jueves, 29 de abril de 2010

LA PASTORAL ES COSA DE TODOS

Nos encontramos ya muy adentrados en el s. XXI y los cambios que se han originado en la vida han sido grandes y muy vertiginosos. A nivel científico, político, económico, pero sobre todo a nivel social. Y puesto que en el tejido social es donde más cambios se han producido, pienso que deberíamos enfocar correctamente la visión que debemos tener sobre la pastoral porque, a estas alturas donde nos encontramos y sin haber dedicado tiempo a plantearnos si nuestra pastoral es o no eficaz, pienso que posiblemente pueda estar algo desenfocada. Hemos estado mucho tiempo conviviendo con unos esquemas acerca de la pastoral, y se hace necesario, debido a los tiempos en que vivimos, a las herramientas de que disponemos y por la edad que ya tenemos, que seamos más críticos, no destructivos, con algunos planteamientos al respecto de dichos esquemas.

El primer planteamiento que me gustaría realizar tiene que ver con el concepto en sí: "pastoral".
La propia definición de "pastoral" nos dice que tiene que ver con todo lo relativo al pastor, y en este caso sería correcto el sentido que se le da a dicho concepto, ya que dentro del campo evangélico hemos entendido desde siempre que es el pastor quien debe encargarse de dicha función. Aunque existen puertas traseras que utilizan otros para realizar esta tarea, bien por que se creen maduros o bien porque les interesa el protagonismo, oficialmente el responsable ante la congregación de realizar la pastoral, es el pastor. El es la representación de la madurez delante de la congregación. Y así las cosas, todos contentos. Porque a todos nos gusta que haya alguien que se ocupe de realizar esta tarea, ya sea porque le pagamos o bien porque sienta esta necesidad.
Sin embargo, cuando leemos el N.T. nos encontramos con una realidad bien distinta. Y es que en ningún caso se menciona el hecho de que el pastor debe realizar "la pastoral" (salvo casos concretos en que debe visitar a los enfermos y a las viudas). Los autores de las cartas ni mencionan el concepto "pastoral" y mucho menos que sea algo que deben hacer los pastores. Por lo tanto, tenemos un serio problema de praxis comunitaria, ya que, nos guste o no, todos los miembros debemos ser responsables de preocuparnos los unos por los otros. Y esto no puede estar delegado en un asalariado o en alguien elegido para hacerlo. Esto sí que se encuentra bien detallado por los escritores de las cartas, ya que el concepto "los unos por los otros" está a flor de piel en todos los escritos. En esto consiste la verdadera pastoral comunitaria: en que sintamos vocación de preocupación los unos por los otros. Fuera de esto, la pastoral no es ni más ni menos que una mera asignatura en un seminario. Porque son los miembros de la comunidad los que deben tener este sentimiento de pasión por las vidas de aquellos que conforman el pueblo de Dios. Por supuesto esto no es óbice para que el pastor sea el primero en hacerlo y nos motive a realizar este ejercicio tan sano y enriquecedor para la vida de la comunidad.


Para llevar a cabo este planteamiento, se hace necesario que prestemos atención a un concepto que, a veces, parece más mundano que espiritual, y se trata del concepto amistad. Y digo esto porque, desde que nos convertimos el énfasis recae siempre en la hermandad que hemos recibido en Cristo. Somos hermanos y eso es indiscutible. Y esta idea que se repite una y otra vez tal vez haya asfixiado un poco el término amistad. Y a eso nosotros mismos hemos contribuido algo, ya que incluso a veces se nos exhorta a dejar la amistad que tenemos con aquellos que no son creyentes. El concepto amistad, a veces está más ligado al mal que al bien: amistad con el mundo, amistad con el dinero, con la fama, con el pecado. Y eso no es verdad, ya que la amistad es un concepto hermoso, digno de ser compartido con los demás.
Es por ello, que para realizar una buena pastoral, deberíamos recuperar la amistad que debe existir entre nosotros. Solo así podríamos conocernos los unos a los otros y saber cuáles son nuestras necesidades y aquellas cosas que nos agobian. Pero esto no puede llevarse a cabo mientras no entendamos que no podemos conocernos por vernos dos horas a la semana, y eso si es que llegamos a vernos. ¿Qué amistad puede existir con unos planteamientos así?. Es por ello que debemos entender la importancia de la amistad, porque solo así podremos ser estimulados a ejercer la pastoral los unos con los otros. Entendiendo que la pastoral no debe abarcar solamente a la comunidad, sino también a aquellos que nos rodean en nuestro día a día. Personas que están a nuestro lado y no les prestamos la más mínima atención y a las que tenemos el gran privilegio de poder echarles una mano en sus problemas.

Con la llegada de la Reforma, se abrió un nuevo mundo para el creyente al dársele la importancia que cada uno tiene, como indivíduo, dentro del pueblo de Dios. Es por ello que, en el sentido de la pastoral, si obviamos dicho descubrimiento, estaremos permitiendo que nuestra existencia comunitaria vaya empobreciéndose cada vez más, porque no existe nada más enriquecedor que nuestra vida se abra al otro. Y esto es tarea tuya y mía.




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