un Dios muy diferente del que tenían aquellos que les rodeaban e incluso para ellos mismos, ya que también ellos habían sido educados en la ley y en las tradiciones del pueblo de Dios. Y es que, cuando la reflexión se antepone a la devoción, siempre se produce tensión.

Y tensión tuvo que ser lo que debió predominar en la vida de Jesús. No olvidemos que él mismo fué educado, desde pequeño, en la ley y las sagradas tradiciones de su pueblo. Y romper con esta educación, a causa de su reflexión, debió provocar en él tremendas tensiones. Pero su reflexión sobre Dios pudo más que su devoción. Y como consecuencia de ello, Jesús se enfrenta a los esquemas religiosos de su tiempo, hasta tal punto que muere en la cruz por causa de ellos. Porque el Dios de Jesús es diferente. Es otro. Y esta novedosa presentación de Dios ante el pueblo, no es fruto del hecho de que Jesús nace con este conocimiento, sino que desde muy joven ya debió empezar a contrastar su reflexión sobre Dios y el Dios que le presentaba la religión del pueblo. Y no es que el Dios de Jesús fuera diferente al Dios que mostraban los líderes religiosos, y que se mostraba revelado en el A.T., sino que la forma de entender a Dios y su actuación, era totalmente diferente. Mientras que los líderes se acercaban a las tradiciones y a la letra de la ley, Jesús reflexionaba en la interioridad de la persona de Dios. Y mientras crecía en esa reflexión, crecía en sabiduría y poder de Dios. Hasta que, llegado el momento, tuvo que decidir en su vida enfrentarse a todo lo que había establecido y presentar al Dios que estaba velado entre tanta devoción.
Y como Jesús, a nosotros se nos ofrece la posibilidad de no quedarnos con la letra de la sana doctrina y los esquemas establecidos, sino que tenemos la oportunidad y responsabilidad de presentar la verdadera imagen del Dios de Jesús. Una oportunidad que solo se nos brinda desde la reflexión. Por supuesto nos tendremos que enfrentar con muchos molinos de viento que trataran, en el nombre de Dios y la devoción que le tienen, hacernos cobardes. Pero la cobardía es patrimonio de los valientes.


lunes, 26 de abril de 2010

¿CÓMO HEMOS DE VIVIR?

