- Karl Bühler, psicólogo, pedagogo, lingüista y filósofo alemán nacido en el s. IXX, distinguía en la palabra tres aspectos importantes: 1) La palabra tiene un contenido. Significa o representa algo: nombra un objeto, formula un pensamiento, un juicio, cuenta un hecho. En este sentido la palabra es expresión. 2) La palabra es una interpelación. Se dirige a alguien porque la palabra tiene lugar entre un yo y un tú. Toda palabra se dirige a otro. En este sentido la palabra quiere provocar en el tú una respuesta, una reacción. 3) La palabra es descubrimiento de la persona, manifestación de su actitud interior, revelación de la persona, testimonio de sí misma. En este sentido la palabra es encuentro con el otro, donde las dos interioridades se manifiestan una a la otra para vivir en reciprocidad.
- Muy brevemente define la palabra como la acción por la que la persona se dirige y se expresa a otra para una comunicación. El hombre, para expresarse, dispone de muchos medios: mímica, gestos, miradas. Pero la palabra es la expresión más perfecta de la persona.
- Cuando hablamos de que Dios se ha revelado al hombre, en base al testimonio escrito que encontramos en lo que se ha llegado a llamar Santa Biblia, hablamos de que Dios ha querido ser para el hombre un yo que se dirige a un tú en una relación interpersonal y vital. Es muy importante tener esta idea bien presente en nuestro pensamiento y reflexión acerca de Dios. Porque no es el hombre quien se diviniza para comunicarse con Dios, sino que es Dios quien se humaniza para entrar en diálogo con el hombre. Es Dios quien franquea la distancia que lo separa del hombre para salir a su encuentro. El trascendente se hace el Dios cercano. Dios sale de su misterio y se hace presente al hombre.
- Así pues, cuando Dios entra en comunión interpersonal con el hombre, a través de su palabra, no lo hace con intención puramente utilitaria, sino para establecer lazos de amor y de amistad. Y para aprender de ese amor, tenemos que ponernos a la escucha de su revelación, porque solo a partir del acontecimiento de la revelación podemos comprender el significado del amor. Y al hacerlo, Dios tiene en cuenta tres cuestiones importantes que afectan al contenido, la interpelación y el encuentro con el otro:
1.
El contenido se
explica con palabras humanas que el hombre puede oír y asimilar en su
inteligencia (las palabras y su significado cambian).
2.
El encuentro con
el otro se da desde la realidad vital del que recibe la palabra (la realidad es
cambiante).
3.
La reacción del
que recibe la interpelación se entiende desde el mundo donde vive. La palabra
irrumpe en la realidad del hombre y éste responde desde su propia realidad (las
respuestas cambian).
Todo
esto nos lleva a un tema que es del que quisiera reflexionar
LA PALABRA DE DIOS TIENES SUS TIEMPOS Y RESPUESTAS
Entendiendo
la palabra de Dios como lo que es y no encerrándola en un libro como el que
tenemos y al que sacralizamos como la palabra de Dios. Porque la palabra de
Dios, como nos dice Hebreos 4:12-13, es viva como Dios mismo, es activa,
tajante como espada de dos filos, es sutil y penetra hasta lo más profundo del
ser humano, discierne y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.
Es a esto a lo que nos referimos cuando hablamos de la palabra de Dios. Y porque
la palabra de Dios es viva y activa; y porque se dirige al ser humano para
expresar su designio salvífico y establecer lazos de amor y amistad, Dios
utiliza todos los recursos dentro del espacio y el tiempo que le ha tocado vivir
al receptor de su palabra para que éste pueda oír y su inteligencia asimilar.
·
Hay un pasaje en
la carta a los Hebreos 1:1-2 que refleja bien este pensamiento y que vamos a
utilizar como punto de partida en la reflexión de estos días. La persona que
escribe la epístola inicia su reflexión presentándonos a un Dios que, desde el
inicio, ha abierto vías de diálogo con el ser humano. Y hasta donde él ha
podido llegar con su reflexión, nos presenta dos economías o estadios de
tiempo: el pasado y el presente. Y entre estas dos economías existen dos
elementos: uno de igualdad y otro de diferencia. Por un lado Dios “ha hablado”.
