domingo, 3 de diciembre de 2017

Filipenses 2:1-11 (Tercera parte)


·        Hasta aquí, hemos podido reflexionar en la toma de decisión por parte del Logos en cuanto a encarnarse. Y al llevar a cabo esa decisión se establece la diferencia entre el encarnado y el Padre asumiendo las consecuencias implícitas en esa diferencia entre Dios como esencia divina y el Logos como esencia humana. Pero no solo se produce una diferencia entre el encarnado y el Padre, sino también entre el encarnado y el ser humano. Porque Jesús no se presenta ante los humanos como uno más, sino como verdadero hombre. Como aquel que, a diferencia de los hombres, acepta su condición de humano no despreciando su humanidad pretendiendo querer ser como Dios, a pesar de las tentaciones, sino que se somete, desde su condición de creatura de Dios, a la voluntad de su Padre con un respeto tan profundo que le lleva a humillarse ante los hombres hasta la misma muerte, y muerte de cruz. Por eso la muerte de Jesús no viene como consecuencia de una voluntad de querer ser como Dios, sino todo lo contrario, de un anhelo de obediencia a la voluntad del Padre. Por eso la muerte no podía retener a Jesús.

Por lo tanto, era necesario que el himno de filipenses acabara con la resurrección y exaltación de Jesús para transmitir a la comunidad las implicaciones de este evento. 

1.- ¿Qué implica para Jesús?        Confirmación

·        Si bien la vida de Jesús no se entiende sin su muerte, la muerte no se entiende sin su resurrección. Porque Jesús tenía que morir para ser resucitado para que la resurrección pasara a primer plano como victoria y confirmación definitiva de la vida de Jesús por parte del mismo Dios. Así pues, vida, muerte y resurrección forman un tándem donde cada concepto explica y da sentido al otro. La vida da sentido a la muerte, la muerte da sentido a la resurrección y ésta da sentido a la vida. Y así como la muerte pretendía acabar con la vida de Jesús, la resurrección hace posible que se vuelva a recuperar su vida y le da el valor necesario para ajustarla al principio de la realidad y no del mito. Por eso la resurrección se explica desde la confirmación por parte del mismo Dios de toda la acción de Jesús: sus hechos y sus palabras quedan confirmados. Es decir, toda la actuación de Jesús recibe el beneplácito de Dios. Dios aprueba su actuación. Y con esta aprobación toda religiosidad, piedad, legalidad, por parte de los líderes religiosos, queda relegada al plano de la mentira, de la hipocresía, de la soberbia, y de ahí el obsesivo interés por la ocultación y demostración de la falsedad de la resurrección de Jesús. Porque si Jesús había resucitado, iban a tener que dar muchas explicaciones al pueblo.

·        Pero, lamentablemente para los líderes, la resurrección no quedó relegada al mero símbolo de la tumba vacía, sino que a diferencia de los padres de Israel y de todos aquellos hombres y mujeres piadosos/as que pasaron por el A.T., que murieron y resucitaron para ir al seno de Abraham, el tratamiento que Jesús recibió en su resurrección es totalmente diferente, porque Jesús se presenta ante los suyos y muchas más personas como aquel que estuvo muerto y ha resucitado.

·        Pero este tratamiento no solo queda aquí, sino que se engrandece por la reflexión e interpretación teológica que la comunidad realiza acerca de este hecho y que sobre todo vemos bien detallado en la carta de Hebreos donde se nos presenta a Jesús como superior a los ángeles, a Moisés y a la ley. Es por esto que el apóstol Pablo se suma también a esta reflexión en su carta a los filipenses para resaltar que si bien Jesús respetó al Padre hasta lo sumo, el Padre le exaltó hasta lo sumo y para dejar constancia de esta exaltación le da “un nombre que es sobre todo nombre”: Jesús.

