domingo, 3 de diciembre de 2017

Filipenses 2:1-11 (Tercera parte)


·        Hasta aquí, hemos podido reflexionar en la toma de decisión por parte del Logos en cuanto a encarnarse. Y al llevar a cabo esa decisión se establece la diferencia entre el encarnado y el Padre asumiendo las consecuencias implícitas en esa diferencia entre Dios como esencia divina y el Logos como esencia humana. Pero no solo se produce una diferencia entre el encarnado y el Padre, sino también entre el encarnado y el ser humano. Porque Jesús no se presenta ante los humanos como uno más, sino como verdadero hombre. Como aquel que, a diferencia de los hombres, acepta su condición de humano no despreciando su humanidad pretendiendo querer ser como Dios, a pesar de las tentaciones, sino que se somete, desde su condición de creatura de Dios, a la voluntad de su Padre con un respeto tan profundo que le lleva a humillarse ante los hombres hasta la misma muerte, y muerte de cruz. Por eso la muerte de Jesús no viene como consecuencia de una voluntad de querer ser como Dios, sino todo lo contrario, de un anhelo de obediencia a la voluntad del Padre. Por eso la muerte no podía retener a Jesús.

Por lo tanto, era necesario que el himno de filipenses acabara con la resurrección y exaltación de Jesús para transmitir a la comunidad las implicaciones de este evento. 

1.- ¿Qué implica para Jesús?        Confirmación

·        Si bien la vida de Jesús no se entiende sin su muerte, la muerte no se entiende sin su resurrección. Porque Jesús tenía que morir para ser resucitado para que la resurrección pasara a primer plano como victoria y confirmación definitiva de la vida de Jesús por parte del mismo Dios. Así pues, vida, muerte y resurrección forman un tándem donde cada concepto explica y da sentido al otro. La vida da sentido a la muerte, la muerte da sentido a la resurrección y ésta da sentido a la vida. Y así como la muerte pretendía acabar con la vida de Jesús, la resurrección hace posible que se vuelva a recuperar su vida y le da el valor necesario para ajustarla al principio de la realidad y no del mito. Por eso la resurrección se explica desde la confirmación por parte del mismo Dios de toda la acción de Jesús: sus hechos y sus palabras quedan confirmados. Es decir, toda la actuación de Jesús recibe el beneplácito de Dios. Dios aprueba su actuación. Y con esta aprobación toda religiosidad, piedad, legalidad, por parte de los líderes religiosos, queda relegada al plano de la mentira, de la hipocresía, de la soberbia, y de ahí el obsesivo interés por la ocultación y demostración de la falsedad de la resurrección de Jesús. Porque si Jesús había resucitado, iban a tener que dar muchas explicaciones al pueblo.

·        Pero, lamentablemente para los líderes, la resurrección no quedó relegada al mero símbolo de la tumba vacía, sino que a diferencia de los padres de Israel y de todos aquellos hombres y mujeres piadosos/as que pasaron por el A.T., que murieron y resucitaron para ir al seno de Abraham, el tratamiento que Jesús recibió en su resurrección es totalmente diferente, porque Jesús se presenta ante los suyos y muchas más personas como aquel que estuvo muerto y ha resucitado.

·        Pero este tratamiento no solo queda aquí, sino que se engrandece por la reflexión e interpretación teológica que la comunidad realiza acerca de este hecho y que sobre todo vemos bien detallado en la carta de Hebreos donde se nos presenta a Jesús como superior a los ángeles, a Moisés y a la ley. Es por esto que el apóstol Pablo se suma también a esta reflexión en su carta a los filipenses para resaltar que si bien Jesús respetó al Padre hasta lo sumo, el Padre le exaltó hasta lo sumo y para dejar constancia de esta exaltación le da “un nombre que es sobre todo nombre”: Jesús.

·        ¿Y por qué Jesús si ya se llamaba así?. Estas palabras nos ayudan a entender la naturaleza de esta exaltación. Como bien ya sabemos, lo que no se nombra no existe, porque la función del nombre es enseñar y distinguir la esencia de lo nombrado. Es por esto que, a partir de la resurrección, el nombre de Jesús va a quedar ligado a la misma esencia de Dios. El nombre de Jesús va a quedar como referente universal, por los siglos de los siglos, de cómo y quién es Dios. Reflexionar o hablar de Jesús, es contemplar la misma esencia de Dios al lado del ser humano: en su enfermedad, en su miseria, en su alegría, en su dolor, en su soledad. En definitiva, en su existir.