¿Cómo tenemos que vivir? ¿De qué forma tenemos que comportarnos para ser socialmente aceptables y, sin embargo, no ofender a Dios? ¿Cómo debemos actuar en medio de nuestra sociedad para no ser rechazados por ella y, al mismo tiempo, nuestra conciencia no se vea salpicada con sentimientos de culpa porque no estamos actuando correctamente?. La contestación a estas preguntas y a otras más que nos hacemos, se encuentra estrechamente relacionadas a cómo nos enfrentamos a un tema, tan abstracto como la vida misma, y que sin embargo es de vital importancia ya que afecta a toda nuestra existencia en relación con Dios y con la sociedad. Y este concepto no es otro que el de la ética.
La Real Academia Española define el concepto ética como: "la parte de la filosofía que trata de la moral y de las disciplinas del hombre", y si acudimos a que nos explique qué es la moral nos dice: "que no pertenece al campo de los sentidos, por ser de apreciación del entendimiento o de la conciencia". En definitiva, que la ética pertenece a nuestra interioridad. Cómo pues, se puede estudiar algo que pertenece a la interioridad humana, siendo que cada ser humano tendría derecho a tener su propia concepción de lo que es ético o no, y nadie le podría reprochar nada. Por lo tanto, para hablar correctamente del concepto ético, tenemos que acudir, no al propio término, sino a cómo tiende expresarse en la existencia humana. Y por ello, hemos de acudir a las tres grandes áeras donde el concepto de la ética halla su máxima expresión: la ética del estado, la ética social y la ética de Dios.
La ética del estado
Si tuviéramos que definir en qué consiste la ética del estado, lo podríamos expresar en una corta frase: Ser garante de la propiedad privada. Porque es bien cierto de que toda la normativa existente, está dirigida a que se respete la propiedad privada frente a una posible agresión de otro. Desde el bien más preciado por el ser humano, como es la vida, hasta los derechos más sublimes o más pequeños, se encuentran bien atrincherados para soportar cualquier ataque de alguien que pretenda usurpar el bien del otro, so pena de castigo para aquellos que lo intentan.
La ética del estado lo que pretende es que, frente al caos que reinaría si no existiesen trabas al hecho de poder apropiarse de los bienes del otro, haya armonía social. Que la sociedad se sienta segura frente a los ataques, sabiendo que existe un ordenamiento jurídico que no permitirá, bajo ningún concepto, que la propiedad privada se sienta amenazada.
El problema es que los que originan y promueven el cumplimiento de esta ética, son tan humanos como aquellos hacia los que va dirigida. Es por ello que, dentro de la esfera del cumplimiento de esta ética, se encuentran unos y otros, porque todos estamos expuestos a desear el bien del prójimo. Por lo cual, de todo este proceso se origina una cuestión: ¿De quién podemos fiarnos?. Quién es la persona que, no deseando el bien del otro, tiene autoridad moral para decirnos cómo debemos actuar. Quién es nuestro referente para guiarnos en una ética tan politizada y tan mezquina que lo único que hace es beneficiar a unos y desposeer de sus derechos a otros.
La ética social
Lo que se pretende con la ética social es formar e informar al indivíduo de cómo ha de comportarse para poder ser aceptado socialmente, de tal forma que si éste no se aviene a lo establecido, será considerado como un antisocial, un contestatario, que lo único que pretende es romper el orden establecido a través de los esquemas sociales y que por ello será cuestionado en todo lo que haga y diga, aunque su modus vivendi sea mucho más enriquecedor que el existente.
Cuando hablamos de ética social, no nos estamos refiriendo a un ordenamiento escrito donde poder consultar para que nos guíe en las ambigüedades de cómo hemos de vivir. Tal y como su nombre indica, es la sociedad la que establece lo que es aceptable y lo que no, lo que es repudiable y lo que no. De tal manera que, hasta que no llegue el momento en que la sociedad vea tal o cual comportamiento como aceptable, será considerado como comportamiento no ético. Sin lugar a dudas, la historia está preñada de actos no éticos que, con el paso del tiempo, se han considerado como éticos.
Aquí, como en la ética del estado, rige la misma cuestión: ¿Quién tiene autoridad para decidir cómo se ha de vivir?. Porque si bien una promulgaba el vivir como quieras, siempre y cuando no molestes al otro, aqui el mensaje es el mismo: vive como quieras mientras no rompas los esquemas sociales. Tanto en una como en otra, el sujeto de la ética es el indivíduo.
La ética de Dios
Para hablar de la ética de Dios necesitaríamos escribir muchísimas páginas para poder adentrarnos algo en ella, y la verdad yo no estoy preparado para acometer tal estudio. Eso sin contar con un problema insalvable, que aquí el sujeto de la ética no es otro que Dios, y a Dios no se le puede introducir en una probeta de ensayo para analizar todo su pensamiento.
Por ello, me gustaría sintetizar el tema partiendo de unas palabras del profeta Miqueas que, según mi opinión, nos pueden ayudar a entender cuál es el concepto de ética para Dios: "oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de tí: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8).
La mayor parte de nuestra vida la pasamos dando golpes de ciego tratando de alcanzar aquello que responda a cómo hemos de vivir. En cambio Miqueas nos informa que se nos ha declarado lo que es bueno y que esta bondad se encuentra expresada en hacer justicia, amar la misericordia y humillarse ante Dios. Estas palabras de Miqueas recuerdan a las palabras dichas por Jesús al joven rico en Lucas 18:18-23: Puesto que dices que conoces la ley y que la cumples, ahora expresa este conocimiento dando lo que tienes a los demás. Se nos ha declarado lo que es bueno, pero ahora nos falta expresar este conocimiento en el otro.
Si queremos entender de forma sintetizada cuál es el significado vital de la ética de Dios, tenemos que saber abrir nuestra interioridad a la existencia del otro. Porque es en nuestra entrega al otro donde se encuentra resuelto el misterio de la ética de Dios. Y cuando alcanzamos a desvelar este miestrio, nos damos cuenta de que la ética no corresponde a la esfera privada, sino a nuestra oferta de vida al otro. Una oferta que nos invita a cruzar la línea que separa nuestro egoísmo de la alteridad, y al hacerlo comenzamos a disfrutar de una vida que respira y se alimenta de la libertad. Libres de mala conciencia, libres de interrogantes, de inquietudes, de angustias. Porque la ética de Dios es nuestra ética: vivir por y para el otro.
A diferencia de la ética del estado y la ética social, la ética de Dios no está sujeta a ordenamientos escritos ni a comportamientos sociales. Aquí el génesis de la ética es Dios mismo y se encuentra sujeta a su propio comportamiento. Por eso, el que quiera comprender y admirar la ética de Dios, debe prestar atención a cómo Dios se ha comportado con el ser humano. Un comportamiento que, desde el primer instante en que Dios decide, con la creación, abrirse a su creatura, ha ido en una constante evolución en cuanto a darse a conocer. Un darse a conocer que alcanza su clímax en la encarnación. Es por ello que el hilo conductor del comportamiento de Dios para con su creatura, ha sido de contínua entrega, de un ofrecimiento completo al otro.
En este sentido, la ética de Dios es contraria a las dos expuestas anteriormente, porque ésta no persigue la protección de la propiedad privada, sino que se opone a ella por cuanto todo lo que tengo, hasta mi propia vida, pertenece a Dios y tal y como El ha hecho, debo saber estar abierto para el beneficio del otro. Mi libertad, mis derechos, mis bienes, todo lo que soy y tengo, debe estar expuesto al servicio del otro.
¿Cómo hemos de vivir? El comportamiento de Dios debe ser nuestro referente, y no todas aquellas reglas de conducta que conforman lo que alguien, en un momento dado, se inventó y le puso por nombre "ética cristiana". Sólo así conseguiremos que la ética no se convierta en un legalismo que nos esclaviza, sino que nos enseñará a vivir en libertad y a disfrutar de la vida.