Es decir que, tanto en una economía como en otra, tanto en el pasado como en el
ahora, la palabra de Dios ha permanecido en nuestra historia. Pero por otro
lado, se establece un elemento diferenciador en los tiempos, las maneras, los
mediadores y destinatarios de su palabra.
·
Esto nos lleva a
pensar que la palabra de Dios tiene sus tiempos, y desde mi punto de vista,
estos tiempos tienen que ver con tres estadios o períodos de tiempo:
1.
A.T. donde vemos
que la palabra de Dios irrumpe en el espacio del hombre, se hace presente y el
hombre oye la palabra. Este oír provoca en el hombre una respuesta: acepta o
rechaza la palabra.
2.
Si bien en el
A.T. la palabra se oye, con Jesús la palabra se ve porque esta palabra se hace
carne. Y si en el A.T. provoca una aceptación, con Jesús provoca una
confrontación porque la visualización apela a la conciencia del que escucha y
ve.
3.
Pero con la
venida del Espíritu Santo, la palabra sale de nuestro entorno físico para
convertirse en inspiración. Por lo tanto, esta palabra que ahora no se oye ni
se ve, se interioriza. Y esta interiorización provoca en el hombre una
reflexión.
La palabra de Dios en el A.T.
Con
respecto al tiempo de la palabra de Dios en el A.T. habría muchísimo que decir,
pero ni yo estoy preparado para hacerlo ni el momento lo requiere. Tan solo
quería exponer una breve reflexión acerca del tema, y no solo de éste, sino
también de los demás que expondré más adelante.
a)
Desde los inicios
de nuestra historia, el hombre siempre ha mantenido una curiosidad especial
para saber cómo poder conectarse con la divinidad. Siempre ha sido constante su
deseo de querer saber quién está más allá de nuestro espacio y tiempo (y lo sigue
siendo aún hoy día. Lo que ocurre es que en vez de llamarlo divinidad, lo llama
otros mundos). Es por eso que siempre ha tratado de ponerse en contacto con sus
propias divinidades utilizando cualquier medio producto de su imaginación.
En el caso de Dios, a diferencia de otros dioses, es
que Él es quien sale al encuentro del hombre y utilizando un lenguaje humano,
se comunica con él. En el A.T. Dios elige a personas privilegiadas que no son
la verdad ni la luz, pero que tendrán que dar testimonio de la verdad que les
ha sido comunicada por aquel que ha irrumpido en sus vidas y desde el momento
en que esa palabra se hace presente en ellos, tendrán que aprender a vivir con
esa experiencia vital, porque aunque Dios escapa a su visión, se comunica con
el hombre a través de la palabra, y si Dios habla, el hombre debe escuchar (1ª
Sam. 3:10). Y cuando el hombre escucha, es interpelado por la palabra para que
sea aceptada por él. Por esto, en los inicios del A.T. la revelación consiste
en palabra específica que invita al hombre a una reacción específica: la fe o
aceptación de esa palabra oída. Todo el que ha oído la palabra de Jehová, ha de
aceptarla y vivir según las exigencias de esa palabra. Por ello la fe consiste
en el A.T. en obediencia y confianza. Este es el conflicto con el que se verá
confrontado todo aquel que, a través de los tiempos, escucha la palabra de Dios.
