jueves, 19 de julio de 2012

La dignidad es cosa de todos

Si en algo nos caracterizamos los seres humanos es que, desde el mismo instante en que somos capaces de abrirnos paso desde el útero de nuestra madre para salir al mundo, como premio a nuestra valentía, se nos recompensa con la entrega del atributo más precioso del que podemos disponer a lo largo de nuestra corta o larga vida: la dignidad. Nos convertimos en personas con dignidad desde el momento en que nacemos y esa dignidad nos acompaña el resto de nuestra existencia.
A lo largo de la historia, siempre han ido surgiendo monstruos con rostro de hombre que han tratado por todos los medios de hacerse con ese precioso tesoro del que disponen las personas. La historia ha amamantado a dictadores que han atizado duros golpes a la humanidad, tratando con sus feroces garras, cual dragón se tratara, estrangular todo conato de dignidad que pudiera existir allá donde querían ejercer su autoridad. Han surgido líderes religiosos que, en el nombre del dios que le enviaban, han tratado de doblegar a las personas para hacerse con sus almas y mentes y  así abocarlas al precipicio existencial. Muchas madres, sin saberlo, dieron a luz a hombres soberbios y arrogantes que se sintieron llamados a gobernar el mundo mediante la opresión, y para conseguir su fín amontonaron riquezas y poder sin importarle los medios. Hombres que solo saben saciar su sed despojando al ser humano de todos aquellos bienes que necesita para sentir en su rostro el aire fresco de la dignidad de la cual es poseedor.
Para frenar la voracidad de estas fieras, se crearon leyes para proteger a las personas frente a todos aquellos que quisieran imponer su autoridad por la fuerza con el fin de vejar la dignidad de los otros Sin embargo, las leyes, que son impuestas por los fuertes, solo sirvieron para justificar sus actos en contra de la dignidad del ser humano. La historia nos trae a la memoria que toda la brutalidad nazi estuvo siempre amparada por el imperio de la ley. Así las cosas, los movimientos revolucionarios que se producen en la historia para proteger la dignidad humana, nos traen consigo otro mecanismo aún mayor que la ley: la constitución. Una constitución ante la cual hasta la misma ley tiene que inclinar su autoridad. Una constitución con la que se pretende salvaguardar, de una vez por todas, la dignidad frente a la impunidad del más fuerte. 
En 1978, por expreso deseo de la ciudadanía, quedó delegado sobre aquellos hombres que fueron elegidos como representantes del pueblo español, la redacción de una constitución donde todos tuviéramos cabida y nuestra dignidad se viera protegida de todo ataque. Pero una vez más, la realidad nos supera. Porque, en los tiempos en que vivimos, de qué me sirve a mí que la constitución me hable de que todos tenemos derecho a un trabajo digno, si existen casi 5 millones de personas paradas. De qué sirve el que se nos diga que tenemos derecho a una vivienda digna, si cada día se producen cerca de 700 ejecuciones de embargo, sin importarle al ejecutor dónde se van a vivir esas familias. De qué sirve que se me diga que vivo en una democracia si los que me gobiernan me ocultan datos y no me dejan opinar sobre aquellos asuntos que afectan al estado de la ciudadanía. De qué sirve que se me diga que mi dignidad será protegida si aquellos que me representan y los banqueros saquean contínuamente mi presente y futuro, mi imaginación, mis sueños, mis ilusiones, mi humanidad; arrastrándome a límites en los que tengo que decidir si dejo mi hogar y marcharme a otro pais, si pegarme un tiro o salir a la calle a pelearme con todo bicho viviente. De qué sirve todo si me están carcomiendo las entrañas y me están convirtiendo en personas tan indignas como ellas.
Sé que esto, como mucho, solo servirá para hacer terapia conmigo mismo. Pero desde aquí, y para desahogarme, quiero encargarles algo, señores políticos y banqueros: VAYANSE. Pero al hacerlo, apliquense el cuento y cojan la flauta para que salgan juntamente con Vds. todos los maleantes, usureros, ladrones, mentirosos, que se atreven a coquetear contínuamente con la dignidad de las personas. Vayanse y les ruego no paren hasta llegar al parlamento eurpeo y una vez allí jueguen entre Vds. a cómo está la prima de riesgo y su tía la deuda.
¿Qué vamos hacer si se van? Pues no sé si sabremos apañarnos. Pero una cosa es cierta, que si morimos en el intento, lo haremos con nuestra dignidad intacta. Porque la dignidad es patrimonio del alma y no necesitamos que nadie nos la guarde ni permitiremos que nadie juegue con ella.

