lunes, 26 de abril de 2010

¿CÓMO HEMOS DE VIVIR?

¿Cómo tenemos que vivir? ¿De qué forma tenemos que comportarnos para ser socialmente aceptables y, sin embargo, no ofender a Dios? ¿Cómo debemos actuar en medio de nuestra sociedad para no ser rechazados por ella y, al mismo tiempo, nuestra conciencia no se vea salpicada con sentimientos de culpa porque no estamos actuando correctamente?. La contestación a estas preguntas y a otras más que nos hacemos, se encuentra estrechamente relacionadas a cómo nos enfrentamos a un tema, tan abstracto como la vida misma, y que sin embargo es de vital importancia ya que afecta a toda nuestra existencia en relación con Dios y con la sociedad. Y este concepto no es otro que el de la ética.
La Real Academia Española define el concepto ética como: "la parte de la filosofía que trata de la moral y de las disciplinas del hombre", y si acudimos a que nos explique qué es la moral nos dice: "que no pertenece al campo de los sentidos, por ser de apreciación del entendimiento o de la conciencia". En definitiva, que la ética pertenece a nuestra interioridad. Cómo pues, se puede estudiar algo que pertenece a la interioridad humana, siendo que cada ser humano tendría derecho a tener su propia concepción de lo que es ético o no, y nadie le podría reprochar nada. Por lo tanto, para hablar correctamente del concepto ético, tenemos que acudir, no al propio término, sino a cómo tiende expresarse en la existencia humana. Y por ello, hemos de acudir a las tres grandes áeras donde el concepto de la ética halla su máxima expresión: la ética del estado, la ética social y la ética de Dios.
La ética del estado
Si tuviéramos que definir en qué consiste la ética del estado, lo podríamos expresar en una corta frase: Ser garante de la propiedad privada. Porque es bien cierto de que toda la normativa existente, está dirigida a que se respete la propiedad privada frente a una posible agresión de otro. Desde el bien más preciado por el ser humano, como es la vida, hasta los derechos más sublimes o más pequeños, se encuentran bien atrincherados para soportar cualquier ataque de alguien que pretenda usurpar el bien del otro, so pena de castigo para aquellos que lo intentan.
La ética del estado lo que pretende es que, frente al caos que reinaría si no existiesen trabas al hecho de poder apropiarse de los bienes del otro, haya armonía social. Que la sociedad se sienta segura frente a los ataques, sabiendo que existe un ordenamiento jurídico que no permitirá, bajo ningún concepto, que la propiedad privada se sienta amenazada.
El problema es que los que originan y promueven el cumplimiento de esta ética, son tan humanos como aquellos hacia los que va dirigida. Es por ello que, dentro de la esfera del cumplimiento de esta ética, se encuentran unos y otros, porque todos estamos expuestos a desear el bien del prójimo. Por lo cual, de todo este proceso se origina una cuestión: ¿De quién podemos fiarnos?. Quién es la persona que, no deseando el bien del otro, tiene autoridad moral para decirnos cómo debemos actuar. Quién es nuestro referente para guiarnos en una ética tan politizada y tan mezquina que lo único que hace es beneficiar a unos y desposeer de sus derechos a otros.
La ética social
Lo que se pretende con la ética social es formar e informar al indivíduo de cómo ha de comportarse para poder ser aceptado socialmente, de tal forma que si éste no se aviene a lo establecido, será considerado como un antisocial, un contestatario, que lo único que pretende es romper el orden establecido a través de los esquemas sociales y que por ello será cuestionado en todo lo que haga y diga, aunque su modus vivendi sea mucho más enriquecedor que el existente.
Cuando hablamos de ética social, no nos estamos refiriendo a un ordenamiento escrito donde poder consultar para que nos guíe en las ambigüedades de cómo hemos de vivir. Tal y como su nombre indica, es la sociedad la que establece lo que es aceptable y lo que no, lo que es repudiable y lo que no. De tal manera que, hasta que no llegue el momento en que la sociedad vea tal o cual comportamiento como aceptable, será considerado como comportamiento no ético. Sin lugar a dudas, la historia está preñada de actos no éticos que, con el paso del tiempo, se han considerado como éticos.