jueves, 22 de abril de 2010

CUIDADO CON LOS CONSEJOS

Si alguien no ha visto la película "Brothers" (hermanos, para los que como yo no saben inglés) le aconsejo que la vea porque, desde mi punto de vista, es una gran película. Y desde mis cortas luces, creo que hay una frase en el diálogo del protagonista, narrador de la historia, que es el hilo conductor del tema del film: "Nuestras huellas dactilares quedan impresas en las vidas que tocamos". Y esta frase me dió que pensar en mí y en otros, porque es una gran verdad que, queramos o no, vamos tocando vidas siempre que podemos. Algunos lo hacen porque es su deporte favorito, otros lo hacen porque es su oficio, otros lo hacen porque les apasiona, otros...... y un largo etcétera que haría que esto pareciera el anuncio de Coca Cola. Porque la verdad, ¿ a quién no le gusta aconsejar al otro?, ilustrar a los demás, enseñar el camino correcto, guiar al ciego a la luz, ensanchar la mente de los estrechos, alimentar al débil para que se fortalezca..... y un sinfín de motivos que tenemos con tal de procurar imprimir nuestras huellas dactilares en los demás.
A todos ellos, y a mi mismo, porque también a mi me gusta contar mis batallitas, hemos de aprender a reflexionar sobre el cuidado que se debe tener cuando decidimos poner nuestras huellas en el otro. Porque son vidas humanas lo que estamos tocando. Y a no ser que por nuestros poros transpire solo miseria, antes que nada, hemos de partir de nuestra propia realidad, de cuáles son nuestras limitaciones y hasta dónde podemos llegar. Porque el hecho de que seamos líderes en una iglesia o tengamos alguna responsabilidad docente, o incluso que llevemos veinte lustros de apasionada conversión, no nos convierte en profesionales de ninguna materia. No será la primera vez ni la última (aunque espero que sí) que por el hecho se ser quienes somos, nos creemos que somos médicos, psicólogos o consejeros matrimoniales, capaces de curar a todo bicho viviente y poner orden dentro del caos que se ha originado. Precisamente, lo que más nos capacita para poder ayudar a alguien es el reconocimiento de cuáles son los límites de nuestro territorio. Y en algunas ocasiones, tenemos que darnos cuenta que existen temas muy delicados y sensibles que deben ser tratados por personas más cualificadas.
Antes de abrir nuestra boca, reflexionemos seriamente qué vamos a decir a la persona que acude a nosotros a pedir consejo, porque no lo olvidemos: "Nuestras huellas quedarán impresas en su vida".