lunes, 16 de julio de 2012

Carta a Mariano de un dormido despierto

Sr. Presidente del gobierno D. Mariano Rajoy, permítame dirigirme a Vd. desde mi ignorancia, no ya porque soy hombre sin estudios, sino porque además, caí en un coma profundo en el año 2006 y me acabo de despertar. Vd. se preguntará que como tengo la osadía de escribir esta carta, pero el peligro que encierra la democracia es éste, el que pueda dirigirme a Vd. sin que pase nada.
Verá Vd., hace dos días que llegué a casa después de estar seis años dormido, y ya empecé a extrañarme de lo mucho que estabamos tardando en llegar por el tumulto de gente que había en la calle. Yo pensé: hay que ver lo mucho que ha cambiado el pais; !!la cantidad de gente que hay paseando!!. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me enteré en casa de que todo eso eran manifestaciones. Y claro, comencé a preguntar para satisfacer mi curiosidad y fuí enterandome de cómo estaba todo. !! Madre mia, Sr. Mariano!! cómo está todo. Y conforme me hablaban, yo pensaba en cómo es posible que alguien tan modosito en aquellos tiempos pueda estar creando tantos conflictos. Me costaba aceptar todo lo que estaba escuchando y, la verdad, en esos momentos, !! lo que hubiera dado por volver a dormirme !!.
Me contaron que la Juli, la del 2º 1ª, se íba a casar este año, pero debido a la situación pues que no hay boda ni ná de ná. El Santi, el del 1º1ª, que lo dejé con principio de alzeimer, estaba en un centro, de Dios sabe dónde, para que lo cuidaran porque su mujer no se veía con fuerzas de hacerlo, lo han tenido que devolver a casa porque le han retirado la ayuda. Pobre Loli, con lo contenta que estaba porque allí le cuidaban y ahora no sabe qué hacer. Menos mal que aún le quedan los recuerdos. Para ella por lo menos es un alivio. Y así, fueron poniéndome al día de todas las atrocidades que se estaban cometiendo en contra del bienestar que existía antes de que yo me fuera a dormir. !!Maldito despertar!!. En buena hora he ido yo a abrir los ojos.
La escena social que me presentaban era tan inquietante, que vino a mi mente el preguntar, ingenuo de mi, sobre la situación de los bancos. Porque, claro, si todo está mal, los bancos deben estar desquiciados. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que los bancos no tenían problemas porque el gobierno había removido cielos y tierra para que pudieran tener todo el dinero que necesitaban. Mi reacción espontánea fue asirme de un folletín, de esos que regalaron cuando se aprobó la Constitución, que aún conservaba en la pequeña biblioteca que tengo. Busqué con voracidad en el índice la B de banco pero solo encontré la P de persona. Y era lógico, porque el énfasis de la Constitución recae sobre las personas. Y en esto, Sr. Rajoy, tengo que darle un toque de atención, porque debería recordar que a las empresas, sean bancos o no, se les ha de controlar, a las instituciones se les ha de respetar, pero a las personas.... a las personas se les ha de servir, proteger y tratar por todos los medios de satisfacer sus necesidades vitales. Esos deben ser los principios que rijan sus propuestas políticas, y no dejarse llevar por herencias recibidas, ni por mujeres cuya únca obsesión es el ahorro y se olvidan de que hay que potenciar el empleo y la economía, ni por usureros que tratan al ser humano como instrumento de enriquecimiento personal.
Sr. Rajoy, no sé por quién se está dejando aconsejar, pero le ruego que despierte del sueño como lo hice yo para que se dé cuenta de cómo está el pais. Deje encima de la mesa todas las estadísticas y gráficas y vaya a abrir la ventana para que el aire de la calle le refresque la memoria y le recuerde que lo que está en juego no son malos datos para sus amigos europeos, sino personas que se está quedando vacías, económica y moralmente.
Sr. Rajoy, ya no sé si antes dormía o es ahora cuando duermo y esto es una pesadilla. El caso es que lo que veo no me gusta. Con su permiso, me voy a la calle para estar con la gente despierta.