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Dice la
RAE que el verbo sentir tiene que ver con el estado afectivo del ánimo. Y
lógicamente, este verbo lo relacionamos con los sentimientos, con nuestro
hacer, pensar o hablar en función de nuestro estado de ánimo. Es por esto que
cuando tomamos decisiones que tienen que ver con nuestra vida cristiana, como
el seguimiento, nuestro testimonio, nuestra vida en comunidad, etc.,
necesitamos que nuestro estado de ánimo se encuentre en cotas elevadas. Por eso
es más fácil tomar decisiones en
relación a las cuestiones antes mencionadas si nuestro estado de ánimo se
encuentra influenciado por una vida de oración y de lectura de la Biblia.
Lógicamente, con aquellos que tienen su estado de ánimo en cotas bajas, no
podemos esperar mucho de ellos. Curiosamente, el diccionario teológico nos dice
que el verbo sentir (phronéo) tiene que ver también con pensar, juzgar, ser
sensato; y el uso que se le daba al sustantivo tenía que ver con el
pensamiento, la inteligencia. Es decir, que nuestro sentimiento no debe estar
basado solamente en emociones producidas por causas externas e internas sino
que además debemos tener, después de un análisis reflexivo, la voluntad firme
de experimentar esas sensaciones.
·
Quiero
decir con esto que cuando Pablo les dice a los filipenses que “tengan el mismo
sentir que Cristo Jesús” no les está diciendo que inflen su estado de ánimo
mediante acciones espirituales, sino que tengan un sentimiento basado en la
reflexión de la experiencia de Jesús, como prueba de que se puede y se debe
vivir de otra manera (Fil. 2:5-11). Pero no sería correcto quedarnos con esta
lectura sin que antes leamos los versículos anteriores donde Pablo nos explica
el motivo de estas palabras (vv. 1-4). Este es el foco de atención de Pablo.
Esta es su preocupación: establecer la diferencia en nuestra convivencia.
·
Y de esta
preocupación de Pablo acerca de cómo debe ser la convivencia entre la comunidad
de Filipos, surge uno de los textos teológicos más profundos, ricos y quizás de
los más comentados. Un texto que, en síntesis, viene a ser un micro relato de
la acción de Dios en la humanidad. Un texto que, dicho sea de paso, no fue
inspirado por el Espíritu Santo tal y como algunos entienden la inspiración en
el sentido de que es el Espíritu el que dicta todo lo que tiene que escribir el
autor del libro, porque este texto tenía que ver con un himno que se cantaba en
la comunidad (en todo caso el inspirado debió ser el autor del himno).
·
Lo
primero que pretende resaltar el apóstol Pablo es que lo importante no se
encuentra en el hecho de seguir el ejemplo del Hijo en cuanto a realizar lo que
él hizo, porque el énfasis no se encuentra en la acción sino en el sentimiento
que le llevó a realizar esa actuación. Este sentimiento es el que debe gobernar
en nosotros porque la acción es imposible de realizar.
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Y en lo
primero que nos tenemos que fijar para saber orientar nuestro sentimiento para
establecer la diferencia en nuestra vida y en la comunidad es que el Hijo se
hace diferente desde su divinidad.
Este hacerse diferente no viene provocado por una
actitud sentimentaloide, por una actitud que tiende a la emoción superficial y
fácil, sino por un sentimiento que de verdad alberga cariño y ternura hacia el
hombre. Un sentimiento que viene provocado por una verdadera compasión por el ser
humano y que busca su transformación. Por lo tanto, es un sentimiento que está
basado en la firme voluntad de llevar a cabo la encarnación para reconciliar al
hombre con Dios y a Dios con el hombre.
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Y como
expresión de ese sentimiento puro y verdadero, ese sentimiento que surge de su
libre voluntad, el himno nos dice que el Hijo no consideró ser igual a Dios
como algo de que aprovecharse o como algo que podía utilizar en provecho
propio, porque el acento recae en algo que es posesión del Hijo y que por lo
tanto, es un derecho sobre el que podía disponer con plena libertad.
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El
énfasis está en que el Hijo no se detuvo a analizar con atención su derecho a
ser tratado como Dios, no analizó los pros y los contras y no se aferró a esa
consideración que nos recuerda al animal cuando caza a su presa y se aferra a
ella para no soltarla, sino que desde su libertad optó por despojarse y hacerse
diferente. Él no fue abajado sino que se bajó él mismo desde su libertad y
espontaneidad.
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Y al
hacerlo, se convirtió en el “anti-divino”. Porque con su toma de decisión
rompió con todos los esquemas que el ser humano tenía y podía llegar a tener
acerca de la divinidad. Por eso el mensaje del evangelio es de locos. Para
llegar a entender un poco de cómo se llega a esta locura, debéis permitirme la
libertad de explicaros mi reflexión sin que en ningún momento pretenda
pontificarla. Y para ello debemos remitirnos al libro de los orígenes, al
Génesis.