·        Pero esta reflexión acerca de la confirmación de Dios respecto a la actuación de Jesús, por medio de su resurrección, no nos ha de llevar a una contemplación extática del acontecimiento, sino todo lo contrario. Porque nuestra creencia en la resurrección de Jesús ha de llevarnos también a una confirmación de su vida y, por lo tanto, ese pensamiento ha de constreñirnos a tener el mismo sentimiento que llevó a Jesús al respeto hacia el Padre y a la humillación ante los demás por ejercer ese respeto. 

2.- ¿Qué implica para la fe?      Ratificación

·        Si con la resurrección, Jesús es confirmado en toda su actuación, la fe es ratificada también por este hecho. Es decir, Dios da por valedera y cierta la respuesta de todos los hombres y mujeres que en los tiempos pasados se acercaban a Dios con esta actitud de respeto y humildad. Y qué mejor manera de ratificar la fe que con la actuación de Jesús y su confirmación por parte de Dios. Todo esfuerzo por encontrar otra vía de aprobación por parte de Dios va a resultar infructuosa.

3.- ¿Qué implica para el ser humano?     Aceptación

·        Por eso la resurrección compromete al ser humano en su decisión de aceptar o no el camino establecido por Dios. El reino de los cielos se ha acercado en la persona de Jesús, y con su resurrección, las puertas se han abierto para que todos aquellos que quieran gestionar su existencia bajo los parámetros del respeto y humildad hacia Dios, puedan entrar y comenzar a disfrutar del Dios de Jesús como afirmación de la verdadera humanidad.

4.- ¿Qué implica para la comunidad?     Conocimiento

·        Nada más lejos de la realidad el pensamiento que con Jesús finaliza la revelación de Dios. Todo lo contrario. Con Jesús y su resurrección comienza una nueva etapa de conocimiento del ser de Dios mucho más esclarecedora y enriquecedora. Porque con la resurrección no solo Jesús es confirmado, sino que todos aquellos que creen en él y aceptan su visión de la vida y del ser humano, también son confirmados por Dios. Y esta confirmación nos hace ser receptores de la capacidad de poder ver más allá de nuestra realidad.

·        Existe un término que proviene de la filosofía de los estoicos y epicúreos y que en su día el teólogo W. Pannenberg lo aplicó a la teología, y al hacerlo algunos piensan que fue una de las mejores aportaciones a la teología. Este término es el de “prolepsis”, que viene a significar algo así como “conocimiento anticipado de una realidad futura”. Y este término, desde mi pobre punto de vista, es el que mejor refleja la implicación para la comunidad del hecho de la resurrección. Porque si bien la vida de Jesús es la prolepsis de su muerte y ésta es la prolepsis de su resurrección, la resurrección de Jesús viene a ser la prolepsis de nuestra realidad futura porque nos permite tener un conocimiento anticipado de cuál va a ser esa realidad. Y ese conocimiento nos lleva a exclamar junto con Pablo “¿dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1ª Cor. 15:55).

·        Esta vendría a ser la diferencia que se establece entre el creyente y el “cristiano anónimo”. Que el creyente puede disfrutar ya en el presente de su realidad futura y el “cristiano anónimo” no disfrute de esa visión.

·        Frente a la petición de Pablo a los filipenses: podemos y debemos ser diferentes. Podemos y debemos experimentar la diferencia para tener un sentimiento acogedor para los que están dentro y fuera de la comunidad. Y el sentimiento que hubo en Cristo Jesús nos invita o nos mueve a cambiar para que así sea.

Filipenses 2:1-11 (Segunda parte)


·        Si nos quedáramos solamente con lo que vimos en la introducción, porque el himno que nos presenta Pablo en filipenses se acabara en el v. 7, el pensamiento de la iglesia institucional quedaría justificado porque hasta aquí estaríamos hablando de la encarnación desde el aspecto religioso, el aspecto litúrgico o cultual. Pero el himno continúa y si bien en los versículos anteriores  nos hablaba de La diferencia desde su divinidad, ahora nos va a hablar de su diferencia desde su humanidad. Y esta diferencia viene determinada por dos palabras: humillación y obediencia.