Aquí, como en la ética del estado, rige la misma cuestión: ¿Quién tiene autoridad para decidir cómo se ha de vivir?. Porque si bien una promulgaba el vivir como quieras, siempre y cuando no molestes al otro, aqui el mensaje es el mismo: vive como quieras mientras no rompas los esquemas sociales. Tanto en una como en otra, el sujeto de la ética es el indivíduo.
La ética de Dios
Para hablar de la ética de Dios necesitaríamos escribir muchísimas páginas para poder adentrarnos algo en ella, y la verdad yo no estoy preparado para acometer tal estudio. Eso sin contar con un problema insalvable, que aquí el sujeto de la ética no es otro que Dios, y a Dios no se le puede introducir en una probeta de ensayo para analizar todo su pensamiento.
Por ello, me gustaría sintetizar el tema partiendo de unas palabras del profeta Miqueas que, según mi opinión, nos pueden ayudar a entender cuál es el concepto de ética para Dios: "oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de tí: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8).
La mayor parte de nuestra vida la pasamos dando golpes de ciego tratando de alcanzar aquello que responda a cómo hemos de vivir. En cambio Miqueas nos informa que se nos ha declarado lo que es bueno y que esta bondad se encuentra expresada en hacer justicia, amar la misericordia y humillarse ante Dios. Estas palabras de Miqueas recuerdan a las palabras dichas por Jesús al joven rico en Lucas 18:18-23: Puesto que dices que conoces la ley y que la cumples, ahora expresa este conocimiento dando lo que tienes a los demás. Se nos ha declarado lo que es bueno, pero ahora nos falta expresar este conocimiento en el otro.
Si queremos entender de forma sintetizada cuál es el significado vital de la ética de Dios, tenemos que saber abrir nuestra interioridad a la existencia del otro. Porque es en nuestra entrega al otro donde se encuentra resuelto el misterio de la ética de Dios. Y cuando alcanzamos a desvelar este miestrio, nos damos cuenta de que la ética no corresponde a la esfera privada, sino a nuestra oferta de vida al otro. Una oferta que nos invita a cruzar la línea que separa nuestro egoísmo de la alteridad, y al hacerlo comenzamos a disfrutar de una vida que respira y se alimenta de la libertad. Libres de mala conciencia, libres de interrogantes, de inquietudes, de angustias. Porque la ética de Dios es nuestra ética: vivir por y para el otro.
A diferencia de la ética del estado y la ética social, la ética de Dios no está sujeta a ordenamientos escritos ni a comportamientos sociales. Aquí el génesis de la ética es Dios mismo y se encuentra sujeta a su propio comportamiento. Por eso, el que quiera comprender y admirar la ética de Dios, debe prestar atención a cómo Dios se ha comportado con el ser humano. Un comportamiento que, desde el primer instante en que Dios decide, con la creación, abrirse a su creatura, ha ido en una constante evolución en cuanto a darse a conocer. Un darse a conocer que alcanza su clímax en la encarnación. Es por ello que el hilo conductor del comportamiento de Dios para con su creatura, ha sido de contínua entrega, de un ofrecimiento completo al otro.
En este sentido, la ética de Dios es contraria a las dos expuestas anteriormente, porque ésta no persigue la protección de la propiedad privada, sino que se opone a ella por cuanto todo lo que tengo, hasta mi propia vida, pertenece a Dios y tal y como El ha hecho, debo saber estar abierto para el beneficio del otro. Mi libertad, mis derechos, mis bienes, todo lo que soy y tengo, debe estar expuesto al servicio del otro.
¿Cómo hemos de vivir? El comportamiento de Dios debe ser nuestro referente, y no todas aquellas reglas de conducta que conforman lo que alguien, en un momento dado, se inventó y le puso por nombre "ética cristiana". Sólo así conseguiremos que la ética no se convierta en un legalismo que nos esclaviza, sino que nos enseñará a vivir en libertad y a disfrutar de la vida.

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