Existen
conceptos que por estar abiertos a muchos usos no soportan una definición
concreta. Conceptos, como por ejemplo amor, verdad, felicidad, son tan amplios
y se pueden usar de tantas maneras y en tantos contextos, que entran dentro de
la subjetividad y solo cobran objetividad si van acompañadas, en su uso, de una
expresión que nos haga ver en qué consiste.
Dentro de estos conceptos hay uno que es del que quiero reflexionar,
que tampoco soporta una definición pero que nosotros tan ricamente definimos
porque nos han dicho que en Hebreos 11:1 se da una definición. Como ya habéis
adivinado, este concepto es la fe.
Decíamos que la fe es muy difícil encajarla en una definición y
ni siquiera la Biblia se ha puesto a dar una definición de la fe, aunque
nosotros creamos que la frase de Hebreos 11:1 da una definición de la misma.
Según las investigaciones de los expertos, lo que el autor de Hebreos escribe
en el capítulo 11 no representa una definición y dicen que esta frase, tan
difícil de traducir, debe traducirse más o menos de esta manera: “la fe
comunica a aquello que esperamos la completa seguridad de su realización
futura; y a aquello que no vemos la completa seguridad de una prueba”. Nos
transmite la plena seguridad de aquello que esperamos y no vemos pero no nos
dice en qué consiste. Pero si bien no podemos definir lo que es la fe, si
podemos reflexionar acerca de ella y analizar con qué tiene que ver. Y en este
sentido podemos decir que la fe tiene que ver con la capacidad que Dios nos
otorga para dar una respuesta positiva a su revelación, porque solo a través de
la fe podemos tener por verdadero aquello que Dios ha revelado.
-
Tener por
verdadero
-
Aquello
que Dios ha revelado
Por eso el núcleo principal de nuestra actitud creyente debe radicar
en: el encuentro con el Dios que se revela y en la respuesta que da el hombre
frente a esa revelación. Si Dios se ha revelado al hombre es porque ha salido a
su encuentro para transmitirle quién es Él, cómo es Él y qué quiere de su
creatura. Por lo tanto, si Dios ha salido al encuentro del hombre para
revelarse a él, es para que éste se sienta requerido existencialmente por Dios
y se decida, por la fe, a favor de ese requerimiento fiándose completamente de
su persona.
Y a través de estas reflexiones vamos a tratar de desarrollar principalmente
estos dos temas que tienen que ver con la fe. En primer lugar hablaremos sobre
el encuentro y más adelante trataremos sobre el tema de la respuesta.
Y básicamente hablaremos de cómo esta fe que es la capacidad que Dios
nos ofrece para fiarnos de Él:
·
Nace del
encuentro
·
Se
alimenta de la relación
·
Se
manifiesta en la acción
Una acción que se proyecta a través de la respuesta
·
Una
respuesta que debe formar parte de nuestro recorrido vital
-
Ya sea en
un espacio de dificultad
-
Ya sea en
un espacio de cotidianidad
·
Y cómo
Dios responde a nuestra fe
1.- Nace del encuentro
A través de la historia de la salvación se pone de manifiesto que la fe
bíblica se apoya en un Dios que es infinitamente más grande y poderoso que el
hombre, y en quien éste puede encontrar apoyo y socorro en todo momento. Una fe
en la que se da la paradoja que Pablo, hablando de Abraham, nos presenta en
Rom. 4:18 en cuanto a que él “creyó en esperanza contra toda esperanza” es
decir que él creyó contra toda esperanza humana y en virtud de una esperanza
divina. Es decir que Dios supera la realidad impuesta en el tiempo y espacio.
Y, como todos podemos suponer, si la fe bíblica se apoya en un Dios
grande y poderoso es porque este Dios se ha dado a conocer al hombre y se ha
mostrado como es. Dios sale al encuentro del hombre y a partir de ese encuentro
el hombre puede empezar a conocer a ese Dios no solo en la expresión de su
poder y gloria sino también en la expresión de su amor, porque toda acción
poderosa que surge de la palabra de Dios es portadora de gestos cariñosos hacia
su pueblo donde se pone de manifiesto el cuidado protector que tiene con ellos.
Por esto podemos afirmar que el pueblo conoce a Dios por la historia, porque es
a través de ella cómo Dios empieza a darse a conocer a su pueblo. Una historia
que tiene su comienzo en el clan de Abraham y acaba en la formación del estado
de Israel con la salida de Egipto, donde ya se encuentra asentada la existencia
de Dios.
Esto quiere decir que si bien la fe desde un principio fue un
doblegarse bajo el misterio inconcebible de Dios, a través de la historia esa
fe se expresa como una relación viva con Dios. Una relación que va en aumento
conforme Dios va saliendo al encuentro del pueblo y asentando su presencia en
medio de él de forma progresiva a través del arca, el tabernáculo y el templo.
Por eso esa presencia progresiva de Dios en medio del pueblo nos lleva a
considerar la fe no como un salto al vacío, sino como la confirmación del conocimiento
de Dios.