·        Este concepto que tiene Pablo de la encarnación tiene que ver con el cómo se desarrolla esta encarnación y no con el propósito. Porque a veces podemos confundir el concepto. Si bien es cierto que se habla mucho de la humillación y obediencia de Jesús, porque su vida estuvo marcada por estas acciones, tenemos que entender que el propósito del Logos al encarnarse no era mostrarnos su humillación y obediencia para que supiéramos cuáles son los signos del hijo de Dios.

·        Cuando el Logos de Dios decide despojarse de su divinidad y hacerse diferente, es para mostrarse al mundo como el nuevo hombre, como el Hombre con mayúscula, que no se deja convencer ni vencer por el pensamiento de querer ser como Dios, sino que decide, desde su libertad, aceptar su condición de creatura de Dios y vivir bajo el amparo del Altísimo. Y al vivir desde esa aceptación, Jesús puede desarrollar su existencia sin ser esclavo de pasiones, de ideas, de esquemas, de personas, y mostrarse al mundo como el enteramente libre. Y desde esa libertad poder descubrir la existencia del otro, del diferente, para aceptar su responsabilidad con él y servirle. Por eso Jesús puede abandonar la comunidad humana de los piadosos y tratar con los pecadores y delincuentes. Él, como hombre verdadero, como aquel que no renuncia a su humanidad, se muestra como el diferente, el que no actúa como los demás, como aquel que tiene otros valores, otra visión de la vida. Por eso puede abrirse a los demás y acoger a todos los que quieran ser atendidos en sus necesidades. Y si en su abandono de su estado divino se convierte en el anti divino, ahora en su actuación, se convierte en el anti humano. Porque él es diferente a los demás. Su respuesta es diferente. Y al mostrarse diferente, Jesús acepta la humillación y obediencia que su comportamiento frente a los demás lleva implícito.

·        Humillación porque la decisión de ser hombre y vivir como hombre en el contexto existencial de la sociedad humana lleva implícito el pensar, actuar, hablar y sentir de forma diferente a como lo hacen los demás. Lógicamente, la comunidad que le rodea no soporta esta actitud de Jesús y se enfrenta a él de forma violenta tratando de desacreditarle. Por eso buscan su continua humillación despreciándole, rechazándole, tentándole y al final llegar hasta su propio asesinato político-religioso. Jesús no busca la humillación, la soporta por su firme decisión de vivir íntegramente como verdadero hombre en su plenitud.

·        Obediencia no en el sentido de cumplir la voluntad de quien manda, o una obediencia debida en la que uno se ve sometido a realizar algo que no le gusta pero tiene que hacerlo porque lo manda el superior jerárquico. Es obediencia que surge del profundo respeto que Jesús tiene por su Dios que le envía a mostrarse, a pesar del rechazo y de la humillación, a comportarse como un verdadero hombre en medio de aquellos que le rodean. Respeto a su Padre al tomar la responsabilidad de ser y vivir como hombre y asumir las consecuencias que conlleva ese respeto. Jesús soporta el desprecio, el rechazo, la mentira, la falsa piedad, la arrogancia, etc., en nombre de su humanidad.

·        Esta humillación y obediencia de Jesús se convirtieron en el modelo de la actitud y disposición de todos aquellos que, formando parte o no de la comunidad cristiana, asumen el compromiso de vivir como auténticos seres humanos y, desde su singularidad, acogen al diferente no tan solo para darle la dignidad que merece sino porque es un ser humano. Porque este comportamiento no es patrimonio de los cristianos, sino también de todos aquellos que, sin creer en Jesús, viven entregados a los demás y, sin saberlo, se convierte en “cristianos anónimos”. Porque no podemos desasociar la creencia en Jesús de su entrega al ser humano; por lo tanto, si creo en Jesús acepto su entrega y la tomo como modelo, pero si no creo en Jesús pero mi vida es un compromiso de vivir entregado al ser humano, estoy creyendo en Jesús aunque por alguna circunstancia me haya llevado a no creer en él.

·        Ese profundo respeto de Jesús hacia el Padre fue una constante en su vida. De tal forma que en ningún momento se pudo apreciar en él ni un ápice de menosprecio hacia su humanidad deseando “ser como Dios” y eso que él tenía todo el derecho a desearlo. Sin embargo, él continuó firme en su deseo y esto le llevó a la muerte. Así pues podemos ver que tanto humillación como obediencia y muerte, no forman parte del propósito inicial sino consecuencias del propósito inicial, que no fue otro que hacerse diferente para acoger al diferente.

