viernes, 7 de septiembre de 2012

Simbología: Representación de una realidad o manipulación espiritual

Mucho antes de que el diccionario de la Real Academia ( RAE ) definiera el símbolo como "representación sensorialmente perceptible de una realidad", Dios había establecido este concepto en medio de su pueblo para que se acordara de todos los eventos importantes que habían acaecido en la historia, y en los que El había intervenido directamente, en beneficio de  aquellos que habían sido elegidos para formar su pueblo. La historia veterotestamentaria se encuentra preñada de simbología puesta por Dios, para que los que habían sido testigos directos de su potente actuación a favor del pueblo, pudieran tener siempre presente un recordatorio de quién es el Dios que se comprometió a estar con y por ellos. Así pues, la simbología debía convertirse para el pueblo de Dios en algo que formara parte vital de su existencia, pues sin el vivo recuerdo de las intervenciones de Dios a favor de ellos, Israel pronto se dejaría seducir por el sendero de la auto-suficiencia.
Por naturaleza, el ser humano es muy dado a recordar aquellas cosas que nos han hecho daño, y mucho más si vienen provocadas por otros; pero en el terreno contrario, es decir, en aquellas cosas que nos han producido bien, y más si nos vienen dadas por un  tercero, nuestra tendencia general es el olvido. Es por ello que la simbología, con respecto a Dios, debe ocupar un puesto preeminente en nuestro espacio vital para traer contínuamente a nuestra realidad el cómo Dios ha actuado en nuestro favor a través de su gracia.
Así de sencillo consiste el uso que se le debe de dar a la simbología. Aquello que vemos, trae a nuestra memoria, y por lo tanto a nuestra realidad, algún acontecimiento, una verdad, una lección, una advertencia, etc. y todo en función para lo que ha sido puesto el símbolo. En nuestro día a día, estamos rodeados contínuamente de símbolos que nos recuerdan cosas y a las cuales debemos responder de forma responsable.
Lamentablemente, en el caso de la simbología sacra, debido a la gran multitud que se concentra alrededor de todo lo que tiene que ver con el mundo religioso o espiritual, existen y existirán siempre hombres que, aprovechándose de que la simbología tiene que ver con una "representación sensorial", le dan su toque personal para que cuando la simbología penetre en nuestro subconsciente, nos arrastre hacia lo establecido por ellos, satisfaciendo así ese hambre de dominación sobre los otros. La operación que ellos realizan para conseguir el fin previsto es muy sencilla pero a la vez muy sutil. Como la realidad es intocable, porque lo que ha sucedido no se puede cambiar, desvían la atención hacia el hecho de que lo verdaderamente importante es lo que transmite el símbolo a nuestra interioridad, haciéndonos creer que el peso de nuestra reflexión tiene que recaer en la mera contemplación del símbolo. Cuanto mayor sea nuestra fascinación por el símbolo, más cerca estaremos de alcanzar el clímax de la espiritualidad.  De esta manera, nos arrastran hacia una separación de la realidad, un alejamiento del acontecimiento, del dato histórico, quedándonos únicamente con la "representación sensorial".  Así las cosas, la realidad del acontecimiento histórico que se nos quiere transmitir a través del símbolo, queda absorbida por los sentimientos. Y éstos están abiertos a la manipulación.
Desde mi punto de vista, uno de los símbolos más utilizados para la manipulación es aquel que tiene más peso dentro de la simbología y que está puesto como representación del cristianismo: la cruz. Es una realidad, que cuando hablamos de la cruz, hablamos de salvación, de gracia, de perdón, de misericordia. Pero también es una realidad que hemos sacralizado tanto la cruz que nos olvidamos de que es un símbolo que nos habla de una realidad que tuvo lugar en la historia del hombre: el hecho Jesús. Es tal la fascinación que sentimos hacia la cruz que la alabamos en nuestros cánticos, en nuestras oraciones, e incluso adornamos nuestro cuerpo con su símbolo. Una vez más, nos olvidamos de que lo sensorial no puede superar la realidad. Porque nuestra salvación no está fundamentada en la cruz, sino en el acto de obediencia del Hijo al Padre. Cuando el Hijo decide despojarse de su divinidad y conformarse a lo terrenal, el Hijo ya estaba condenado a morir. En eso consistió su obediencia, en que sabiendo cuáles eran las consecuencias, optó por hacerse humano. Con cruz o sin cruz, estaba condenado a morir. Pero no se conformó con morir por el hecho de hacerse terrenal, sino que además, su opción por la obediencia la llevó hasta sus últimas consecuencias, hasta conseguir que esa muerte, a la que ya estaba condenado, se llevara por medio de la cruz. Asi pues, la cruz se convierte no en símbolo de salvación, sino en símbolo de obediencia (Fil. 2:6-11). Nuestra fe está basada en realidades históricas, y para que no nos olvidemos se establecieron símbolos. Así pues, no permitamos que nos roben la simbología desvirtuando su verdadero sentido en nombre de la espiritualidad.