·        ¿Y por qué Jesús si ya se llamaba así?. Estas palabras nos ayudan a entender la naturaleza de esta exaltación. Como bien ya sabemos, lo que no se nombra no existe, porque la función del nombre es enseñar y distinguir la esencia de lo nombrado. Es por esto que, a partir de la resurrección, el nombre de Jesús va a quedar ligado a la misma esencia de Dios. El nombre de Jesús va a quedar como referente universal, por los siglos de los siglos, de cómo y quién es Dios. Reflexionar o hablar de Jesús, es contemplar la misma esencia de Dios al lado del ser humano: en su enfermedad, en su miseria, en su alegría, en su dolor, en su soledad. En definitiva, en su existir.

·        Pero esta reflexión acerca de la confirmación de Dios respecto a la actuación de Jesús, por medio de su resurrección, no nos ha de llevar a una contemplación extática del acontecimiento, sino todo lo contrario. Porque nuestra creencia en la resurrección de Jesús ha de llevarnos también a una confirmación de su vida y, por lo tanto, ese pensamiento ha de constreñirnos a tener el mismo sentimiento que llevó a Jesús al respeto hacia el Padre y a la humillación ante los demás por ejercer ese respeto. 

2.- ¿Qué implica para la fe?      Ratificación

·        Si con la resurrección, Jesús es confirmado en toda su actuación, la fe es ratificada también por este hecho. Es decir, Dios da por valedera y cierta la respuesta de todos los hombres y mujeres que en los tiempos pasados se acercaban a Dios con esta actitud de respeto y humildad. Y qué mejor manera de ratificar la fe que con la actuación de Jesús y su confirmación por parte de Dios. Todo esfuerzo por encontrar otra vía de aprobación por parte de Dios va a resultar infructuosa.

3.- ¿Qué implica para el ser humano?     Aceptación

·        Por eso la resurrección compromete al ser humano en su decisión de aceptar o no el camino establecido por Dios. El reino de los cielos se ha acercado en la persona de Jesús, y con su resurrección, las puertas se han abierto para que todos aquellos que quieran gestionar su existencia bajo los parámetros del respeto y humildad hacia Dios, puedan entrar y comenzar a disfrutar del Dios de Jesús como afirmación de la verdadera humanidad.

4.- ¿Qué implica para la comunidad?     Conocimiento

·        Nada más lejos de la realidad el pensamiento que con Jesús finaliza la revelación de Dios. Todo lo contrario. Con Jesús y su resurrección comienza una nueva etapa de conocimiento del ser de Dios mucho más esclarecedora y enriquecedora. Porque con la resurrección no solo Jesús es confirmado, sino que todos aquellos que creen en él y aceptan su visión de la vida y del ser humano, también son confirmados por Dios. Y esta confirmación nos hace ser receptores de la capacidad de poder ver más allá de nuestra realidad.

·        Existe un término que proviene de la filosofía de los estoicos y epicúreos y que en su día el teólogo W. Pannenberg lo aplicó a la teología, y al hacerlo algunos piensan que fue una de las mejores aportaciones a la teología. Este término es el de “prolepsis”, que viene a significar algo así como “conocimiento anticipado de una realidad futura”. Y este término, desde mi pobre punto de vista, es el que mejor refleja la implicación para la comunidad del hecho de la resurrección. Porque si bien la vida de Jesús es la prolepsis de su muerte y ésta es la prolepsis de su resurrección, la resurrección de Jesús viene a ser la prolepsis de nuestra realidad futura porque nos permite tener un conocimiento anticipado de cuál va a ser esa realidad. Y ese conocimiento nos lleva a exclamar junto con Pablo “¿dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1ª Cor. 15:55).

·        Esta vendría a ser la diferencia que se establece entre el creyente y el “cristiano anónimo”. Que el creyente puede disfrutar ya en el presente de su realidad futura y el “cristiano anónimo” no disfrute de esa visión.

·        Frente a la petición de Pablo a los filipenses: podemos y debemos ser diferentes. Podemos y debemos experimentar la diferencia para tener un sentimiento acogedor para los que están dentro y fuera de la comunidad. Y el sentimiento que hubo en Cristo Jesús nos invita o nos mueve a cambiar para que así sea.

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