domingo, 19 de mayo de 2013

Reino de Dios y Antiguo Testamento


El reino de Dios hay que contemplarlo como un todo, como una unidad que va desde el principio hasta alcanzar su fin. Cuando pensamos o reflexionamos en el reino de Dios no podemos verlo como algo que nos viene dado por sectores o apartados, sino que tenemos que verlo en su totalidad, y todo acontecimiento que tiene lugar dentro de él, no podemos interpretarlo como un acto aislado sin tener en cuenta el todo. Y cuando contemplamos el reino de Dios como un acontecimiento único en la historia del hombre, llegamos al convencimiento de que el reino de Dios es la mayor expresión de amor por parte de Dios hacia su creatura. Porque el inicio, desarrollo y consumación del reino de Dios depende única y exclusivamente de Dios. Si bien el hombre es el objeto del reino, no es éste el encargado de hacer llegar el reino y mucho menos posibilitar su consumación en el futuro, porque el establecimiento del reino no vendrá como un acontecimiento ético sino que Dios hará llegar su reino sin la colaboración del hombre. Porque el reino es de Dios, pertenece a Dios, es el ser de Dios.
Y porque el reino es de Dios, el futuro, presente y pasado forman una unidad en la implantación del reino, convirtiéndose así en el instrumento que hace posible que todos los sucesos contingentes confluyan para que el reino de Dios se haga una realidad en la historia del ser humano. Una historia donde el futuro atrae para sí toda la atención porque al venir marcado por Dios, va a determinar nuestro presente. Por eso nuestro presente debe estar embriagado de la idea escatológica del reino de Dios para que podamos ocuparnos del prójimo a la luz del reino de Dios que viene. Por esto el mensaje de Jesús parte de la declaración “el reino de los cielos se ha acercado”, porque el presente de Jesús está determinado por su convencimiento del futuro cercano del reino de Dios. Y si el reino de Dios y ser de Dios son inseparables, Dios se nos ha hecho cercano en la persona del Hijo para mostrarnos la verdadera naturaleza de su reino, que no es otra que ofrecer la gracia a los que habiendo sido excluidos de la comunidad con Dios por la élite religiosa y política, no podían jamás esperar poder participar de la cercanía de Dios expresada en el banquete final del reino: los pobres, los enfermos, los publicanos, los pecadores, las prostitutas, los leprosos, los impuros. Jesús mismo se hizo impuro al comer y compartir sus alimentos con la gente impura.
Según pienso, esta declaración inicial del mensaje de Jesús: “el reino de los cielos se ha acercado”, hemos de entenderla a la luz de cómo Israel entiende y vive el concepto de reino de Dios en el Antiguo Testamento.
Según leemos en los escritos del A.T., el concepto “reino de Dios” tenemos que ubicarlo dentro de la declaración: “Jehová es rey”. Una declaración que Israel comienza a experimentar a partir del Éxodo ( Ex. 15:11-13, 18) y que se va a mantener durante toda la historia del pueblo. Hasta llegar a esta declaración, el poder de Dios se ha presentado como un poder quieto, como un título. Pero es a raíz de la salida de Egipto que Jehová comienza a mostrar su poder desde la acción. Y a partir de ahí, Israel se muestra ante las naciones como el pueblo que pertenece a Jehová, no porque ellos lo hubieran elegido, sino porque Jehová los ha escogido a ellos y por eso se puede presentar como el rey de Israel (Dt. 7:6) “Jehová te ha escogido para que seas un pueblo muy especial entre las naciones”.
Si Israel se entiende a sí mismo como un pueblo que pertenece a Jehová, debe de asumir que su poder y todo lo que son tiene su origen en el poder absoluto de Jehová que se refleja en la dirección de Israel. Jehová se presenta como el caudillo y el poseedor del mando regio (incluso en los tiempos de los jueces y de los reyes). Por lo tanto, si Jehová es el rey, el pueblo debía de asumir su condición de súbdito del rey a través de la obediencia y sumisión a su palabra. Y como súbditos, lo único que tenían que hacer era confirmar delante de las naciones que Jehová es rey. Tenían que corroborar esta gran verdad delante de las naciones: Que el Dios de Israel era el creador de los cielos y de la tierra y por esto era sobrenatural, porque no dependía de la naturaleza ni tenía nada que ver con los astros. Él era el Señor de todo porque lo había creado. Y ese gran Dios se había convertido en el rey de Israel, y cualquiera que se atreviera con ellos se las había de ver con El.
