lunes, 20 de enero de 2014

Dos enfoques de acercamiento al otro


Como en alguna ocasión ya he comentado, toda nuestra vida está conformada por las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra existencia. Desde el mismo instante que comenzamos a tomar decisiones, nuestra vida comienza a desarrollarse hasta llegar a algo tan simple como estar aquí escribiendo. Desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, estamos tomando decisiones. Y todas son importantes. No obstante, en aquellas cosas que afectan directamente a nuestro ser, a nuestra interioridad, a nuestro enriquecimiento personal como creyentes en Dios, parece ser que no es tan importante el hecho de tener que tomar decisiones. A veces ni nos lo planteamos. Tal vez sea debido al hecho de que nos gusta mucho hablar y pensar en la esencia y no tanto en la existencia. Hablamos y pensamos mucho del amor de Dios, de su justicia, de su misericordia, de su paciencia, etc., pero pocas veces hablamos y pensamos de cómo debemos proyectar en nuestra vida todo lo que Dios representa. Creer y vivir no son dos conceptos aislados, sino que forman una unidad que pocas veces tenemos en cuenta. A través de la lectura de los evangelios, encontramos que Jesús, durante su ministerio, apelaba continuamente, a través de sus enseñanzas, a una toma de decisión de aquellos que le seguían. El final de su discurso era siempre el mismo: tienes que decidir.
 Y entre las múltiples enseñanzas de Jesús, he escogido una que cada vez que la leo me impacta bastante. Una enseñanza que me hace reflexionar en cómo enfocamos nuestro acercamiento a Dios, y según como lo hagamos, así será el enfoque que le demos a nuestro acercamiento al otro. Esta enseñanza la encontramos en el evangelio de Lucas 18:9-14. A la luz de lo que podemos leer, mi toma de decisión tiene que ver con el doble enfoque que le puedo dar a mi acercamiento a Dios:

            - Puedo optar por un enfoque religioso

            - Puedo optar por un enfoque mundano

1. Respecto a la actitud del fariseo, que sería quien representa el enfoque religioso, hemos de decir que su acercamiento a Dios no es sorprendente. El separase de los pecadores era el supremos deber religioso para el judaísmo de aquella época. El fariseísmo representaba la pureza, y el ponerse en contacto con los pecadores era poner en peligro la pureza del justo, era manchar el ámbito de la santidad y lo divino. Por tanto, era normal que el fariseo pudiera dar gracias a Dios por poderse mantener en la santidad no siendo como los pecadores. El fariseo da gracias a Dios porque su decisión ha sido firme en cuanto a su no contaminación con los pecadores.
 Por esto, no nos puede sorprender la reacción de indignación por parte de los fariseos respecto a la proclamación de la buena nueva traída por Jesús. Porque este mensaje es totalmente contrario al pensamiento del judaísmo religioso. Es por esto, que los fariseos, representantes de las reglas de la piedad de aquella época, se indignan en gran manera con las palabras y comportamiento de Jesús en su novedosa demostración de la gracia y misericordia de Dios. Porque es cierto que ellos saben que Dios es misericordioso y que es capaz de perdonar. Pero esto sólo es para los justos. Los pecadores tenían que demostrar, por medio de la reparación y del cambio de conducta, que efectivamente se habían arrepentido. Y sólo entonces podían ser objeto del amor de Dios.

2. En este sentido, el publicano lo tiene muy mal para acercarse a Dios, porque la penitencia que tenía que ejercer era especialmente difícil, ya que el publicano tenía primero que resarcir a todos aquellos que había engañado, y como eran tantos, pues era imposible que pudiera demostrar su arrepentimiento.
 Frente a este problema, y a diferencia de las personas piadosas que se acercan a Dios con su teología y su piedad, el publicano se acerca a Dios a través de su mundanalidad. Mientras que el fariseo muestra su justicia, el publicano muestra su pecado. Y como persona que se reconoce pecadora delante de Dios, como persona indigna de estar delante de la presencia de Dios, como persona que reconoce que no tiene derecho absolutamente a nada, él se acerca a Dios desde lo único que él cree que puede hacer: apelar a la compasión de Dios. Porque la compasión es la única puerta de acceso a la gracia de Dios.

                 ¿Cuál de los dos enfoque es el correcto?

El fariseo: se acerca a Dios desde su religiosidad, desde su pureza
El publicano: se acerca a Dios desde su condición de ser humano, desde su indignidad.

Ahora, la toma de decisión es nuestra, y tenemos que decidir qué enfoque le damos a nuestro acercamiento a Dios, y tenemos que hacerlo con cuidado, porque según escojamos así será nuestro acercamiento al otro.

1. Si el enfoque que le damos a nuestro acercamiento a Dios es desde la religiosidad, lo único que estamos procurando es nuestra autosatisfacción, porque estamos alimentando nuestra justicia, nuestra diferencia con el otro, nuestro egoísmo. Lo que nos estará preocupando con este enfoque es nuestra apariencia, el mantenimiento de nuestro propio concepto de justicia, de la moralidad. Es un acercamiento que se produce desde el exterior. Por lo tanto de la misma manera que nos acercamos a Dios, nos acercamos al otro. Y lo único que puedes esperar de mi es un juicio de valor.
Este es un enfoque con el que tenemos que tener mucho cuidado, porque este enfoque convive con nosotros, forma parte de nuestra vocación. Nos encanta entronizar nuestra diferencia con el otro.

              - A nivel individual

              - A nivel institucional

2. En cambio si el enfoque que le damos a nuestro acercamiento a Dios es desde nuestra mundanalidad, lo único que estamos procurando es nuestra liberación, porque nos estamos abriendo a Dios para mostrarle nuestra miseria, nuestra carencia de justicia. En definitiva para mostrarle a Dios no lo que tenemos (porque no tenemos nada) sino lo que somos. Lo único que estamos procurando con este enfoque es que Dios se compadezca de nuestro pecado, de nuestra indignidad. Lo que me preocupa es que Dios se digne a tener compasión de mí y derrame su gracia sobre mí. Por eso, mi acercamiento a Dios debe producirse desde la interioridad, desde mis entrañas.
 Por lo tanto, de la misma manera que me acerco a Dios, me acercaré al otro. Y lo único que puedes esperar de mí es compasión. Porque entiendo que entre tú y yo no existen diferencias, porque tus miserias son mis miserias, tu pobreza es mi pobreza, porque los dos somos iguales ante Dios: personas que hemos sido perdonados por la gracia de Dios y de la misma manera que Él me ha aceptado como soy, yo te acepto a ti como eres. Mi acercamiento al otro desde la compasión no es para imponer criterios, esquemas, juicios de valor o formas de entender la vida cristiana, sino para aceptarte y amarte tal y como eres.

 Cuando Jesús termina su relato, no nos dice quién lo hizo bien y quién lo hizo mal. Simplemente nos habla de las consecuencias de los dos enfoques de acercamiento a Dios.
Ahora soy yo el que tiene que tomar la decisión sobre cuál prefiero que sea mi enfoque.



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