·
A día de
hoy, pienso que el propósito de Dios con su creatura es que forme parte de su
esencia. El Padre en el Hijo y el Hijo en nosotros; y nosotros formando parte
de la Trinidad. De tal forma que, llegados a este punto de la revelación,
podríamos decir que el concepto de Trinidad queda cojo porque a la relación de
amor entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo, le faltaría el fruto de esa relación
de amor que sería su creación. Así en lugar de Trinidad tendríamos que hablar
de Cuaternidad. Esto se puede comprar y tirarlo a la basura o ni siquiera
comprar. Pero lo que sí es cierto en la enseñanza que se nos transmite en el
relato del Génesis es que en la relación íntima del hombre con su creador,
tiene lugar un acontecimiento que da al traste con esa relación: el hombre se
deja controlar por su pensamiento de querer ser como Dios. El hombre comienza a
cuestionarse la persona de Dios ¿quién es Dios? ¿qué representa? ¿por qué tengo
que someterme a él? ¿por qué yo soy diferente?. Yo quiero ser como Dios porque
no acepto ser diferente a Él.
·
Y en esta
no aceptación de los atributos o cualidades esenciales de Dios, el hombre no
solo está rechazando a su creador sino que también está poniendo en cuestión su
lugar como creatura y está rechazando su humanidad porque no acepta ser hombre
en esas condiciones: él quiere ser como su creador. A partir de ese momento el
hombre y la mujer se ven diferentes (desnudos) y su visión el uno del otro es
diferente. Su mirada hacia la creación y de ésta hacia el hombre ha cambiado. A
partir de ese momento, la realidad humana se pierde en el caos. El hombre ha
dejado de ser hombre y todo lo que le rodea ha dejado de tener sentido para él
porque a partir de ese momento su visión del mundo y de los que le rodean va a
cambiar debido a que su anhelo de querer ser como Dios va a formar parte de su
realidad. Es muy inspirador que en la redacción del Génesis se nos presente
como acto seguido de este acontecimiento el asesinato de Abel por parte de Caín
por su marcada diferencia con él.
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Yo no sé
cómo hubieran sido los hijos de los primeros seres humanos si no se hubieran
dejado llevar por su pasión de ser como Dios, pero una cosa sí sé, que todos
nacemos siendo diferentes los unos de los otros, que como se suele decir “cada
uno es un mundo”. Y con esa realidad tenemos que vivir, donde como muy bien
popularizó Thomas Hobbes (Plautio): “el hombre es el lobo del hombre”.
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Y desde
entonces, el rechazo a lo diferente se ha convertido en el motor que mueve
nuestros pensamientos y acciones. Ese motor es el que provoca las guerras, las
xenofobias, las aporofobias, los machismos, las fronteras, la explotación, la
esclavitud, y un larguísimo etcétera. Y cualquier atisbo que veamos en el otro
o en uno mismo de querer imponer nuestra visión de las cosas no representa otra
cosa que una proyección de nuestro querer ser como Dios.
·
Así las
cosas, la acción de Dios no es otra que recuperar al hombre y, metafóricamente
hablando, trasladarlo de nuevo al Edén y el hombre recupere su humanidad y
vuelva a su esencia: creatura de Dios. Para ello, Pablo al citar el himno les
enseña a los filipenses y a nosotros cómo ha sido creada una nueva situación
donde se nos muestra que la historia de Jesús el Cristo no es un hecho aislado
e individual, sino un acontecimiento final que determina la vida y la actuación
del hombre.
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Porque
este Jesús no es otro que el mismo Logos de Dios que se bajó él mismo de su
divinidad desde su libertad y se hizo diferente, se responsabilizó de su
diferencia y desde su diferencia mostró un profundo respeto hacia el Padre que
lo envió. Un respeto que estuvo siempre presente en las crisis por las que tuvo
que pasar Jesús y que sobre todo lo vemos reflejado en la tentación y en la
hora de su muerte. En la tentación porque lo que se le está ofreciendo a Jesús
es la posibilidad de “ser como Dios” rechazando su humanidad. Y en su muerte
porque él sabe que tiene ante sí la posibilidad de salir de esa situación (el
Padre puede mandar doce legiones de ángeles) y acabar con todo su sufrimiento.
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Y en la
demostración de su respeto al Padre, desde su diferencia, Jesús se convierte en
el prototipo de la nueva humanidad. En él y por él, la creatura de Dios puede
volver a recuperar su esencia y completar así el propósito de Dios que no es
otro que formar parte de Él. Con Jesús se abre ante el ser humano tal
posibilidad, mostrándonos el camino a seguir: para ser como Dios, el Logos de
Dios primero se hace como hombre.
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