jueves, 28 de marzo de 2013

Cómo interpretar el dogma a la luz de la historia del samaritano

El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla; pero el que conociéndola no es capaz de saber interpretarla, lamentablemente está abocado a caer en manos del despotismo. Muchos son los que, aprovechándose de la falta de interpretación sobre aquellas cosas que leemos, conocemos o practicamos, se presentan como intérpretes de la historia y se convierten así en los referentes de nuestra visión de la vida. De este modo cautivan nuestras mentes y nos tiranizan haciéndonos vivir en la creencia de mentiras que surgen de verdades interpretadas por ellos.
Ante estas palabras, tú puedes pensar que esto lo puede decir una persona que ha estudiado y está preparado para saber interpretar lo que lee, pero yo ¿qué puedo hacer si apenas sé leer?. Cuando Jesús dice “el reino de los cielos se ha acercado”, no se lo dice a los intelectuales, a los pensadores, sino que el mensaje es para todos aquellos que quieren dejarse cautivar por su acercamiento en la persona de Jesús. Para todos aquellos que entiendan que este acercamiento del reino tiene que desembocar inevitablemente en una reinterpretación de la teología, de la doctrina. Para todos aquellos que aceptan que este acercamiento del reino provocará en su vida conflictos entre el corazón y las normas establecidas. Por eso el reino de los cielos es para aquellos que son capaces de cambiar todo lo que son, lo que han aprendido, lo que conforma toda su existencia, por la perla que han encontrado. Son capaces de vaciarse así mismo para dejarse llenar por el vino nuevo.
A través de nuestra vida, siempre hay intérpretes de la historia de la salvación, que tratan de hacernos ver la dificultad que conlleva hablar acerca del reino de Dios, metiéndonos en conflictos teológicos tremendos: el reino, Israel, la Iglesia, el reino venidero, las bienaventuranzas, la comunidad de Jesús, etc. etc.
En los tiempos de Jesús encontramos a personas parecidas a éstas que se dedicaban a interpretar la ley para que el pueblo pudiera conocer lo que Dios demandaba de ellos. Y gracias a uno de estos intérpretes tenemos en el cap. 10:25-37 del evangelio de Lucas una de las parábolas más hermosas y conocida por todos: la parábola del samaritano. Una parábola que nos enseña que en el reino de Dios el dogma se ha de interpretar a la luz de la misericordia y la práctica de ésta hacia el otro debe estar por encima de nuestras barreras sociales, económicas, religiosas, por encima de nuestros dogmas, de nuestros principios y de nuestras creencias.
En el texto resaltan dos preguntas que son las que provocan el relato de la parábola:

- Una de ellas tiene que ver con el dogma, con lo que está escrito en la ley
- La otra tiene que ver con la praxis, con la parte práctica de la vida
       ¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? ¿Quién es mi prójimo?
Son dos preguntas que están relacionadas entre sí porque una lleva a la otra.

         V. 27 --- Amarás al Señor tu Dios…… y a tu prójimo como a ti mismo
Los dos requisitos están ligados entre sí porque a los dos se les exige la intervención de la interioridad. Queda afectada la interioridad. Son requisitos que surgen de las mismas entrañas.

- Una te lleva a la vinculación de Dios
- La otra te lleva a la vinculación con el otro

Frente a estas dos preguntas, Jesús contesta con otras dos preguntas:
A la primera pregunta, que tiene que ver con el dogma, Jesús le responde con otra pregunta que tiene que ver con lo mismo. ¿Qué está escrito en la ley?

v. 27----Bien has respondido. Haz esto y vivirás. Tú interpretas la vida a la luz del dogma y haces bien.

Con esta respuesta Jesús lleva al intérprete a realizar una lectura nueva del texto, a una interpretación más profunda del dogma, ya que en su análisis no pregunta cómo se lleva a cabo esto de amar a Dios, sino que pregunta ¿quién es mi prójimo? Porque en su análisis, el dogma está condicionado a la última parte: Amarás al prójimo como a ti mismo. Porque el amor a Dios está condicionado por el amor al prójimo.
Este análisis lleva al intérprete a una encrucijada, porque amar a Dios lo tiene claro, pero la confusión suya se encuentra en ¿quién es mi prójimo?
Para Jesús, su prójimo se encuentra entre los leprosos, ciegos, cojos, prostitutas, publicanos… Todos los que están marcados por el dogma porque son indignos
Para el dogma, frente a este prójimo, debe mantenerse puro frente a este tipo de personas
¿Cómo va a ser mi prójimo esta gente? En mi forma de interpretar la ley, el dogma está condicionado a otros dogmas.
Jesús le tiene que enseñar que el dogma nos acerca a Dios, pero en ocasiones, la interpretación del dogma construye muros entre el reino y la realidad de la vida.
Por eso Jesús, ante la pregunta de quién es mi prójimo, le relata la parábola del samaritano. Una parábola en la que la carga del relato no recae en la actitud del sacerdote ni en la del levita, sino en la acción que realiza el samaritano. Y esta acción nos enseña que:

- Debemos actuar sin esperar nada a cambio. Que no hay que esperar agradecimientos ni recompensas, sino que nuestra actuación debe estar siempre motivada por una sensibilidad frente a las necesidades del otro. Nuestro interior debe estar siempre abierto a este sentimiento.