·        Fue tal su compromiso en la demostración de su humanidad, en mostrarse a todos como verdadero hombre, que vive de acuerdo con la voluntad de su Padre, que tuvo que enfrentarse de forma continuada con ese pensamiento que vive enraizado en la mente y corazón del ser humano: querer ser como Dios. Muchos ya habían llegado a la condición de ser como Dios; otros, que son la mayoría, aspiran a serlo. Y Jesús, con su actuación, les muestra que el único camino para llegar a Dios pasa por la aceptación de nuestra humanidad y un respeto hacia el Dios que nos ha creado. Vivir desde esta mentalidad que nos muestra Jesús, es enfrentarse a la soberbia, a la arrogancia, a la prepotencia, de todos aquellos que aspiran a ser como Dios siguiendo sus propios caminos. Es por esto que Jesús tiene que vivir desde la humillación y la obediencia al Padre para poder vivir desde la condición de ser humano. Y al vivir desde este compromiso, nos dice Pablo que le costó la muerte, y añade para recalcar la magnitud del suceso “y muerte de cruz”.
 
·        Y con esta muerte nos encontramos con el hecho más antagónico de toda la vida de Jesús. Porque si bien nos fijamos en los escribas, fariseos y sacerdotes como los que condenan a Jesús, ellos fueron solo el instrumento para llevar a cabo su muerte. Quien realmente condena a Jesús a muerte es la propia ley. Y ¿cómo puede ser que Jesús cumpliera con la ley y fuera la misma ley quien le condenara? Porque la ley que cumple Jesús y le mata es la misma.

·        La muerte de Jesús, al margen de su sentido teológico, legal o religioso, se produce por una sencilla razón: es diferente. Y todo lo que es diferente crea tensión en el ser humano. Y esa diferencia Jesús la proyecta a través de un comportamiento humano que no se ajusta a las reglas sociales (comete actos anti sociales como la atención a los niños, los pobres, las mujeres…) y mucho menos frente a las reglas de los religiosos, manteniendo una actitud totalmente diferente a la de ellos (sábado, leprosos, ritos de purificación, perdón de pecados, prostitutas…). Jesús muestra su verdadera humanidad acogiendo al diferente.

·        ¿Por qué Jesús es diferente? ¿qué es lo que hace que Jesús sea diferente? Porque ni en su corazón ni en su mente alberga el deseo de querer ser como Dios (aunque ha recibido ofertas para tener ese deseo). No es que él busque esto para ser diferente. Porque Jesús ni quiere ni pretende ser diferente. Su única pretensión es mostrar a su gente su humanidad desde el amor a su Padre y al prójimo. Por eso Jesús se acerca a la ley poniendo su mirada únicamente en esos dos principios. Y partiendo de ellos, todo lo demás recibirá el beneplácito del Padre (éste es mi hijo amado…).
En cambio los religiosos tenían otra mirada de la ley. Si ellos ponían todo su empeño en cumplir con la ley, no era por respetar a Dios y al prójimo, sino porque buscaban su propio interés, Qué mejor camino para dar rienda suelta a su anhelo de ser como Dios que cumpliendo la ley. Buscar la piedad y vivir en ella nos llevará a ser como Dios. Eso era usar la ley para cumplir sus propósitos. Manipular la voluntad de Dios.

·        Es por eso que Jesús cumple la ley y al  mismo tiempo la ley lo condena. Por eso Jesús no viene a quitar la ley sino a darle el sentido correcto que no es otro que dar el debido respeto a Dios, respetar mi humanidad y respetar al diferente. Todos los demás actos de mi vida deberán ser analizados o valorados teniendo en cuenta estos parámetros.
           
·        Esta humillación y obediencia de Jesús debería ser el modelo de la actitud, de la disposición que ha de adoptar la comunidad; una comunidad que es constantemente remitida a la realidad de Jesús.