miércoles, 21 de abril de 2010

REFORMAR NUESTRA ECLESIOLOGÍA

Que duda cabe de que la iglesia tiene muchas asignaturas pendientes. Y es por ello que, como todos sabemos y aplaudimos, la iglesia tiene que estar en un contínuo proceso de reforma. Y la verdad es que han habido bastantes. Por lo menos desde que empecé a asistir a una iglesia, han habido muchos cambios. Sin embargo, tengo la sensación de que la mayoría de reformas que se han operado en la iglesia, han sido forzadas, en alguna manera, porque la vida nos ha empujado con tanta violencia que hemos tenido que cambiar. Y en algunas ocasiones, incluso ni nos hemos parado a sopesar si los cambios podrían pasarnos factura en algún momento.
Han habido muchos cambios, es verdad, pero con mucho pesar ninguno de ellos ha afectado seriamente a nuestra eclesiología. Y si en algo tenemos que cambiar, si existe algo en lo que tenemos que acometer una seria y profunda reforma: es en nuestra eclesiología. Y la tenemos que acometer porque la iglesia es un instrumento, no un fín en sí misma. Y ese instrumento se está quedando caduco, vacío de contenido y sin proyectos, porque la iglesia se ha quedado como un mamut fosilizado en la época glaciar, que se encuentra entero, intacto, pero no se puede mover porque es un fósil.
Corrían los tiempos de la resurrección de Jesús, y aquellos que le habían conocido y seguido, tuvieron que hacer un gran esfuerzo, con la acción del Espíritu, por entender todo lo que había acontecido.Y ese entendimiento les llevó a tener que trastocar su teología, su concepción del Templo, de los cultos, en definitiva de todo el judaísmo que le corría por sus venas. Y para añadir más tensión a su cambio, tuvieron que entender que los gentiles también formaban parte del proyecto de Jesús.
Fue pasando el tiempo, y esa reforma que tuvieron que acometer los primeros cristianos, se fue asentando en las comunidades nacientes. Pero no sin antes tener que pasar por momentos de indecisión, por situaciones de tensión, por circunstancias muy adversas al cambio que se estaba imponiendo. No solo con los ajenos a las comunidades, sino sobre todo con aquellos que se íban añadiendo a las comunidades y querían imponer lo viejo sobre lo nuevo ( Cf. Hechos 15). Al final, y a duras penas, se consiguió conformar una interpretación teológica de lo que había acontecido con el hecho Jesús, y esa interpretación caló tan de lleno en las entrañas de la comunidad, que ésta pudo expresar con toda naturalidad, en su espacio y su tiempo, lo novedoso de este mensaje tanto intra-comunitariamente como extra-comunitariamente.
Han pasado 20 siglos y muy mal hemos tenido que hacer las cosas, para que continuemos teniendo la misma eclesiología que tuvieron los primeros creyentes, e incluso hasta en muchas cosas peor que la que tenían ellos. No es que esté mal copiar aquellas cosas que van bien, pero ellos tuvieron su propia eclesiología para su tiempo y espacio, y nosotros tenemos la obligación de hacer lo mismo para nuestro tiempo y espacio. Las bases continúan siendo las mismas que la de ellos, y eso no podemos cambiarlo, ya que parten de la resurrección de Jesús y la acción del Espíritu, pero las formas sí tenemos que cambiarlas porque los signos de nuestro tiempo son diferentes a los de ellos.
La concepción de nuestra eclesiología debe cambiar, tiene que cambiar, a pesar de que a muchos no les interese, tal vez porque viven de ella o bien porque se realizan en ella. Pero que esto tiene que cambiar no es negociable, porque la acción del Espíritu no puede ser frenada por actitudes mediocres.
Llega la hora de que el vino nuevo rompa los odres viejos y la concepción de una eclesiología vertical deje paso a la de una eclesiología horizontal.
Hace ya mucho tiempo que la iglesia viene padeciendo los males que trae consigo el hecho de tener una eclesiología vertical. Una eclesiología en la que el énfasis recae en el hecho de que Cristo es la Cabeza de la iglesia, el dueño y señor de la misma, y esto es tan cierto como que Dios juzgará a toda criatura; pero a esta concepción hay que añadirle el hecho de que Cristo está representado por todos aquellos que han sido designados como líderes para pastorear el rebaño. Y como tales, en el nombre del Señor hablan, escriben, dictan normas, y lo más grave, interpretan las Escrituras. Y esto lo hacen siguiendo esquemas novotestamentarios que fueron establecidos para unas necesidades muy concretas, con unos problemas muy específicos, y porque había que dar respuestas en una cultura y una cosmovisión de aquellos tiempos. No obstante, como a la iglesia primitiva les fue bien, y a ellos también, por qué cambiar el enfoque de la eclesiología.
Gracias a Dios, dentro de su pueblo se da el caso de que no todo es orégano, porque existen creyentes que entienden que la eclesiología debe partir desde una concepción horizontal, donde Cristo es la Cabeza del cuerpo, y todo el cuerpo responde a la Cabeza. Un cuerpo que está formado por hombres y mujeres libres, donde todos son responsables ante el Señor. Un cuerpo donde cada miembro, según el don que se le ha otorgado, es responsable ante el otro de su edificación. Un cuerpo donde todos vamos construyendo hasta llegar a la perfección. Un cuerpo que se entiende a sí mismo como instrumento de Dios, y como tal, debe buscar contínuamente la renovación y transformación en el Espíritu.