Pero Israel no va a representar para Dios un instrumento político de dominio sobre todas las naciones. Su misión no va a consistir en someter a todas las naciones para que sean esclavos de Israel, sino que su misión va a consistir en confirmar delante de las naciones que Jehová es rey no solo de Israel sino de todas las naciones y sobre todo lo creado. Por esto Israel, como súbdito del Rey, debe ser un pueblo que vive de la contemplación y práctica de la voluntad de Jehová en medio de todos los pueblos y que mantiene su vocación sacerdotal para el mundo (Ex. 19:6). Porque la implantación del reino de Jehová no consiste en conseguir que todos se hagan israelitas; ni para nosotros consiste en la cristianización de todas las naciones (como se hizo en las cruzadas).
Para llevar a cabo esta confirmación delante de las naciones de que Jehová es rey, Jehová entrega a Israel su Constitución, la norma a través de la cual debían de regirse como reino de Dios: la ley como expresión más cercana de la voluntad de Jehová. Porque el propósito de Jehová es que el pueblo entienda que Él no es aquel Dios que se desentiende de su pueblo, sino que además de actuar con poder a favor suyo, Jehová es un Dios cercano que se abre al ser humano. En esto va a consistir la gran confirmación de Israel frente a las naciones.
Con la entrega de la ley, Jehová espera que Israel entienda que el verdadero sentido de la vida se encuentra estrechamente ligado a quienes surgen en el escrito de la ley: Jehová y el prójimo. Por esto la ley va a estar dividida en dos temas fundamentales: Respeto hacia la dignidad divina porque a Jehová deben su existencia y todo lo que son como reino suyo; respeto hacia la dignidad del otro porque todos son iguales delante de Jehová y nadie tiene derecho de poseer al otro y todo cuanto tiene ( 1ª Crónicas 29: 9-20).
El cumplimiento del espíritu de esta ley dada por Jehová al pueblo, habría supuesto para Israel el vivir una realidad determinada por el futuro, porque hubiera puesto de manifiesto la visión escatológica del reinado de Dios sobre la historia. Habría sido un anticipo continuo del banquete celestial donde se da cabida a todas las naciones que vienen a adorar a Jehová.
Sin embargo, Israel pierde de vista la visión de la cercanía del reino porque Israel se ha olvidado del respeto que le debe a Jehová expresado en la cercanía del otro. La ruptura con Jehová no se produce por una actuación impura, por una falta de ética, sino que se produce por una falta de respeto hacia Jehová expresada en un desprecio hacia el débil, el pobre, la viuda, el huérfano, hacia el que no tiene nada ni a nadie. Esta va a ser la gran tragedia del pueblo, porque rechazando la cercanía del otro, rechaza la cercanía de Jehová.
La ruptura de los súbditos con el rey, supone la mayor tragedia del reino, porque sin súbditos no hay expresión del amor de Dios. Por eso decíamos al principio que el reino de Dios en la historia del hombre es la manifestación de lo que es capaz de hacer el rey por sus súbditos. Así pues, la historia de la salvación se convierte así en paradigma de la voluntad del rey en implantar su reinado.
Con la llegada de Jesús se recupera el sentido y sentimiento del reino de Dios y de formar parte de su reinado, porque Jesús cumple con el espíritu de la ley respetando la dignidad de su Padre, expresada en el respeto a la dignidad del otro. Y al cumplir con la ley, Jesús se convierte en mi referente con su ejemplo.
Por eso Jesús puede iniciar su mensaje con la declaración de que “el reino de los cielos se ha acercado” porque Jehová el Rey se nos ha acercado en el Hijo, y de nuevo la confirmación vuelve a ser el centro de la misión de aquellos que se sienten súbditos del reino.



No hay comentarios:

Publicar un comentario