“Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿por qué andaré
yo enlutado por la opresión del enemigo?. Como quien hiere mis huesos, mis
enemigos me afrentan, diciéndome cada día:¿dónde está tu Dios? (Salmo 42:9-10).
¿Dónde está tu Dios? Esta sería la pregunta que constantemente estaría
machacando las mentes de los israelitas durante el exilio. ¿Quién es vuestro
Dios y qué es lo que hace?. Porque vosotros, que en otro tiempo habéis sentido
orgullo de vuestro Dios porque os ha estado guardando del poder de las
naciones, sin embargo, ahora estáis desahuciados, estáis huérfanos porque
vuestro Dios os ha abandonado al capricho de la historia.
· La verdad es que la situación del pueblo judío
no debía ser muy agradable, porque con la llegada del exilio, se arranca de
raíz todo lo genuinamente israelita, provocado por el final de los tres pilares
sobre los que descansaba la identidad del pueblo de Yahvé. La tierra, el rey y
el templo. Si esto había desaparecido para ellos, hacía difícil la continuidad
de la fe israelita, porque para ellos significaba el hundimiento de todas las
certezas teológicas del pueblo.
· Con esta realidad, urgía que aparecieran
alternativas para levantar la moral del pueblo y volviera a recuperar el
sentimiento de ser pueblo de Dios para no dejarse arrastrar por el proceso de
disolución. Y en este sentido, la crisis del exilio colocó a Israel frente a la
opción de hallar maneras de definir su identidad. La respuesta a estas
alternativas, si bien fueron importantes las aportaciones de los profetas
Jeremías y Ezequiel, vinieron de la mano de aquellos que comenzaron a recoger y
revisar de forma meticulosa la herencia espiritual de Israel (documentos
legales, oráculos proféticos, obras históricas, libros de poesía) y se
completaron las grandes recopilaciones que se han dado en llamar el Código
Deuteronomista y el Código Sacerdotal, que se juntaron con otros dos ya
existentes: el Código Yahvista y el Código Elohista (D,P,J,E). Donde cada
código explica aspectos distintos de Dios en su relación con el pueblo.
· Con estas recopilaciones y la formación de
estos códigos lo que se pretende es revitalizar la historia de Yahvé con su
pueblo, una historia que espera algo todavía no cumplido y quiere fortalecer la
fe esperanzada en la promesa divina. Por este motivo, la exposición de la
teología a través de los relatos presentados en los códigos, está basada en el
hecho de que Israel tuvo conciencia en todas las épocas de constituir el pueblo
de Yahvé y que ve en su Dios como el que no ha sido escogido por el pueblo,
sino que Dios mismo se ha constituido en Dios de Israel y lo ha guiado a través
de la historia. La enseñanza que se transmite es que el pueblo de Yahvé es
siempre un pueblo que, además de esperar que Dios le guíe y lo libre de sus
enemigos, aguarda en justicia, la cesación definitiva de la ira divina contra
los pecados del pueblo y la consiguiente liberación. Israel debía ser
consciente de que, incluso en su muerte, Israel se halla siempre ante Yahvé, el
Dios vivo.
· Por esto, la teología relatada a través de los
distintos escritos debía centrar su enseñanza en la respuesta a una pregunta:
¿Quién es Dios? ¿Quién es Yahvé que ha salido al encuentro de Israel?. Y para
contestar a esa pregunta, el pensamiento teológico se centra en dos eventos que
van a marcar la identidad de Israel como nación y la identidad personal. Estos
dos eventos fundamentales en la historia de Israel serán el éxodo y el exilio,
dos crisis que van a reflejar en la vida de Israel quién es su Dios. Un Dios
que contesta a esa pregunta mediante el encuentro con su pueblo en la
liberación y en la deportación.
Éxodo:
el alumbramiento de Israel
· La tradición bíblica afirma que antes del
éxodo Israel no es aún pueblo de Dios y que llega a serlo en este
acontecimiento. Un acontecimiento que se inicia precisamente en la pregunta que
Moisés le hace a Dios: “Si me preguntan ¿quién les digo que eres? (Ex.