viernes, 16 de abril de 2010

ACCION DEL ESPIRITU EN JESUS

Es evidente que cuando hablamos del Espíritu Santo, tenemos que hacerlo sin perder su relación con la cristología, porque la experiencia del Espíritu es una referencia a Cristo. Al estar la pneumatología en correlación con la cristología, hemos de reconocer la necesidad de ver ésta relación desde un doble enfoque: desde una cristología descendente y desde una cristología ascendente, ya que el método a seguir es ver la experiencia del Espíritu desde una cristología ascendente, en detrimento de la descendente.
En la vida de Jesús existen tres momentos en los que es exaltado como Hijo de Dios y en los que el Espíritu es mencionado como agente o instrumento de esta exaltación.
1.- En el relato de la anunciación, se nos muestra que Jesús, desde su primer comienzo era ya Hijo de Dios, el Santo por excelencia. Desde el principio Jesús va a ser constituido por el Espíritu como el Hombre Nuevo, el Hijo de Dios. El Espíritu está aquí no solo para realizar el milagro de la concepción virginal, sino sobre todo para dar la dignidad y poder de Hijo de Dios al que ha de ser concebido.
2.- En el relato del bautismo, se nos muestra cómo Jesús recibe el don del Espíritu desde los inicios de su misión, cumpliéndose así las palabras del profeta: "sobre él reposa el Espíritu de Yahvé" ( Is.11:2). Y Pedro va a relacionar así el Espíritu y el poder de Dios en su discurso ante Cornelio (Hch. 10:37-38).
3.- Con la resurrección se produce la exaltación de Cristo y su entronización, por la cual recibe no solo el nombre de Señor, sino el de Hijo de Dios. Y este hecho glorioso tiene lugar como obra del Espíritu Santo (Rm. 1:4). El Espíritu es visto como el instrumento del poder de Dios que resucita a Jesús y que comunica este mismo poder al resucitado.
En los tres relatos, el Espíritu aparece siempre en relación con el poder divino. El es el instrumento o agente del poder de Dios. Así pues el Espíritu se nos presenta como el poder de Dios comunicado al Hijo. Y siendo el poder de Dios como constitutivo esencial de su divinidad, decir que el Espíritu otorga a Jesús el poder de Dios es lo mismo que decir que le otorga su divinidad.
Veamos ahora el Espíritu en el marco de lo que se llama cristología descendente. Si la cristología ascendente se encuentra formulada en la introducción a la carta a los romanos, la cristología descendente podría hallarse resumida en el prólogo del evangelio de Juan: Jesús es el verbo eterno y preexistente de Dios, descendido y hecho carne entre nosotros.
El Espíritu Santo va a ser el instrumento o agente para que se lleve a cabo la mayor expresión de Dios en cuanto a transmitir su palabra al ser humano con el propósito de establecer de forma permanente un diálogo en el que Dios toma la iniciativa de abrirse de par en par al ser humano, con miras a la posibilidad de iniciar una amistad, una comunión de vida, y así poder restablecer la armonía en el caos que se produjo en la creación. En Jesús, por la acción del Espíritu, podemos ver la máxima expresión de autodonación de Dios, desgarrándose a sí mismo para mostrarnos su interioridad.
La relación entre la actuación de Jesús y la acción del Espíritu no pueden ser distintos. Lo que sucede es que a veces se llega a esquematizar de manera diferente según nos acojamos a un esquema de cristología descendente o a uno ascendente. Pero los dos esquemas forman parte de uno solo y no podemos separarlos, ya que la acción del Espíritu es única en los dos.