Y como quiera que el encuentro de Dios con el hombre no se agota en la
misma historia, esa presencia llega a su plenitud cuando el Logos de Dios,
llegado el cumplimiento del tiempo y en un espacio concreto, se hace carne y
habita entre nosotros. A partir de esta presencia, la fe ya no la podemos
concebir como un acto particular desde donde podemos apelar al socorro que
viene de las alturas, sino que la tenemos que concebir como una relación con
Dios y con su Hijo. La fe nos introduce en un espacio de amistad donde podemos
experimentar un conocimiento siempre nuevo de nuestro Padre.
Nos fiamos de Dios porque le conocemos y sabemos de su poder y
grandeza, porque somos capaces de comprender y conocer su amor. Nos fiamos
porque como dice Pablo en 2ª Tim. 1:12: “yo sé de quién me he fiado”.
2.- Se alimenta de la
relación
Por lo tanto, si decidimos que la fe sea un estado total de unión con
Dios, una relación permanente de amistad con Él, ese estado debe estar siempre
renovándose. Por esto, si la fe nace del encuentro con nuestro Dios, debe
alimentarse a través de una relación permanente con Él. Porque la calidad de la
fe nunca se impone sino que se va nutriendo y creciendo de nuestra experiencia
vital con Dios a nivel personal y comunitario.
2.1 A nivel personal
A nivel personal se nos ha abierto la posibilidad de poder entrar con
confianza ante el trono de la gracia para hablar de nuestras debilidades y
necesidades, porque para eso traspasó los cielos Jesús, el Hijo de Dios. Y al
entrar podemos desarrollar lo que hemos dado en llamar la oración, que no es
otra cosa que nuestra respuesta a la oferta de relación que el Padre nos hace a
través de su Hijo. Una respuesta que se da en el marco no solo del encuentro sino
también en el de la relación. Dicho de otra manera y de forma coloquial, la
oración no es otra cosa que “tomar un café con Dios” donde dos personas que se
encuentran dialogan desde un ambiente de amistad y se enriquecen mutuamente.
2.2
A nivel comunitario
Pero no solo a nivel personal debemos alimentar nuestra fe mediante la
relación con Dios, sino también, y muy importante, es necesario que lo hagamos
a nivel comunitario. Es decir que, de la misma manera que yo me relaciono con
Dios a nivel personal, también debo hacerlo a nivel comunitario. Pero esto hay
que hacerlo a la luz de un planteamiento serio con respecto a dos cuestiones
muy importantes.
En primer lugar: ¿Quién eres tú para mi?
Porque la Biblia está llena de referencias que nos alertan de la
necesidad de vivir en un espacio comunitario donde podamos desarrollar nuestra
fe, donde podamos perfeccionar nuestro conocimiento del Hijo. Porque la idea de
Dios es que juntos lleguemos a alcanzar la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo como nos dice Pablo en Efesios 4.
¿Quién eres tú para mi? Eres el objeto de mi fe porque yo no puedo
desarrollarme como nuevo hombre en Cristo si no entiendo que todo lo que soy o
puedo llegar a ser es para ponerlo a disposición del otro.
En segundo lugar:¿Qué hago yo aquí?
Y para contestar esta pregunta tendríamos que redefinir nuestro
concepto de culto comunitario, tendríamos que plantearnos cuáles son nuestros
postulados cultuales. Porque con el paso del tiempo es muy fácil entrar en el
terreno de la tradición, en la tiranía de la liturgia, en el pensamiento
placentero del deber cumplido. Al final entramos todos en el estado de sopor
resultado de una comida suculenta.
Unos pueden pensar que vamos al culto a cantar, otros que vamos solo a
adorar, otros simplemente porque se lo pasan bien. Todos tenemos un motivo para ir al culto, porque nadie va obligado, y todos los motivos valen. Pero que mejor
motivo para ir al culto porque estoy deseando verte, abrazarte, hablar contigo.
Porque en mi encuentro y relación con Dios he estado también relacionado
contigo. Tengo ganas de verte porque eres el único referente vital que tengo de
la gracia y misericordia de Dios porque tú eres la expresión más cercana que
tengo de que Dios es bueno.
2.3 Desarrollo de la fe
Después de todo lo reflexionado acerca de la
fe, solo me resta deciros, y esto lo dejo para vuestra reflexión porque es
decisión de cada uno, que la fe si tiene un nacimiento del encuentro con Dios y
se alimenta de la relación con Dios, debe tener un desarrollo porque con la fe
se inicia el proceso del discernimiento. Muchas veces y de muchas maneras, Dios
nos ha hablado de la necesidad de crecer y madurar en nuestra relación con Él y
con aquellos que nos rodean y sería un acto anti-divino el no hacerlo. Porque
de la misma manera que sería un acto anti-natural el que no creciéramos y maduráramos en nuestra vida, así sería
también el no hacerlo en la nueva humanidad que se nos ha dado en Cristo Jesús.