3:13-14). Y a partir de ese instante solo se puede hablar de quién es Yahvé
observando atentamente cómo se manifiesta, porque la acción es lo que va a
definir el nombre. No obstante, este acontecimiento fundacional de Israel se
halla estrechamente ligado a otro relato fundacional que se encuentra detallado
en el Génesis a través de la historia patriarcal. A través de estos relatos la
identidad de Israel es de tipo genealógico. Por eso el israelita se define como
descendiente de Abraham, Isaac y Jacob. Con este segundo relato fundacional, la
identidad de Israel no va a estar ligada a los lazos de sangre sino que Israel
va a reconocerse a sí mismo como elegido por Dios porque va a equivaler como
una adopción (Ex. 4:22). Así pues, el éxodo va a constituir la matriz en la que
Yahvé engendra a su pueblo. A partir de ahí Israel comienza a confirmar la fe
en Dios y esa fe comienza a tener forma porque se adhiere a la existencia de
Israel y a su desarrollo como nación. Jehová pasa de ser el Dios de los padres
para ser el Dios de ellos, el Dios de Israel, porque no forma parte solo de su
pasado sino también de su presente y su futuro. Y con el inicio de la
liberación, en ese presente y futuro se va desplegar toda la potencia de Dios.
· A partir de este evento, la vida del pueblo se
tiene que reestructurar porque se van a dar algunos acontecimientos que van a
traer sobre Israel un cambio profundo y de consecuencias importante en su
proceso histórico. Estos acontecimientos van a tener un denominador común que
va a consistir en el ferviente deseo por parte de Dios de acercarse a su pueblo
con el fin de que éste tenga acceso a saber quién es su Dios. Para ello, Dios
va a proveer al pueblo de la ley, el culto y la tienda de reunión o más
conocida como el tabernáculo, y a través de estos acontecimientos favorecer el
conocimiento de Dios.
La ley del Sinaí
Uno de los acontecimientos que van a provocar el
cambio profundo en la vida de Israel, tiene que ver con la entrega de la ley en
el Sinaí. Si Dios se ha escogido un pueblo para tratarlo como hijo, es para
hacerlo adulto y libre. Y para permitir que llegue a su madurez, le abre
horizontes más amplios y lo conduce a una mayor autonomía mediante la entrega
de la ley. Una ley que, si bien tenemos que concederle un valor normativo,
sería fundamental también el concederle un valor pedagógico.
Valor normativo
Lo propio de una nación, pertenezca al tiempo que sea, es tener sus
propias leyes. Desde el punto de vista político e ideológico, era importante
demostrar que Israel tenía sus propias leyes y no dependía de ninguna otra ley
que le pudiera aportar otra nación. Ya fuera antes, durante o después del
exilio, Israel necesitaba tener su identidad jurídica y poderse mostrar como
nación porque tiene sus propias leyes, de las cuales se siente muy orgullosa. Y
este orgullo no solo le viene porque considera que su ley es sin parangón, sino
porque además las leyes le fueron entregadas al pueblo poco después de la
salida de Egipto. Es decir, que son tan antiguas como el mismo pueblo.
Lo característico de las leyes de una nación, es que éstas vengan dadas
por el monarca y tengan vigencia en un territorio concreto. En cambio, en el caso
de Israel, las leyes por las cuales debían regirse, no vinieron dadas por el
monarca, sino por Dios en un tiempo en que todavía no existía la monarquía, ni
fueron dadas para una tierra en concreto porque todavía no había llegado a la
tierra prometida. Esto quiere decir que la ley de Israel puede sobrevivir a la
pérdida de la tierra y a la desaparición de la monarquía. Que aunque vivan en
el exilio sin tierra ni monarquía, la ley sigue teniendo vigencia.
Valor
pedagógico
Pero lo más llamativo de la ley, según mi entender, es el valor
pedagógico que Dios quiso concederle a esta ley. Una ley que si bien se va a
conceder al pueblo ante la falta de un asentamiento del conocimiento de quién
es Dios, y a través de ella establecer una normalización de la vocación de
Israel, debería haber sido atendida desde la enseñanza que Dios quería provocar
a su pueblo: que Dios se daba a conocer.
