Dime cómo te llamas
y no escondas de mí tu nombre
ni te ocultes trás los grandes gestos del pasado.
Dime cómo eres
y no escondas de mí tu rostro
ni te ocultes trás las experiencias de otros.
Cuéntame el secreto de lo que guarda tu nombre
y muéstrame tu mirada clara.
Porque mi lucha es con gigantes
pero yo nunca estuve en el valle de Elah;
mi fe se debilita en medio de los conflictos
pero mi pies nunca estuvieron en el monte Moria;
la oscuridad me asalta en mitad del camino
pero mis ojos no han visto tu amanecer.
El día alcanza su monótono ocaso
y las respuestas guardan silencio,
mientras la impotencia se adueña de mí
esperando alcanzar el paraiso perdido.
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