Una palabra que cuando sale al encuentro del hombre tiene que darse un proceso
de aceptación y convivencia y un proceso de obediencia. Un proceso que va a
llevar al hombre a un lento aprendizaje de que lo fundamental de esa revelación
es el amor de Dios. Un amor que se va a mostrar en líneas generales con la
libertad colectiva de la esclavitud, hasta mostrarse como preocupación
individual y entrañable por el pobre, el huérfano, el esclavo, el extranjero y
la viuda. Y yo entiendo que esta experiencia no debió resultar nada fácil,
porque era un enfrentamiento con la palabra desnuda (Abrahám).
b)
Esta palabra de
Dios crece en cantidad y calidad a medida que los siglos van sucediéndose y que
Dios interviene en la historia. Y si a través de estos siglos, la palabra ha
representado la expresión más perfecta de la revelación de Dios con su
creatura, la historia va a representar el marco donde esta palabra va a recibir
el reconocimiento que se merece. Porque Israel no descubre a Dios mediante un
proceso de reflexión acerca del universo, sino a través de sus intervenciones
en la historia. El Dios de la historia le lleva al Dios de la creación. Israel,
que reconoce a su Dios a través de la palabra, va a conocer a su Dios a través
de sus intervenciones en la historia. La fe, que se expresa a través del
testimonio, va a dar un giro importante. Porque ya no va a ser una palabra
desnuda, sino que va a estar acompañada de actos que van a avalar esa palabra.
El recipiente, que soporta el contenido de la palabra, comienza a tener
autoridad en su testimonio porque la palabra se cumple. No vuelve a Dios vacía.
Por eso es importante, en este tiempo de la palabra de Dios, el concepto
PALABRA+EVENTO. El oír va a estar acompañado de actos prodigiosos que van a dar
credibilidad a esa palabra, porque el Dios que interviene en la historia,
explica el sentido de su intervención (Ex. 19:6 “me seréis un reino de
sacerdotes….”). Pero cuando decimos que Dios interviene en la historia, no me
refiero a que Dios controla la historia con sus intervenciones, sino que Dios
interviene en los momentos concretos en el transcurso del tiempo, y al hacerlo,
no lo hace de forma caprichosa sino que todos los actos forman parte de un
todo, trazando una línea donde va apareciendo paulatinamente el plan divino de
la salvación, Y si Dios decide intervenir en momentos determinados en el
transcurso del tiempo, la palabra que acompaña estos eventos, va a ir calando
en todos aquellos que son testigos de los acontecimientos que dieron lugar al nacimiento de Israel como pueblo de Dios.
Tales acontecimientos son el éxodo, la alianza y la entrada en la tierra
prometida. Unos acontecimientos que van a permitir al pueblo conocer a Dios
como ser `personal por la revelación de su nombre, y que como Dios personal
puede invocarse y responder a las plegarias del hombre.
c)
Estos
acontecimientos, que van a constituir el germen de la revelación en el A.T.,
son los que van a alimentar constantemente la reflexión religiosa de Israel.
Una reflexión en la que el protagonismo de los profetas va a ser primordial
porque ellos harán crecer y profundizar el conocimiento de Dios. Porque ellos
se van a convertir en testigos e intérpretes cualificados de la historia, una
historia que va a estar acompañada de acontecimientos iluminados por la
palabra. Y lo que ellos van a captar no va a ser algo para ellos en exclusiva,
sino que el mensaje que ellos recogen va a estar siempre destinado a la
comunidad. Ellos se van a convertir en protagonistas en cuanto a interpretar y
proclamar en nombre de Dios, lo que significan las intervenciones de Dios en la
historia. Una historia por la que Dios se revela pero que es interpretada por
los profetas. Por lo tanto, hay que saber distinguir entre el acontecimiento
histórico y el acontecimiento de la palabra, es decir, dos hechos reales,
objetivos que ocurren en el marco de la historia y la reflexión del profeta
dirigida e iluminada por Dios, que le da al profeta la inteligencia del
acontecimiento y su significación. Cuando estos relatos son analizados con
detalle por los profetas, se trata de una actividad espiritual humana, unas
veces como producto de una reflexión otras como producto de crisis. Y es en
esta actividad donde el Espíritu hace sentir su presencia y da a entender su
salvación.
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