Este acontecimiento debería haber provocado en el pueblo que el éxodo
pasara a un segundo plano y que Israel reconociera a través de la ley que
Jehová no es solo el Dios de las grandes gestas, sino que también sabe hacerse
cercano al pueblo dándose a conocer expresando quién es Él a través de las
normas por las cuales quiere que el pueblo se rija. El pueblo debía saber encajar
quién era Dios a través de esas normas.
Si Dios manifiesta su interioridad a través de la ley, es para que ésta
se convierta en principio regulador de la libertad adquirida y se mantenga en
todo su esplendor. De esta manera, la ley se convierte en el primer paso que
Israel tiene que dar para alcanzar el estado de madurez. Un estado que le debía
llevar a una interiorización de quién es el Dios que les ha sacado de Egipto.
Porque nunca fue el propósito de la ley mantener al pueblo encerrado en un
estadio infantil sin poder avanzar en su crecimiento como hijo de Dios, un
estadio en el que la pedagogía más correcta es la norma, sino todo lo
contrario, porque si Dios se da a conocer es para que el pueblo comience a dar
sus primeros pasos hacia el establecimiento de una nación que conoce a su Dios
y que manifiesta su carácter a través del ejercicio de la justicia y la
misericordia.
Israel debía entender que la ley nunca podía llevar al hombre a un
sometimiento, porque Dios no se encuentra sometido a ninguna actividad
legalista. La única legalidad por la que Dios se rige es su propia esencia. Y
Dios, que en su esencia es el enteramente libre, decide desde su libertad darse
a conocer a su pueblo mediante las leyes que le entrega. Este va a ser el
primer paso en conocer quién es Dios, hasta llegar a un conocimiento más
profundo en la persona de Jesús. En este sentido, podemos decir que la ley nos
conduce a él.
El culto
Otro de los acontecimientos importantes que provoca un cambio profundo
en la vida de Israel, tiene que ver con el establecimiento del culto.
Si bien el éxodo va a representar el paso de la servidumbre al
servicio, también va a representar el paso de la esclavitud de Egipto al culto
de Dios en el desierto. Conviene recordar que el culto va a representar una de
las expresiones de libertad que el pueblo alcanza, porque no hay que olvidar
que la salida de Egipto tiene su origen en la petición de Moisés y Aarón al
faraón de tener un espacio de libertad en el desierto donde poder celebrar
culto su Dios. Y es a través del establecimiento del culto que Dios se hace
cercano a su pueblo dando a conocer su voluntad. Una voluntad que va a ser
accesible para todo el pueblo, porque gracias al culto, Israel se va a
convertir en un “reino de sacerdotes” donde todo el pueblo está al servicio de
su Dios. De esto se deduce que Israel es un reino incluso si no hay rey y se
define sacerdotal por su carácter. Por lo tanto, aún en el exilio Israel sigue
siendo un reino al servicio de su Dios, tanto a nivel nacional como individual.
El tabernáculo
Y llegamos al tercer acontecimiento importante que provoca un cambio
profundo en la vida de Israel. Un acontecimiento que se va a convertir en
esencial para la vida del pueblo y que queda expresado en Ex. 40:34-35: “la
nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó la
morada..." Este acontecimiento tiene que ver con la mismísima presencia de
Dios en medio de su pueblo.
En los mitos de la creación en el Oriente antiguo, el relato de la
creación se cierra con la construcción de un templo para el dios creador. Este
templo viene a ser el palacio que la divinidad viene a ocupar para reinar desde
ahí el universo que acaba de crear. En la Biblia el relato de la creación se
cierra con el “reposo” de Dios hasta llegar a la construcción de la tienda del
encuentro desde donde el creador del universo decide reinar sobre su creación.
Dios no espera a que Salomón le construya un santuario hermoso donde habitar en
medio de su pueblo, sino que ya en el desierto se une al pueblo para compartir
con él las condiciones precarias del viaje. Así pues, el Dios del éxodo, el
fuerte, el guerrero, el que causa terror entre las naciones, el que tiene
autoridad sobre todo lo creado porque es señor del universo, es el Dios que
camina con su pueblo porque habita en medio de ellos para que conozcan como
espectadores privilegiados quién es su Dios.