Filipenses 2:1-11 (Primera parte)


·        Dice la RAE que el verbo sentir tiene que ver con el estado afectivo del ánimo. Y lógicamente, este verbo lo relacionamos con los sentimientos, con nuestro hacer, pensar o hablar en función de nuestro estado de ánimo. Es por esto que cuando tomamos decisiones que tienen que ver con nuestra vida cristiana, como el seguimiento, nuestro testimonio, nuestra vida en comunidad, etc., necesitamos que nuestro estado de ánimo se encuentre en cotas elevadas. Por eso es más fácil tomar decisiones  en relación a las cuestiones antes mencionadas si nuestro estado de ánimo se encuentra influenciado por una vida de oración y de lectura de la Biblia. Lógicamente, con aquellos que tienen su estado de ánimo en cotas bajas, no podemos esperar mucho de ellos. Curiosamente, el diccionario teológico nos dice que el verbo sentir (phronéo) tiene que ver también con pensar, juzgar, ser sensato; y el uso que se le daba al sustantivo tenía que ver con el pensamiento, la inteligencia. Es decir, que nuestro sentimiento no debe estar basado solamente en emociones producidas por causas externas e internas sino que además debemos tener, después de un análisis reflexivo, la voluntad firme de experimentar esas sensaciones.
·        Quiero decir con esto que cuando Pablo les dice a los filipenses que “tengan el mismo sentir que Cristo Jesús” no les está diciendo que inflen su estado de ánimo mediante acciones espirituales, sino que tengan un sentimiento basado en la reflexión de la experiencia de Jesús, como prueba de que se puede y se debe vivir de otra manera (Fil. 2:5-11). Pero no sería correcto quedarnos con esta lectura sin que antes leamos los versículos anteriores donde Pablo nos explica el motivo de estas palabras (vv. 1-4). Este es el foco de atención de Pablo. Esta es su preocupación: establecer la diferencia en nuestra convivencia.
·        Y de esta preocupación de Pablo acerca de cómo debe ser la convivencia entre la comunidad de Filipos, surge uno de los textos teológicos más profundos, ricos y quizás de los más comentados. Un texto que, en síntesis, viene a ser un micro relato de la acción de Dios en la humanidad. Un texto que, dicho sea de paso, no fue inspirado por el Espíritu Santo tal y como algunos entienden la inspiración en el sentido de que es el Espíritu el que dicta todo lo que tiene que escribir el autor del libro, porque este texto tenía que ver con un himno que se cantaba en la comunidad (en todo caso el inspirado debió ser el autor del himno).
 
·        Lo primero que pretende resaltar el apóstol Pablo es que lo importante no se encuentra en el hecho de seguir el ejemplo del Hijo en cuanto a realizar lo que él hizo, porque el énfasis no se encuentra en la acción sino en el sentimiento que le llevó a realizar esa actuación. Este sentimiento es el que debe gobernar en nosotros porque la acción es imposible de realizar.  
·        Y en lo primero que nos tenemos que fijar para saber orientar nuestro sentimiento para establecer la diferencia en nuestra vida y en la comunidad es que el Hijo se hace diferente desde su divinidad.
Este hacerse diferente no viene provocado por una actitud sentimentaloide, por una actitud que tiende a la emoción superficial y fácil, sino por un sentimiento que de verdad alberga cariño y ternura hacia el hombre. Un sentimiento que viene provocado por una verdadera compasión por el ser humano y que busca su transformación. Por lo tanto, es un sentimiento que está basado en la firme voluntad de llevar a cabo la encarnación para reconciliar al hombre con Dios y a Dios con el hombre.
·        Y como expresión de ese sentimiento puro y verdadero, ese sentimiento que surge de su libre voluntad, el himno nos dice que el Hijo no consideró ser igual a Dios como algo de que aprovecharse o como algo que podía utilizar en provecho propio, porque el acento recae en algo que es posesión del Hijo y que por lo tanto, es un derecho sobre el que podía disponer con plena libertad.
                                                                                                                                
