lunes, 20 de agosto de 2012

Bástate mi gracia

Es de sobras conocido que el apóstol Pablo, aparte de todas las situaciones a las que se vio expuesto por llevar a cabo su vocación de llenar el mundo con el evangelio, situaciones que no fueron pocas ni triviales: naufragios, azotes, encarcelamientos, hambre, desprecio, enfermedades, etc. etc.; al margen de todo esto, encima el apóstol nos comenta que padecía un problema muy especial. Un problema que no comenta en qué consiste (visión, cojo, mujeres) pero del cual está bastante harto, ya que en tres ocasiones le había pedido machaconamente a Dios que se lo quitara. Nos podemos imaginar cómo debía estar Pablo: harto, confuso.Si no bastaba con los problemas del evangelio encima esto.
Pero si hacemos como en las películas y cambiamos de escena poniendo el cartelito “2000 años más tarde”, no nos encontramos con Pablo más viejo, sino a ti y a mi. Personas con distintas situaciones existenciales pero con los mismos problemas de base.

                          Derivados de tratar de vivir consecuentemente
                          con nuestro cristianismo

  Problemas

                          Derivados de nuestra fragilidad física y del
                          entorno de crisis en que vivimos.

Todos anhelamos vivir nuestra vida en paz, en estabilidad, con nuestra familia, nuestra comunidad.
Tanto a Pablo como a nosotros, el mensaje que se nos brinda es el de “bástate mi gracia”.Esta declaración, así sin más, nos llena de perplejidad. Nosotros con problemas y esto es lo que se nos comunica.
Pero estas palabras, vinculadas al concepto del evangelio, adquieren una nueva dimensión. Porque hemos de entender que si hemos nacido a una nueva vida por el evangelio de la gracia, lógicamente esta nueva vida tiene sus raíces en la gracia.
Nuestra percepción de la vida ya no es la misma. Nuestros valores, nuestros esquemas, la resolución de nuestros problemas.....Todo ha cambiado. Ahora todo se mide a través de la visión de la gracia.

El quid de la cuestión se encuentra en

                                                      de los hombres

Qué evangelio hemos recibido                 o

                                                          de Dios

Si es de los hombres, no hay problema. Pero si es de Dios, cómo estamos interpretando este evangelio para darle el valor que realmente se merece.

El apóstol Pablo nos puede ayudar en esto por las palabras que dirige a la comunidad de Corinto en su primera carta 1:18-31.

Este es el evangelio de Pablo. Un evangelio que, después de haberlo recibido de Dios, y de haber reflexionado sobre él, dedica toda su vida a transmitirlo por todo el mundo. Un evangelio que es interpretado por Pablo como “la historia del encuentro de Dios con el hombre a través de su hijo Jesucristo”.
Y en este encuentro podemos optar por uno de los dos modelos de respuesta por parte del hombre hacia esta interpretación que hace Pablo del evangelio.
O respondemos a Dios desde una precomprensión de Dios, desde una imagen preconcebida de Dios (el hombre no es una tabla rasa), o bien respondemos desde una aceptación de la realidad que ha acontecido en la cercanía de Dios hacia cada uno de nosotros.

1.- Los judíos y los griegos parten de unos esquemas establecidos de la divinidad.

Los judíos piden señales porque ellos están acostumbrados a ver que Dios, cuando actúa, lo hace con señales y prodigios. Desde el Exodo, Dios se hace visible en medio de su pueblo con grandes eventos. Esta es su tarjeta de visita. Pero la visión que Pablo tiene de Dios, no entra en la visión que ellos tienen.
Con los griegos es distinto. La imagen que ellos tienen de Dios, les lleva a pensar que solo se puede llegar a El a través de la sabiduría. Y ya que Pablo escribe a la iglesia de Corinto, hemos de entender esta sabiduría en un contexto gnóstico. Este movimiento gnóstico se mueve dentro de un pensamiento, en el cual el Cristo-Espíritu celeste y el Jesús terreno-histórico son fundamentalmente dos realidades distintas. Lo impensable, para ellos, es la encarnación y, por lo tanto, la cruz no entra dentro de su pensamiento.
No es que Pablo atente contra unos y otros, sino que lo que les viene a decir es que hasta aquí habéis llegado. Esto es el fin.
A partir de ahora, la única puerta abierta es la acción de Dios en el Hijo a través de la cruz, y por esta acción se presenta a Cristo como poder de Dios y sabiduría de Dios.
Y si no aceptáis esto, vuestra locura se hace manifiesta. Porque os creéis con derecho a que Dios tiene que actuar de acuerdo con vuestros esquemas, y que Dios no entra en vuestra precomprensión de su persona y actuación.

Llegados a este punto, yo me pregunto:

          ¿ Cómo afecta a mi vida este modelo de acercarme a Dios?

Es difícil no tener una imagen personal de Dios y tratar de introducir a Dios en esa imagen y pedirle a El que actúe como nosotros creemos que debe actuar. Y cuando Dios no lo hace, hacemos manifiesta nuestra locura.

Si no estamos de acuerdo con este modelo, existe otro que consiste en

2.- Responder desde una aceptación de la realidad que ha acontecido en la cercanía de Dios hacia cada uno de nosotros

                     ¿ Y en qué consiste esta realidad?

Que Dios se ha hecho cercano de la manera que El ha querido. Dios no entra en nuestro juego y no se deja manipular por nadie. Por eso Dios se nos ha acercado en su Hijo, no desde nuestros esquemas, sino desde el amor, desde la compasión, la misericordia, desde la gracia. Por eso el camino escogido por Dios ha sido el mostrarse desde la insensatez, desde la debilidad, la fragilidad, desde la necedad, desde el menosprecio, desde lo que no es, para mostrar al mundo que lo insensato de Dios es más sabio que los hombres y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.Cuando Dios no se nos presenta como el Dios creador sino como el Dios redentor, lo hace para atender nuestra miseria desde la miseria. Nos hace grandes desde la pequeñez. Nos hace fuertes desde la debilidad: Para que el que se gloría, gloríese en el Señor.
Y cuando Dios nos muestra su acción en el Hijo, nuestros esquemas se vienen abajo, toda nuestra precomprensión de Dios, nuestra imagen de Dios, se rompe en mil pedazos.
Y de ese estado de seguridad en que nos encontramos, pensando que conocemos a Dios, que lo podemos controlar porque su actuación es previsible, pasamos al estado de locura porque verdaderamente esto es de locos. No es que Dios haya actuado locamente, somos nosotros los que nos volvemos locos porque la realidad que ha acontecido trastoca nuestro cerebro.
Ante esta realidad que ha irrumpido en nuestra vida, donde Dios nos ha mostrado el evangelio de su gracia, desde donde Dios nos abre su corazón y nos muestra de lo que es capaz de hacer para mostrarnos su amor, cómo puedo seguir pensando que es de locos el que Dios me diga: “Bástate mi gracia”.

¿Por qué me ha de bastar su gracia? Porque la gracia es el reflejo de quién y cómo es mi Dios.
Porque en la gracia se halla concentrado todo su poder y deidad, ya que toda la acción de Dios, partiendo de la creación, se realiza a través de la gracia.
Pero no es esto lo que atenta contra nuestra razón, sino el hecho de que esta gracia encuentra su mayor expresión en “la palabra de la cruz”. A través de la gracia, toda la potencia de Dios se expresa en la debilidad, la fragilidad, la humillación. Para destruir la sabiduría de los sabios y mostrar su sabiduría y poder.

            Judíos piden señales, acción

            Griegos buscan sabiduría

            Creyentes “bástate mi gracia”

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