- La dignidad de la persona debe prevalecer frente a nuestras interpretaciones del dogma. No podemos permitir nunca que un dogma nos prive de la posibilidad de ayudar al otro. Que nuestros sentimientos de ayuda se vean reprimidos por interpretaciones absurdas y vacías.

- Nuestra entrega al otro debe llevarse a cabo desde la igualdad. De tú a tú. Para que la práctica de nuestro servicio se haga siempre desde la solidaridad y no desde la beneficencia

Cuando Jesús finaliza su parábola, contesta a la pregunta de quién es mi prójimo con otra pregunta. Pero al hacerlo, reformula la pregunta inicial del intérprete, porque su pregunta es ¿quién de los tres es el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Esta es la pregunta a la que lleva una correcta interpretación del dogma: ¿De quién soy yo prójimo? ¿A quién debo servir? Porque yo no puedo elegir quién es mi prójimo, porque si lo elijo, elijo con quién puedo ejercer la misericordia. Yo no puedo establecer los límites con quién sí y con quién no. Porque la fascinación del amor de Dios debe ser tal que debe llevarme cautivo al servicio del otro sin importarme con quién me voy a encontrar.
El intérprete debió entender bien la enseñanza de la parábola, porque frente a la pregunta de Jesús, él contesta: “el que usó de misericordia”.
La enseñanza de Jesús parte de una pregunta: ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Al principio el intérprete contesta la pregunta usando la interpretación dogmática. Una vez que Jesús derrumba los muros que separa el dogma de la realidad de la vida, el intérprete contesta a la pregunta al final del relato.

¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?-------- Usando la misericordia. Sin importarme el dónde, cómo, cuándo, ni con quién.

El Hijo no dudó en dejar de lado el dogma de ser igual que Dios, cuando por necesidad de que el ser humano recuperara su dignidad, se hizo como uno de nosotros para acabar muriendo en la cruz.




viernes, 8 de marzo de 2013

PAN Y CIRCO

Erase una vez que se era, que en la antigüedad salió a la luz uno de los fenómenos mejor utilizados por el poder con el fín de mantener al pueblo en un estado de embriaguez mental y así anular su capacidad de crítica. A un iluminado se le ocurrió la genial idea de que al pueblo nunca le podía faltar pan y circo. Y con la práctica de esta genialidad, el estado podía vivir con la tranquilidad de que nadie se iba a preguntar por las cosas que verdaderamente afectaban a la ciudadanía. Y si alguien quería criticar, nadie le hacía caso porque todos vivían en un estado de bienestar y no querían que se les privase de tal felicidad. Con el paso del tiempo, se ha podido comprobar que la implantación de este fenómeno que generó el estado, ha sido una de las mejores ideas que se ha tenido, porque a través de los siglos, el estado siempre ha procurado, de una forma u otra, que sus ciudadanos disfruten de una placentera vida con su pan y con su circo. Y así les ha ido de bien.
Sin embargo, en los tiempos en que vivimos, una de las mayores equivocaciones que ha tenido el poder representado en el estado, ha sido el mantener un constante recorte en las provisiones de pan hacia sus ciudadanos. Vivíamos todos muy felices con nuestros trabajos, nuestras vacaciones, nuestros créditos, nuestras tarjetas. Con un placentero presente y un futuro tranquilizador, donde nos esperaba una jubilación más o menos generosa para disfrutarla con nuestros hijos y nietos. Qué bien vivíamos dentro de nuestra nube de ingenuidad, sin conocer nada de prima de riesgo, ni de desahucios, sin imaginarnos de hasta dónde podía llegar la cruel usura de la banca, permitiendo que los corruptos llenaran sus arcas con el dinero público y que los políticos se dedicaran a satisfacer su ego. Qué tiempos aquellos en que teníamos pan y circo. Pero empezaron a soplar vientos de sequía. Y donde había abundancia, ahora hay necesidad. Necesidad porque se nos ha arrebatado el pan. Y al faltarnos el pan, nos han arrastrado hacia la desolación, hacia el hambre. Nos han dejado solos frente a nuestras miserias. Por eso ahora, nuestra visión del circo ha cambiado, porque ya no lo vemos con nuestros vientres satisfechos. Y lo que vemos ya no nos gusta, porque las bestias nos asustan. Ahora vemos lo que antes suponíamos pero no queríamos ver, que en la arena del circo solo hay corruptos insaciables que no les apetece frenar nunca su afán de enriquecerse con dinero de los demás; banqueros hambrientos de enriquecimiento ilícito pero que se sienten seguros en las leyes que les amparan en todos sus saqueos; políticos que solo les preocupa, como niños en el patio del colegio, ganar el partido de fútbol.
Si algo hemos aprendido al arrebatarnos el pan, es que estamos asqueados del circo que tanto tiempo hemos contemplado impávidos. Que estamos hartos de tanto circo, que por no gustarnos, ya no nos gustan ni los payasos que han ido pasando por él.