Exilio: el derrumbamiento de
Israel
“Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: Juzgad conforme a la
verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a
la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su
corazón contra su hermano” (Zac. 7:10). Pero no quisieron escuchar……
Si el éxodo se convierte para el pueblo de Israel en símbolo de
libertad, el exilio se va a convertir en un símbolo de esclavitud. Una
esclavitud que va a significar el fin de una religión nacional basada sobre la
elección del rey y del templo.
· Si bien el propósito de Dios fue establecer
acontecimientos que sirvieran para ir efectuando un cambio progresivo en el
pueblo, éste no supo entender la enseñanza que contenían dichos
acontecimientos. Porque el propósito de Dios no era otro que Israel fuera
interiorizando el conocimiento que Dios le proporcionaba acerca de su persona
en cuanto a su amor, su generosidad, su cuidado, su respeto, su guía, y sobre
todo en cuanto a su pasión por el huérfano, la viuda, el extranjero, el pobre.
Es decir, por todos aquellos que por su condición social estaban desahuciados y
no eran atendidos por nadie.
· Lejos de esta realidad, Israel no supo
conformar la fe en Dios. No supo acomodar, ajustar, adaptar la fe a la vida,
porque Israel perdió toda sensibilidad y compasión hacia el necesitado. Israel
no supo administrar el conocimiento de quién era su Dios y por esto no encajó
bien la fe en su vida. Una fe que es experimentada por Israel solo en base a
los acontecimientos del éxodo y que, por lo tanto, el que tiene que actuar es
Dios. Esta reflexión les lleva a tratar a su Dios como un dios más al que deben
tener contento con los sacrificios que efectúan con toda vehemencia y
solemnidad.
· No obstante, el exilio va a ser considerado
por el profetismo como la matriz de una nueva creación. Una creación que va a
representar una nueva identidad para Israel y va a abrir el camino hacia el
conocimiento de Dios.
Conclusión
Treinta siglos más tarde, la pregunta de quién es Dios, continúa siendo
vigente en la actualidad. Y en los tiempos en que vivimos de tanta confusión
religiosa, de tanta crisis espiritual, de tanta desorientación bíblica, de
tanta irreflexión teológica, urge que nos replanteemos de nuevo esta pregunta.
Pero al hacerlo, procuremos orientarla hacia la comunidad y no hacia aquellos
que demandan razón de nuestra fe. Porque una falta de claridad en cuanto a nuestro
conocimiento de quién es Dios nos lleva a la idolatría en cuanto a que podemos
estar presentando un dios diferente al Dios que se ha revelado.
· Pero cómo contestar esta pregunta cuando las
referencias que tenemos acerca de lo que ha hecho nuestro Dios se remonta a
siglos pasados y tienen que ver con experiencias que a nosotros no nos afecta
para nada. Porque qué tenemos nosotros que ver con el éxodo, con la ley o con
las experiencias que tuvieron los israelitas. Todo lo ocurrido tiene que ver
con experiencias vitales para ellos, pero no para nosotros.
· Sin embargo, detrás de cada experiencia hay
una enseñanza acerca de quién es nuestro Dios. Una enseñanza que nos aclara
quién es el Dios que confesamos y que decimos tener. Porque lo importante no es
el hecho en sí sino la enseñanza que esconde ese hecho y que se nos quiere
transmitir. Y en este sentido la enseñanza permanece en el tiempo. La cuestión
es si seremos capaces de alcanzar la enseñanza, reflexionar sobre ella y
aplicarla a nuestro contexto vital, o bien preferimos quedarnos con el acto de
Dios sobre el pueblo de Israel.
· Dicho esto, deberíamos realizar una lectura
diferente de las narraciones bíblicas. Una lectura fresca y renovada que nos
lleve a una interiorización más actualizada, con la complicidad del Espíritu,
de quién es el Dios que tenemos, y dejemos de lado nuestras preferencias
cognitivas acerca del Dios que queremos
tener, porque esto podría ser que nos llevaran a tener experiencias religiosas
estimulantes, pero no a la firmeza de nuestra fe en el siglo que vivimos.