Hace ya más de 20 siglos que Jesús dijo que volvería y no ha vuelto. Pero de hecho el retorno y la presencia de Jesús ya tuvo lugar de alguna manera con la venida del Espíritu con el propósito de mantener a la comunidad en contacto con Cristo. A través del Espíritu se extiende la personalidad de Cristo en medio de su comunidad, haciéndose presente en su ausencia glorificada.
Así pues, estando presente Cristo en su comunidad, por la acción del Espíritu, nuestra existencia comunitaria debe ser de continuidad. Una continuidad que nos lleve a una práctica comunitaria dentro de los dos esquemas cristológicos.
Desde el esquema descendente. desarrollar nuestra existencia comunitaria dentro de los valores y principios que impulsaron a Jesús enfrentarse a los esquemas religiosos, políticos y sociales. No podemos vivir como Jesús vivió, ni podemos seguir a Jesús en sus pisadas, pero sí podemos alimentarnos de su pasión por el prójimo, endurecer nuestro rostro ante las injusticias, levantar nuestra voz al denuncuar la explotación del pobre, en un mundo distinto al que él vivió pero con el mismo mensaje.
Desde el esquema ascendente, alimentar nuestra experiencia comunitaria con el sentimiento que produce la visión del Resucitado. No desde la cruz, porque la cruz nos invita a la contemplación, sino desde la resurrección que nos invita a la acción. Una comunidad que vive por y para el Resucitado por la acción del Espíritu.

jueves, 15 de abril de 2010

PREPARADOS!!! LISTOS!!!! YA!!!!!!

Tenía 18 años y Dios vino a mi vida, cuando todo era más sencillo. No había responsabilidades ni decisiones que tomar. Las suelas de mis zapatos estaban enteras, sin gastar, y podía caminar fuerte, rápido. Mis pasos eran firmes. Pero cuando ya te encuentras en el atardecer de la vida te das cuenta de que las luces de neón se han ido apagando poco a poco y te arriegas a seguir el camino en medio de la penumbra. Es en ese estadio de la carrera cuando comenzamos a plantearnos si vale la pena seguir, porque las dudas, cada vez más bien alimentadas, nos asaltan en el camino.
En ese torbellino de dudas que nos conducen a la incertidumbre sobre la existencia de Dios, es cuando nuestra capacidad de reflexionar debe llevarnos a la certeza de que Dios no cabe dentro del concepto idea, sino que es una realidad en la vida de todos aquellos que comenzaron un dia la carrera de la fe. Cuando vivimos en la inseguridad de los caminos, cuando en nuestra vida escasean proyectos de futuro y las llagas en nuestros pies nos impiden continuar, apela a tu capacidad de reflexionar. Solo en la reflexión, tu debilitada fe se fortalecerá en medio de la incertidumbre. En la reflexión sabrás que hay luz al final del túnel a pesar de que no la veas.