·        El énfasis está en que el Hijo no se detuvo a analizar con atención su derecho a ser tratado como Dios, no analizó los pros y los contras y no se aferró a esa consideración que nos recuerda al animal cuando caza a su presa y se aferra a ella para no soltarla, sino que desde su libertad optó por despojarse y hacerse diferente. Él no fue abajado sino que se bajó él mismo desde su libertad y espontaneidad.
·        Y al hacerlo, se convirtió en el “anti-divino”. Porque con su toma de decisión rompió con todos los esquemas que el ser humano tenía y podía llegar a tener acerca de la divinidad. Por eso el mensaje del evangelio es de locos.  Para llegar a entender un poco de cómo se llega a esta locura, debéis permitirme la libertad de explicaros mi reflexión sin que en ningún momento pretenda pontificarla. Y para ello debemos remitirnos al libro de los orígenes, al Génesis.
·        A día de hoy, pienso que el propósito de Dios con su creatura es que forme parte de su esencia. El Padre en el Hijo y el Hijo en nosotros; y nosotros formando parte de la Trinidad. De tal forma que, llegados a este punto de la revelación, podríamos decir que el concepto de Trinidad queda cojo porque a la relación de amor entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo, le faltaría el fruto de esa relación de amor que sería su creación. Así en lugar de Trinidad tendríamos que hablar de Cuaternidad. Esto se puede comprar y tirarlo a la basura o ni siquiera comprar. Pero lo que sí es cierto en la enseñanza que se nos transmite en el relato del Génesis es que en la relación íntima del hombre con su creador, tiene lugar un acontecimiento que da al traste con esa relación: el hombre se deja controlar por su pensamiento de querer ser como Dios. El hombre comienza a cuestionarse la persona de Dios ¿quién es Dios? ¿qué representa? ¿por qué tengo que someterme a él? ¿por qué yo soy diferente?. Yo quiero ser como Dios porque no acepto ser diferente a Él.
·        Y en esta no aceptación de los atributos o cualidades esenciales de Dios, el hombre no solo está rechazando a su creador sino que también está poniendo en cuestión su lugar como creatura y está rechazando su humanidad porque no acepta ser hombre en esas condiciones: él quiere ser como su creador. A partir de ese momento el hombre y la mujer se ven diferentes (desnudos) y su visión el uno del otro es diferente. Su mirada hacia la creación y de ésta hacia el hombre ha cambiado. A partir de ese momento, la realidad humana se pierde en el caos. El hombre ha dejado de ser hombre y todo lo que le rodea ha dejado de tener sentido para él porque a partir de ese momento su visión del mundo y de los que le rodean va a cambiar debido a que su anhelo de querer ser como Dios va a formar parte de su realidad. Es muy inspirador que en la redacción del Génesis se nos presente como acto seguido de este acontecimiento el asesinato de Abel por parte de Caín por su marcada diferencia con él.
·        Yo no sé cómo hubieran sido los hijos de los primeros seres humanos si no se hubieran dejado llevar por su pasión de ser como Dios, pero una cosa sí sé, que todos nacemos siendo diferentes los unos de los otros, que como se suele decir “cada uno es un mundo”. Y con esa realidad tenemos que vivir, donde como muy bien popularizó Thomas Hobbes (Plautio): “el hombre es el lobo del hombre”.
·        Y desde entonces, el rechazo a lo diferente se ha convertido en el motor que mueve nuestros pensamientos y acciones. Ese motor es el que provoca las guerras, las xenofobias, las aporofobias, los machismos, las fronteras, la explotación, la esclavitud, y un larguísimo etcétera. Y cualquier atisbo que veamos en el otro o en uno mismo de querer imponer nuestra visión de las cosas no representa otra cosa que una proyección de nuestro querer ser como Dios.
·        Así las cosas, la acción de Dios no es otra que recuperar al hombre y, metafóricamente hablando, trasladarlo de nuevo al Edén y el hombre recupere su humanidad y vuelva a su esencia: creatura de Dios. Para ello, Pablo al citar el himno les enseña a los filipenses y a nosotros cómo ha sido creada una nueva situación donde se nos muestra que la historia de Jesús el Cristo no es un hecho aislado e individual, sino un acontecimiento final que determina la vida y la actuación del hombre.
·        Porque este Jesús no es otro que el mismo Logos de Dios que se bajó él mismo de su divinidad desde su libertad y se hizo diferente, se responsabilizó de su diferencia y desde su diferencia mostró un profundo respeto hacia el Padre que lo envió. Un respeto que estuvo siempre presente en las crisis por las que tuvo que pasar Jesús y que sobre todo lo vemos reflejado en la tentación y en la hora de su muerte. En la tentación porque lo que se le está ofreciendo a Jesús es la posibilidad de “ser como Dios” rechazando su humanidad. Y en su muerte porque él sabe que tiene ante sí la posibilidad de salir de esa situación (el Padre puede mandar doce legiones de ángeles) y acabar con todo su sufrimiento.
·        Y en la demostración de su respeto al Padre, desde su diferencia, Jesús se convierte en el prototipo de la nueva humanidad. En él y por él, la creatura de Dios puede volver a recuperar su esencia y completar así el propósito de Dios que no es otro que formar parte de Él. Con Jesús se abre ante el ser humano tal posibilidad, mostrándonos el camino a seguir: para ser como Dios, el Logos de Dios primero se hace como hombre.